Poco antes de las 11:30 el titular de la Cámara de Diputados dio por comenzada la sesión con 132 diputados presentes. Nadie tenía dudas sobre el quórum, por eso a esa hora todavía muchos de los legisladores aún estaban en el Salón de los Pasos Perdidos atendiendo a los medios de Comunicación que desde temprano estaban apostados en los pasillos.

Dentro del recinto, la bancada del Frente para la Victoria y del Peronismo para la Victoria ya se pintaba de verde. Los pañuelos que identifican la lucha de la Campaña por el aborto legal, seguro y gratuito estaban atados a muchos de micrófonos del sector que suele ocupar la oposición en recinto.

En ese marco y con la clara intención de dejar expuesta la postura antes de tener que votar, Carlos Castagneto se sentó en su banda y se puso bufanda verde; Leonardo Grosso eligió para la ocasión un pullover verde; Gabriela Cerruti un saquito del mismo color y Mayra Mendoza una blusa.

Del lado de los denominados “Pro vida”, en el comienzo, tan sólo el diputado Alfredo Olmedo fue quien colgó una remera de su banca con la leyenda “Sí a las dos vidas”.

Daniel Lipovetzky fue el encargado de abrir el debate por haber presidido el plenario de comisiones que llevó adelante el proyecto. Agradeció el honor de poder abrir el debate en el Congreso. “Es un debate  histórico porque por primera vez se va a poder tratar un proyecto de interrupción voluntaria del embarazo en el recinto de la Cámara de Diputados”, explicó el legislador de Cambiemos y agregó: “Esto se logró entre otras cosas por la lucha de las mujeres de la Campaña y por la decisión del Presidente Macri de apoyar el debate”.

Lipovetzky detalló que “tres ministros de Salud dijeron que esto es un  problema de salud pública. Dos del gobierno anterior y uno de este. Los tres que tienen visiones muy distintas en muchos temas coincidieron en que la despenalización y legalización del aborto mejora la calidad de vida de mujeres y eso es lo que debe marcar nuestro camino”.

El diputado de Cambiemos señaló además: “No hay ningún artículo en la Constitución en la que se prohíba la interrupción voluntaria del embarazo” y aseguró que el espíritu de los constituyentes que tuvieron a su caro al reforma de 1194 fue no vedar la posibilidad de que en Argentina se pudiese legislar sobre el tema.

Para concluir su discurso, Lipovetzky fue de manera dura y concisa al núcleo del debate. “Nunca más a la muerte por un aborto clandestino”, disparó.

A su turno, Carmén Polledo, una de las más fervientes militantes contra el aborto y firmante del dictamen del rechazo, basó su voto negativo en el viejo argumento de que hay vida desde la Concepción.

Polledo destacó que “las mujeres embarazadas no pueden ejercer su libertad por encima de la de otro. No hay libertad de elección si no hay vida”, y agregó: “Legalizar el aborto non es el único camino a tomar para evitar muertes maternas”.

La diputada se hizo eco del rechazo al proyecto de los Curas Villeros para poner en duda que la situación de vulnerabilidad de los más humildes frente a la situación.

Para culminar, la Polledo agregó que en caso de aprobarse el proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo “se sepultará la doctrina peronista que sostiene que los únicos privilegiados son los niños y esa es la idea que debe servir como faro.

A esta altura el Salón de los Pasos Perdido, pese a las restricciones, se llenó de asesores. Allí también predominaba el color verde, como en la calle, y como en el recinto.