“Los virus son un pedazo de malas noticias envueltas en proteínas” (Peter Medawar)

Para entender la situación qué estamos viviendo con la pandemia de SARS-Cov2 (Síndrome Agudo Respiratorio Severo – Coronavirus 2019) debemos comenzar por comprender algunos conceptos básicos de las ciencias que lo estudian, en particular la virología y la epidemiologia.

¿Qué es un virus? A una pregunta aparentemente simple, una respuesta compleja. Algunos datos interesantes ayudan a comprenderlo. Por ejemplo: un litro de agua del mar tiene unos 100.000 millones de virus; que los virus infectan todo tipo de seres vivos incluidas plantas, bacterias y otros microorganismos; que 8% de nuestro genoma está constituido por secuencias que alguna vez, en nuestra historia evolutiva, constituyeron infecciones virales. Sí, tenemos virus en nuestro genoma. Aquello que creemos ser nuestra identidad más esencial, está también formado por virus.

Los virus son agentes sub-microscópicos constituidos por un genoma (porción de ADN o RNA donde se encuentran los pocos genes de los cuales depende su replicación), una cápsula o cobertura proteica y, en algunos casos, una envoltura (especie de membrana similar a las de nuestras células). Los virólogos los clasifican según una serie de características que incluyen tipo de genoma, forma, presencia o no de envoltura o el tipo de genes que poseen; mecanismos que utilizan para replicar en las células que infectan, órganos o sistemas que infectan, especies en las que replican y en algunos casos, enfermedades que causan. Así, los virus se asocian a hepatitis, encefalitis, enfermedades inmunológicas, diarreas, gripes o resfríos, e inclusive algunos tipos de cáncer, entre otras. Pueden ser clasificados en familias, como retrovirus (HIV), Picornavirus (resfríos, hepatitis y poliomelitis), Adenovirus (muchos resfríos), Filovirus (Ébola), Paramyxovirus (Sarampión), Flavivirus (Dengue, Zika, Fiebre Amarilla) y también, los Coronavirus (SARS, Covid19), entre otras.

El mundo está repleto de virus que, en algunos casos, conviven pacíficamente con las especies en las cuales se reproducen: es uno de los grandes problemas a los cuales las sociedades están expuestas. Una gran parte de los virus que nos afectan tiene origen en otras especies animales: la zoonosis. Algunos ejemplos incluyen el HIV que tuvo origen en virus de chimpancés (SIV); los de la gripe, que pueden tener origen en aves ( H5N1) o en cerdos (H1N1). Los Coronavirus que causaron epidemias de importancia en este siglo tuvieron origen en murciélagos (SARS-CoV en 2002/03), camellos (MERS-CoV en 2012) y el SARS-Cov2 en pangolines y murciélagos.

Una vez que un virus animal consigue infectar por primera vez a un humano, puede producir un ciclo infeccioso, aunque sea incapaz de mantener una cadena de transmisión. O conseguir nuevas infecciones en humanos a partir de ese primero caso (paciente cero): por tratarse de un virus nuevo, para el cual nadie tiene anticuerpos, la posibilidad de pasar de unos pocos infectados a ser un brote epidémico, de allí a una epidemia y eventualmente, a convertirse en una pandemia (cuando muchos países registran casos) es concreta. Para que esta situación ocurra deben darse una serie de delicados equilibrios entre el virus (dependiendo de su genética, virulencia, letalidad), la población humana (presencia de inmunidad previa en la población, condiciones demográficas, pobreza, etc.) y el medio ambiente (clima, temperatura, etc.).

Pensemos a la población humana en una situación epidémica en tres grandes grupos: individuos susceptibles- S (no tienen inmunidad contra el virus y pueden ser infectados), infectados- I y recuperados- R (los que adquirieron inmunidad o que murieron).. Existe una relación de interdependencia: los “S” alimentan a “I”, que a su vez alimenta a “R”, que, a su vez, determinan la cantidad de “S” totales en la población. Teniendo en cuenta que este virus nunca antes tuvo contacto con la población humana, y que por el momento no existen vacunas disponibles (solo en películas como “Virus” o “Epidemia” las vacunas o sueros son desarrollados en tiempos milagrosos) podemos estimar que, a priori, la capacidad de propagación del Covid19 en la población humana es muy elevada: encuentra 7,7 billones de individuos susceptibles.

Por otra parte, las evidencias disponibles, indican que el virus tiene una alta capacidad de transmisión. Cualquier enfermedad infectocontagiosa tiene un gradiente de sintomatologías que va desde personas que tienen contacto con un agente infeccioso, pero que no resultan infectadas, personas que se infectan pero que no tienen síntomas o son muy leves, aquellos que tienen síntomas y un grupo de casos graves o fatales. No conocemos el flujo de I a R, para el Covid19, porque no sabemos cuántos infectados asintomáticos hay, incluso la falta de realización de testes masivos no permite saber la verdadera cantidad de personas infectadas. Sólo los casos más graves y que requieren hospitalización.

La epidemia de Covid 19 sigue un padrón matemático conocido como función exponencial, que permite representar fenómenos que se multiplican rápidamente en el tiempo. Para Covid19, superamos los 100 mil infectados en el mundo, en poco más de 2 meses, 200 mil en los 11 días siguientes, 300 mil en 4 días, y superamos los 800 mil casos registrados en 7 días. Esta velocidad de transmisión es, en verdad, el gran riesgo que este virus trae.

Relaciones sociales mínimas

SARS-CoV2 surgió en un mercado de venta de animales vivos en la ciudad china de Wuhan, entre noviembre y diciembre de 2019. Las primeras medidas locales intentaron impedir la cadena de contagios, cerrando el mercado y controlando la diseminación del virus mediante medidas extremas de confinamiento social. En poco tiempo, fue evidente que tenía una altísima capacidad de contagio y que si bien la letalidad no parecía ser muy elevada su capacidad de provocar condiciones agravadas de salud requería de eficaces sistemas sanitarios. Es clave entender la crisis de los sistemas sanitarios para atender a una demanda máxima en un tiempo muy corto y por tanto, una sobrecarga y eventual colapso.

Dada la falta de vacunas o medicamentos y frente a la imposibilidad actual de realizar testes masivos en la población, la única forma que tenemos de limitar los contagios es impidiendo el contacto entre los individuos. Esta situación puede cambiar, en la medida que una proporción importante de la población consiga inmunidad natural por infección natural, lo que llevará tiempo y puede costar muchas vidas, o que se desarrolle una vacuna eficiente, que  tampoco llegará tan rápido. Precisamos ganar tiempo y apostar a tener un menor número de casos en un tiempo mayor y así, disminuir los picos de casos graves que llenen y colapsen los centros de salud.