En la Argentina es más conocido por sus películas fallidas que por aquellas que lo revelaron como un director mucho mejor de lo que los cánones le quieren reconocer. Alan Parker tal vez tuvo la mala suerte de haber debutado con un musical, algo que allá por 1976 era totalmente rechazado por la cinefilia argenta. Por eso recién impactaría con Expreso de Medianoche (1978), film que le vino como anillo al dedo a la dictadura cívico militar 1976-83 y no por voluntad de Parker: la película se promocionaba para azuzar la apologética contra las drogas y hippismo, que como todo «libertario» sabe es un sucedáneo del comunismo. De ahí en más, Parker se convirtió en un realizador que la platea comenzó a seguir, aunque no siempre a reconocer: como buen fan, el argentino suele pedir siempre «Muchacha ojos de papel» (o el hit que corresponda), como solía quejarse el Flaco Spinetta, a cambio de mantener su amor. Bueno, Parker -como El Flaco y tantos otros, por suerte- prefería seguir su inquietud. De ella, aquí se rescatan cinco títulos que de alguna manera definen sus búsquedas.

Expreso de medianoche (1978)

Basada en un hecho real de 1970, cuenta la “travesura” de Billy Hayes (Brad Davis) de viajar a Turquía para contrabandear hachís, una de la drogas que, dicen, hacía las delicias del hipismo californiano. En el aeropuerto de Estambul, al tratar de abandonar el país, lo detiene la policía. Como forma de dar una lección a otros que quisieran emular a Hayes, el gobierno turco desea dar un castigo ejemplar. Su padre viaja a Turquía para liberarlo, pero la embajada estadounidense se hace la desentendida debido a la decisión de Nixon de endurecer su postura ante Turquía en su tablero de la Guerra Fría. La película apunta a la endeblez del discurso de la libertad promovido por Estados Unidos -sólo lo es mientras no afecte sus intereses estratégicos-, que funcionan como complementarios de los regímenes autoritarios. Aquí Parker muestra cuánto le interesa la política.


Fama (1980)

Una vuelta al musical que también significa una reformulación del musical. Habrá ensoñación, pero también morder el polvo: el camino a la fama está lleno de dificultades, y sólo pueden sobrellevarse si está decidido a ponerse una especie de anteojeras y olvidarse de todo para ver sólo el objetivo que se persigue. Pocas películas anticiparon tanto los tiempos que vendrían como esta, en la que Parker ya muestra lo que será todo un estilo: una importante parafernalia que concite la atención y venza toda resistencia al género o al tema que se visita, y tras ella, lo que en verdad quiere comunicar. Lo de Expreso de medianoche no había sido accidente.

Pink Floyd: The Wall (1982)

Película que millones de jóvenes vieron como premonitoria pero en realidad fue un réquiem. Un réquiem magistral, pero réquiem al fin. Despedida para los “dinosaurios” que habían dado vida y loor al rock, un homenaje a ese gran legado que había sido el sonido y la voz de una juventud que había cambiado el planeta, y que en el cambio, fue cambiada. The Wall representa ese final que parecía principio (el estilo Parker), pero que en verdad es final: esa juventud había sido más bien la puesta en escena de un mundo nuevo que poco -en ocasiones nada- se reconocía en el que hasta entonces había conocido la humanidad. Ideal para ver en estos días en los que, pese a todo, ese mundo inaugurado hace más de 50 años inicia su fin.

Corazón satánico (1987)

Parker se abre un poco de la cuestión social y se mete más en las relaciones interpersonales. Así y todo, no deja de verlas como parte de un tiempo y un momento histórico, un devenir que explica y hace entendible eso que sucede entre dos personas más allá de su moral; nunca se trata de individuos aisladas. Y eso lo dice, precisamente, en la que acaso se la película más “individualista” de su cinematografía. Películas sumamente inquietante, que reconoce el dualismo de toda persona, que luego de tanto emblema fílmico sobre los social y colectivo, muestra a un director poco dogmático y capaz de leer las coyunturas que lo rodean.

Camino a la fama (1991)

Se puede decir que Parker utiliza el musical para mostrar qué piensa él que está pasando en el mundo, y hacia dónde se dirige. A diferencia de Fama, donde un grupo de jóvenes iban por todo, acá se trata de otro grupo (de Dublín, Irlanda), esta vez de músicos que se conforman con tener un lugar bajo el sol. Dos inicios de década en los que reconoce tempranamente las tendencias que las marcarán. Claro que ya el grunge había dado lugar a la idea de música alternativa, pero era un fenómeno más bien de pocos, indie como se decía. En un camino en paralelo con Kurt Cobain con Nirvana y Oasis (cada uno a su manera), Parker rescata desde el film el soul (los protagonistas escuchan Otis Redding, Aretha Franklin, James Brown, Wilson Pickett), género que el hard rock de los 80 había dejado totalmente en el olvido.

Alan Parker. 14 de febrero de 1944 – 31 de julio de 2020.