Los efectos del “golpe al bolsillo” por los tarifazos en los servicios tienen escasa repercusión mediática. Sin embargo,  desde el primer viernes de enero, vecinos porteños y bonaerenses se reúnen en las principales esquinas de sus barrios para hacer ruido y rechazar los aumentos. La quinta movilización consecutiva fue este viernes y coincidió con el cierre de una semana en la que se multiplicaron los cortes de energía en medio de la ola de calor.  

Si bien el Gobierno nacional intentó solapar los tarifazos de la luz -en febrero comenzó a regir un aumento que llegará al 32 por ciento- y el gas al anunciarlo sobre las fiestas de fin de año, las protestas no pararon de multiplicarse.

Con escasa cobertura de los medios audiovisuales, las protestas son cada vez más grandes y organizadas. “Muchos de los que venimos a la esquina lo votamos a (Mauricio) Macri. Y a (Elisa) Carrió. Pero esto no se aguanta más”, cuenta María Estela, una jubilada de Floresta. “Yo lo único que tengo que hacer, con todo lo que me está pasando a mí y a la gente, es salir a la calle, todos los viernes. De esta esquina no me sacan más hasta que se vayan”, anuncia.

Los ruidazos son transversales, no son patrimonio de los barrios más pobres de la Ciudad. Van desde San Telmo, Belgrano, Lugano hasta Caballito. “Estos tipos están locos, todo sube menos el sueldo y están llegando facturas de 3000 a 5000 pesos. ¿Cómo vamos a hacer? ¿Hay que dar de baja el servicio y pasar a vivir como en la prehistoria?”, pregunta Marcelo, taxista de 53 años, vecino de Caballito.

Los ruidazos son acciones directas que, por definición, pretenden darle visibilidad al reclamo por el tarifazo. No son impulsados por ningún partido político de la oposición, pero sí cuentan con la participación de sus militantes en las calles y en las redes sociales.

Si bien comenzó como una manifestación espontánea, organizaciones de la sociedad civil se plegaron rápidas a la movida. Carlos Wilkinson, del Movimiento Comunero en Asamblea Ciudadana, cuenta que, en su barrio de Colegiales, la movilización empezó cuando el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, quiso sacar la plaza Clemente para poner un shopping. La iniciativa fue resistida por los vecinos. “Pusimos una mesa en Federico Lacroze y Álvarez Thomas y en menos de dos horas firmaron 400 personas contra el tarifazo y el cierre de escuelas Nos dimos cuenta que había una efervescencia ciudadana fuerte”, relata y destaca la importancia del movimiento comunero como forma de participación democrática.

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Las comunas porteñas “son la primera institución de democracia participativa real en el país, combina una democracia representativa de los juntistas, como el Poder Ejecutivo local y del concejo consultivo comunal donde pueden participar todos, militantes, vecinos, miembros de cooperadoras”, relata Wilkinson. Y agrega: “El gobierno del PRO se encargó que nadie sepa que existen ni cuál es su poder”.

“Teníamos contacto con gente que quería sumarse y quería saber en qué esquina se iba a juntar gente. En la última semana se juntaron en 50 esquinas. Ahora también vamos a sumar caminatas para recorrer las calles de los barrios. Las tarifas son impagables y no han invertido nada de nada cuando suben tres grados y se corta la luz en casi toda la Ciudad”, completa.

Sin embargo, el ruidazo excede el reclamo por el tarifazo. En enero también salieron los gremios docentes, los profesores y los estudiantes para frenar el cierre de las escuelas nocturnas. “Ganaron los que trabajan y quieren estudiar”, tituló Crónica TV esta semana cuando Rodríguez Larreta dio marcha atrás con la medida, tras las protestas y el rechazo que había provocado en la ciudadanía. “Ahora sigue la lucha para que no cierren los profesorados. La Ciudad de Buenos Aires tiene una vieja tradición en la consolidación de la educación pública como factor igualador de oportunidades, no puede ser que haya un gobierno porteño que saque los históricos profesorados que han formado varias generaciones”, se queja María Rosa, profesora de Biología, vecina de Belgrano.

Por su parte, Jonatan Baldiviezo, presidente del Observatorio del Derecho a la Ciudad, relata que “los ruidazos surgieron como una forma de protesta autoconvocada por ciudadanos para pelear contra los tarifazos ante la falta de una actitud más proactiva de la dirigencia opositora del país cuando se anunciaron los tarifazos».

Y subraya: «Sin reacción política a fin de año, los ciudadanos salimos a decir que no se puede seguir soportando esto mes a mes. En la Ciudad  estamos sufriendo inundaciones, se rematan tierras públicas, quieren cerrar los profesorados, cambian todo el Código Urbanístico, quieren unificar cinco hospitales, y encima no tenemos respuesta de asistencia ante los cortes de los servicios”.

Según Baldiviezo, los ruidazos de cada viernes, de alguna manera, comenzaron a «organizar la indignación», aunque advirtió que «hay que salir de la simple catarsis”.

Este miércoles, los vecinos organizados en el Observatorio y en el movimiento comunero se reunieron con legisladores porteños para pedir la sanción de la ley de emergencia tarifaria. Es que a partir del Presupuesto 2019, el Gobierno trasladó la tarifa social energética a las provincias y la Ciudad. De la reunión participaron cuatro bloques opositores: Unidad Ciudadana, Autodeterminación y Libertad, el Bloque Peronista y el Frente de Izquierda y los Trabajadores.

“En la Ciudad ya tenemos incorporado el monto para la tarifa social de agua y la luz, pero es insuficiente. Por eso, ahora tomó estado parlamentario el proyecto de ley del régimen de la tarifa social. Pedimos convocar sesiones extraordinarias y por la urgencia de demanda que tiene el tema”, relató Paula Penacca (Unidad Ciudadana).

Sin embargo, el oficialismo porteño tiene mayoría y puede por sí solo frenar el tratamiento y la ley. Mientras tanto, el ruido sigue creciendo en las calles porteñas.