Con el objetivo de brindar herramientas que incentiven un proceso de transformación social, se presentó una Diplomatura Universitaria en Arte y Gestión Cultural en el Centro Universitario (CUSAM) que la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) fundó en la Unidad penal 48 ubicada sobre los basurales de José León Suárez, dependiente del Servicio Penitenciario Bonaerense (SPB).

Es una propuesta de formación transdisciplinaria. Se propone un perfil de agente transformador capaz de identificar las necesidades y potencialidades del contexto, tanto para la creación artística como para el diseño y la implementación de proyectos culturales en articulación con instituciones estatales, organizaciones no gubernamentales y entes privados.

Fue un día soleado para celebrar el lanzamiento donde pudieron derribar los muros con el arte, del que participaron autoridades universitarias y municipales. También estuvieron los artistas que brindaron un poco de lo que mejor saben hacer.

La propuesta se elabora en base a los diez años de experiencia del CUSAM y la trayectoria de estudiantes que tras recuperar su libertad fundaron centros culturales en los barrios donde desarrollan proyectos artísticos. La diplomatura está radicada en el Instituto de Artes Mauricio Kagel (IAMK) de la UNSAM. En esta misma sede se dicta la carrera de Sociología, que ya cuenta con al menos una docena de graduados, y la Trabajo Social. Las dos últimas dependen del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES).

El primer boceto de esta diplomatura es de 2013. Ese borrador viajó de mano en mano, como una carrera de postas, para llegar al mes de mayo de 2019, casi seis años después, para su lanzamiento. No fue sólo el trabajo, compromiso, deseo e imaginación de muchas y muchos que son parte, sino que es un proceso colectivo sostenido en el tiempo, que incluye también a quienes están ausentes y los que van a venir.

“Un poco más de cinco años atrás hablábamos con la entonces directora de la sede, Gabriela Salvini, la manera de generar un diploma que certifique los saberes artísticos que incorporan los estudiantes. Redactamos el pedido y se lo enviamos a Juan Pablo Parchuc que lo compartió con el Centro Universitario Devoto (CUD). Así fue como ese borrador empezó a pasar por distintos lugares, hasta hoy, el día de su lanzamiento”, contó a Tiempo, Diego Tejerina, sociólogo, detenido y docente de la Diplomatura.

El común de las personas que son parte del proyecto cuenta que el arte es el primer contacto que prende la mecha y la llama para las transformaciones. Y que es cuando aparece por primera vez la voz de los estudiantes, con la que narran sus historias y las del barrio. El CUSAM es un espacio donde las personas que transitan el encierro van a relacionarse con lo que pueden: componen y graban canciones, escriben las primeras letras y las últimas de un poema, también publican libros.

Además, explican que nadie es el mismo después de enseñarle a leer a un compañero de encierro. Porque la transformación no es una vuelta a la interioridad o conectar con la psicología del individuo. Sino que hay una mezcla de encierro en el individualismo y recortes de utopías, que están desparramadas en la sociedad.

“Todas las personas que participamos en este espacio nos dedicamos a volcar nuestros saberes en el territorio para transformar la sociedad. Consideramos que el arte es una herramienta superlativa para integrar a las personas en contexto de encierro”, explicó Tejerina.

Hay testimonios de estudiantes que aseguran haber encontrado la libertad antes de que se la otorgue el juez, lo hicieron a través de la educación y el arte. Porque la cultura es la puerta de entrada a la vida universitaria y la puerta de salida a la calle para éstas personas. La mayoría de las pibas y pibes no esperaban jamás cruzarse con la Universidad, no estaba escrito en la dramaturgia de sus vidas.

El relato social siempre termina con personas de sectores populares encerradas en las cárceles o abatidas por la Policía. El trabajo que se realiza en el CUSAM –con más de una década de experiencia- muestra un claro ejemplo de cómo construir una verdadera seguridad ciudadana y bajar el índice de población en las cárceles sin violencia.