Hay una ciudad que lucha impotente contra el ajuste. De estirpe aristocrática y rural, ubicada en el corazón bonaerense, Azul supo ser décadas atrás una de las localidades más importantes de la Provincia. Pasaron los años y cayeron industrias, llevándola a un estancamiento del que aún no sale. Ahora lucha por sobrevivir a una estocada del gobierno que la puede dejar en terapia intensiva: ordenaron cerrar la fábrica de pólvora y explosivos Fanazul, un emblema histórico de toda la zona. Como respuesta, miles de habitantes salieron a la calle en defensa de unos 250 trabajadores que quedarán sin nada.

Se trata de una de las cinco sedes que posee Fabricaciones Militares (FM) a lo largo del país, con 71 años de existencia. En Azul lo consideran un golpe fatal. El jueves, más de 3500 personas marcharon por las calles céntricas. Los comercios se sumaron a un apagón general. Una «pueblada» contra los despidos.

Ese día, en la sede central de FM en el barrio porteño de Belgrano, terminaba una reunión entre el interventor Luis Riva, y una comitiva liderada por trabajadores y el intendente, Hernán Bertellys. El representante del gobierno aseveró que su objetivo es «interrumpir el vaciamiento» que supuestamente llevaba la gestión anterior y «poner en valor» a Fabricaciones Militares. Lo harán despidiendo personal, y en Azul directamente cerrando la fábrica. A 220 trabajadores no se les renovará el contrato, y los 34 de planta permanente serán trasladados a otras áreas estatales, aunque la idea del gobierno es acelerar jubilaciones.

Hace nueve días, a pocas horas de Año Nuevo, los trabajadores llegaron a la planta, ubicada a 35 kilómetros de la ciudad. Venían de producir 54 mil kilos de dinamita, por un pedido urgente. Se encontraron con las puertas cerradas y 70 policías federales blindados. Mientras, los tres colectivos usados para transportar diariamente a los empleados eran llevados a las sedes de Córdoba, provincia de donde es oriundo el ministro Oscar Aguad, quien permanece de vacaciones mientras se suceden los despidos en su cartera.

La noticia derivó en cortes de ruta, misas en honor a los trabajadores, festivales, marchas multitudinarias, en una ciudad que no se caracteriza por movilizaciones masivas. «Los azuleños somos medio cerrados, pero muchos se dieron cuenta de que esto es una cadena: la gente se queda sin trabajo, compra menos, no puede pagar los impuestos, y toda la economía de Azul es afectada», remarca Néstor Sanz Petrello. A sus 75 años dirige la agencia de viajes más antigua de la zona. Jorge Menchaca, contratado de Fanazul desde hace 30 años, acota: “La gente de Azul se va sumando porque vienen por todo: por nosotros, por el Banco Provincia, por los maestros, por los jubilados”. 

El vaciamiento comenzó hace meses. Juan Cacace, uno de los delegados de los trabajadores por ATE, subraya: «Desde que asumió la nueva gestión hubo momentos en que estuvimos parados sin producir porque no nos compraban insumos ni materia prima. Siempre en enero se hace una parada de planta para invertir en el mantenimiento de las máquinas, que son de hace 70 años. Pero desde 2015 no se hace».

Es martes al mediodía. El termómetro mide 32 grados. Sobre la Ruta 3 es mucho más. Eso no impide que se junten trabajadores. Sus niños piden tocar los redoblantes; sonríen, a pesar de todo. Ninguno olvidará estas Fiestas. Al interventor de FM no le dio pudor avanzar con los despidos en esta época, y lo demostró en sus justificativos: la producción de Azul daba «pérdidas», era «pequeña», y la reabsorberá la planta de Villa María. Que ellos tienen que «cumplir su responsabilidad como empresa». Y que es potestad de la sociedad azuleña «generar trabajos». El miércoles anunció que la planta cerraba y al día siguiente aceptó reunirse. Acordaron un nuevo encuentro para esta semana, sin precisar una fecha. «Nos estamos llevando una pequeña luz de esperanza. Claramente se ha tomado Fanazul como una hoja de Excel y no dan los números. Por eso hay que hacer achicamiento o un cierre total de la fábrica. Nosotros nos oponemos a rajatabla a eso; toda la comunidad azuleña repudia eso”, acotó Bertellys. Su trayectoria política es escasa. Se hizo conocido por organizar durante años la Fiesta de la Vaca, un evento privado dentro del parque municipal. Arribó a la intendencia de la mano del sciolismo y a los pocos meses no dudó en pasarse a las filas del macrismo, diciendo frases como que en los actos del PJ había que cuidarse «que no nos faltara el celular o la billetera». Ahora la comunidad le reclama reacción, y su gobierno no lo atiende. Recién el jueves, tras la sentencia de Riva, estableció un Comité de Crisis.

Tampoco parece factible que toda la producción de Azul sea absorbida por Villa María, donde acaban de despedir a 30 trabajadores. Según los documentos oficiales, la fábrica azuleña produce 4000 kilos de dinamita por día, el doble que la cordobesa. «Tenemos una de las mejores plantas de nitroglicerina del país, y la única de TNT de Sudamérica. Es probable que lo que dejamos de hacer lo traigan de afuera y no de Villa María, porque ahí a los contratados les están haciendo firmar una cláusula donde establecen que si FM produce el 50%, ellos cobran la mitad del sueldo. Estos tipos vinieron con una ingeniería para destruirnos«, afirma Cacace.

“Necesitamos los argumentos para esto, porque tenemos menos pérdida económica que otras plantas, tenemos una planta de trotil única en Sudamérica, hacemos nitroglicerina medicinal que no es menor, tenemos muchas cosas a favor como para que no la cierren”, agrega Claudio Pais, uno de los trabajadores que formó parte del encuentro con el interventor. También asistieron dos representantes de la iglesia azuleña. Uno de ellos, el pastor evangélico Jonatan Sotelo, declaró sobre el funcionario: “Más allá del cinismo que puede caracterizar a una persona que está totalmente identificada como CEO de una empresa, podemos reconocer que hubo voluntad después de un duro diálogo. Creo que las palabras espirituales han tenido su incisión en la vida de Riva». 

La solidaridad hacia los «fabriqueros» empezó a emerger desde diferentes rincones, desde el club Alumni que decidió becar a los niños de los trabajadores, hasta doctores que los atienden gratis. El viernes comenzaron un acampe en la vereda del Municipio, de frente a la plaza central de estilo futurista erigida por Francisco Salamone.

Raúl «Rulo» Godoy lleva 31 años de experiencia en la planta de nitroglicerina. Acampó en 1996 cuando también quisieron despedir personal. Sostiene que el cierre se trata de un «revanchismo» de Cambiemos «porque decían que en Fanazul éramos todos ‘camporistas’. La gestión anterior incorporó nuevos compañeros jóvenes, pero son todos trabajadores. Los tenés que ver los días de humedad, se vienen con la cabeza en la mano por los vapores de la dinamita. Eso no lo hace nadie que no quiera trabajar».

Alfredo Lucero, reciente jubilado de la fábrica, luego de 45 años: “Pasé todos los gobiernos, pero lo que visto ahora no lo vi nunca. Ni en la dictadura. Esto es de un cinismo y de una hipocresía… se ríen de la gente, pero la gente los votó”. En las últimas elecciones, Cambiemos sacó en Azul el 53% de los votos. Una zona eminentemente rural que volvió a demostrar la falacia de la teoría del derrame: el quite de las retenciones no generó más empleo en la ciudad, cuya economía depende mucho más del consumo, los comercios, los sueldos estatales y los empleos industriales que puedan ir sobreviviendo.

Los fabriqueros sospechan que detrás haya un negocio con los terrenos de Fanazul, ubicados en una zona sojera y turística clave, camino a Tandil. Otro temor es qué pasará con el material de extremo peligro que quedó en el lugar, por lo que hicieron una denuncia penal: hay 240 toneladas de altos explosivos que tienen que ser procesados en un corto plazo «porque tienen riesgo de explosión». La noche cae anticipada en este verano azuleño y Cacace suelta las palabras: «No perdemos sólo las fuentes laborales, sino un pedazo de historia del pueblo».

 Cinco días de corte sobre la Ruta 3

La Ruta 3 es un emblema para la provincia de Buenos Aires. Con su eterna promesa de ser autopista, quien viaje entre Capital y Bahía Blanca pasa por ese trazado a la altura de Azul. Por esa importancia y visibilidad, los trabajadores tomaron confianza y lo decidieron, como todo, en asamblea: había que cortar la Ruta 3 para que la gente conociera su situación. No lo hicieron una o dos veces, fueron más de cinco días. Hasta que el jueves Riva finalmente aceptó recibir a una comitiva azuleña, encabezada por el intendente. “Seguiremos estando en la calle, manifestándonos con tranquilidad; pidiendo disculpas porque la gente se molesta pero si no fuese por lo de la ruta, no hubiésemos llegado a acá”, declaró un delegado al terminar el encuentro en la sede central de Fabricaciones Militares, en el barrio de Palermo.

En la ruta, a la altura de la Sociedad Rural, la imagen ofrecía a trabajadores acompañados por sus familias. Mujeres y niños que le hacían frente al sol agotador de enero. Pero no estaban solos. Varios vecinos y comerciantes se turnaban para ir a acompañarlos. “Acabo de volver de la ruta. Les llevamos facturas, es muy triste todo, la verdad es que estoy hecho pelota -enfatizó Néstor Sanz Petrello, dueño de la agencia de viajes más antigua de la zona – porque no se trata de diez despedidos, son más de 250. Nosotros ayudamos porque esa gente viene a ayudarnos cuando nos compra. Lo que están haciendo es jugar con seres humanos. Hay familias llorando, personas contratadas hace 18 años.” 

Una vida en Fanazul

«Hay una luz de esperanza, pero tampoco es para ponernos contentos.» Quien habla es Raúl Godoy, aunque todos lo conocen como «Rulo». La fábrica es su vida. Entró hace 31 años, y actualmente trabaja en la planta de nitroglicerina: «la más delicada, porque es la que hace dinamita. Llegamos a hacer 2000 kilos en un turno de cinco horas». Durante la semana, el interventor Luis Riva salió a declarar que la planta de Azul daba pérdidas y que su producción iba a ser absorbida por la sede de Villa María. Godoy le responde: «Cuando se habla desde un escritorio diciendo que da pérdidas, sería bueno que se siente con los trabajadores así le explicamos. Incluso producimos más que Córdoba. Tenemos una planta de TNT única en toda Sudamérica, a lo mejor lo que quieren es empezar a comprar afuera. No sé qué hay detrás de todo esto, es inexplicable.»

Como a todos, llegar a la fábrica y encontrar a 70 policías blindados lo dejó congelado: «Nunca nos pasó, parecía que éramos delincuentes. Lo hicieron para provocar, no entienden que la fábrica es nuestra vida. Nunca le haríamos daño.» En su caso, Fanazul es literalmente su vida. Hace 24 años tuvo a su hijo Agustín, que hoy trabaja en la planta de TNT. Las Fiestas los encontraron juntos cortando rutas, marchando, luchando por permanecer.