“No creo que sea ningún secreto que hay conversaciones en el libro que son inventadas, pero son inventadas a partir de una voz que escuché tan a menudo y que penetró mi cabeza… No quiero ingresar a esa tierra de nadie acerca de lo que sí sucedió. Todo en Dispatches sucedió para mí, incluso si no necesariamente sucedió.” La confesión es del periodista Michael Herr, autor de Despachos de guerra, esa brillante novela-memoria-crónica bélica en la cual narra lo que fue combatir (y sobrevivir) en la Guerra de Vietnam. El párrafo está tatuado como epígrafe en el nuevo libro del chileno Alberto Fuguet, y funciona como una declaración de principios. Una advertencia para el lector, antes de sumergirlo en sus Despachos del fin del mundo. La obra hace foco en el año que Fuguet, los chilenos y el mundo entero vivimos realmente en peligro. Del estallido social en las calles del delgado país trasandino hasta el encierro que trajo la peste global. “Qué viaje, qué año”. En estos tiempos de metáforas bélicas tan reales: guerra al virus, combates en las calles, toques de queda, primeras líneas, Fuguet traza la memoria emocional entre la primavera de protestas y el invierno de la pandemia

El autor de Mala onda, Sobredosis y el brillante Tinta Roja explica: “Esto no es periodismo ni crónica/ aunque viene una parte de ahí/ tampoco es ficción pura/ no es una novela/ aunque a veces creo que sí lo es. Se puede ver como un tráiler de lo que acaba de pasar”. Libro híbrido, “vivo”: revuelto que se hace carne con dosis desparejas de crónica, poesía, memorias, autoficción, ensayo novelado y manual de supervivencia. Fuguet muestra la cocina de este libro difícil de encasillar, como el año que aborda. “Parecía el fin de mi pequeño mundo tal como lo conocía y el comienzo de una gran oportunidad creativa y –quizás la liberación de ciertas amarras que son las que no nos dejan, como autores, volar más lejos. El pasado a veces tarda en soltarse; ciertas trabas y traumas y lealtades y certezas no se esfuman hasta que arden. Por primera vez en mi vida adulta todos los finales posibles me parecían posibles en la vida real e imposibles en el papel”.

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Estos tiempos confusos, encendidos, agitados en lo íntimo, lo social y lo político son terreno difícil de transitar, y de narrar. Fuguet se la juega y crea una épica del colapso. Captura miedos, paisajes, personajes, fiestas, encierros, angustias y deseos que flotaron en los aires de 2019 y 2020. Y también, por qué no, busca imaginar el futuro. Un libro urgente que se hace cargo de lo que Douglas Coupland dice en otro epígrafe de Despachos del fin del mundo: “O nuestras vidas se convierten en historias o no habrá manera de darles algún sentido.”