Se llama Luis García Martín, pero su primer apellido se ha soldado a su nombre y para todo el mundo es Luisgé Martín (Madrid, 1962). Es licenciado en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y según le dice entre risas al diario El Mundo de España, es un perverso en su literatura y lo dice porque resultó ganador del Premio Herralde con una novela que habla sobre los extraños laberintos del deseo: Cien noches. Según le dice al mismo medio “el problema de la literatura sexual es que hay menos de la que debería, como el sexo. Siempre se aborda con deficiencias, desde los márgenes, desde la inexperiencia.» En el intento de subsanar esta falencia, Martín obtuvo uno de los premios más significativos de la literatura en lengua castellana que tiene una recompensa monetaria de 18.000 euros. 

Cien noches tiene su origen, según declaró el autor, en un estudio publicado en los medios que afirma que el 55 por ciento de los hombres y el 46 por ciento de las mujeres son infieles. Por lo general, los datos de este tipo de investigaciones resultan incomprobables o nadie se toma el trabajo de chequear las conclusiones, pero a Martín, más allá de que las estadísticas sean certeras o no, el estudio le permitió plantearse una pregunta de la que nació una novela: ¿Entonces hay un 45 por ciento de hombres y un 54 de mujeres que son fieles? El porcentaje quizá le pareció excesivo y, por lo tanto, mentiroso. ¿Es cierto que tanta gente es fiel? 

Como en la ficción el autor se permite hacer lo que quiera, Martín consideró que la contratación de un detective que siguiera a los supuestos fieles era una buena forma de comprobar la veracidad de sus afirmaciones. Nació así la novela ganadora del Herralde. “Cien noches –dijo el autor- enlaza perfectamente con lo que es mi literatura: el placer de mirar por el ojo de una cerradura». También ha declarado que su novela es “un alegato a favor de la promiscuidad”. Considera, además, según declaró a El País de España, que “las personas no promiscuas, que no han viajado o no han leído, han vivido a medias.” Más allá de sus declaraciones, lo cierto es que su novela logró imponerse entre las 886 novelas que se presentaron a la 38° edición del premio. El jurado estuvo integrado por  por Gonzalo Pontón Gijón, Gonzalo Queipo (de la librería Tipos Infames), Marta Sanz, Juan Pablo Villalobos y la editora Silvia Sesé. 

Para Pontón Gijón Cien noches es «Meditación hecha carne sobre el deseo y la imposible fidelidad, esta fábula moral con trazas detectivescas y científicas se abre paso, a través del recuento de una vida y sus placeres, hacia un final sorprendente, de innegable aliento poético.» 

Por su parte, Sanz afirma: «En Cien noches, perfecta hibridación de novela de tesis y cuento de hadas, Luisgé Martín es más Luisgé Martín que nunca; amor romántico y anos receptores, fidelidad afectiva y promiscuidad culpable, evocan el conflicto entre erotismo caducifolio y persistencia de los afectos, así como la imposibilidad de vivir el placer mientras el placer se experimenta en el puro gozo de la literatura. Hablemos con y de esta novela. Es lo mejor que puede pasar con un libro: que su escritura nos proponga preguntas sobre las que conversar.» 

«Cien noches -dice Juan Pablo Villalobos- es al mismo tiempo la fantasía de un moralista perverso y la de un antropólogo social, es decir, la fantasía del novelista que a través de la ficción encuentra la manera de explorar todas las posibilidades de una tesis, los relatos que preferiríamos mantener en secreto, nuestros hábitos inconfesables, lo que hacemos cuando estamos seguros de que nadie nos está vigilando, pero luego resulta que no, resulta que ahí estaba, agazapado, el autor de esta novela.» 

Si bien el sexo es una buena manera de atraer lectores porque la intimidad sigue estando rodeada de misterio, no parece que Martín haya especulado al respecto, si se tiene en cuenta su carrera literaria: ha escrito durante 30 años con elogios de la crítica y ha recibido diversos galardones: Premio Ramón Gómez de la Serna de narrativa, el Antonio Machado y el Vargas Llosa de relatos y el Premio Llanes de Viajes. Convertir es sexo en tema, por otra parte, es recurrente en su producción. Los amores confiados, publicada en 2005, puede citarse como un antecedente. También allí hay elementos de autoficción como en Cien noches, la novela ganadora del Herralde donde aparecen cinco supuestos expedientes de adulterios escritos por cinco escritores amigos de Martín: Edurne Portela, Manuel Vilas, Lara Moreno, Sergio del Molino y José Ovejero Lo que sí es nuevo es la irrupción de una voz de mujer en la narración. Sin duda, se trata de un ejercicio lúdico que tiene buenos resultados literarios. 

El autor ha publicado La dulce ira (1995), Las manos cortadas (2009), La muerte de Tadzio (2000), La mujer de sombra (2012), La misma ciudad (2013), Donde el silencio (libro de viajes) (2013), Toda una vida (2014), La vida equivocada (2016) y El amor del revés (2016). También los libros de relatos Los oscuros (1990), El alma del erizo (2002), Los años más felices (2010) y Todos los crímenes se cometen por amor (2013) y el ensayo El mundo feliz (2018). 

A esta lista es necesario agregar Amante del sexo busca pareja morbosa, publicado en 2002, una recopilación de 100 cartas reales que responden a anuncios eróticos y en las que quienes las escriben muestran sus fantasías y sus deseos más profundos. En esta oba de no ficción, el sexo es también el principal protagonista.

Un dato no menor son sus columnas en el diario El país y otros medios, la mayoría de las cuales tienen títulos provocativos capaces de atrapar la atención del lector. Algunos ejemplos son ¿Es Mario Vargas Llosa gay?, No me interesa el sexo ¿y qué?, Nunca es tarde para reencontrarte con tu amor gay.

En 2016 escribió en Zenda un artículo referido a Jorge Herralde, fundador y propietario de la editorial Anagrama, quien en 1983 creó el premio que lleva su nombre. Su título era Jorge Herralde, guerrillero estilogrático. Dice en uno sus párrafos refiriéndose a él: “Fundó el sello en 1969, en los tiempos en los que publicar libros podía ser todavía un acto subversivo. Porque Herralde, en el fondo, ha sido siempre un guerrillero estilográfico, alguien que cree que el papel impreso cambia a las personas o incluso cambia el mundo. Yo, en carne propia, también lo creo. Unos cuantos libros me han cambiado la vida, y algunos de ellos los publicó Anagrama. Mi primera deuda con Jorge Herralde, por lo tanto, es como lector.”

En este elogio a Herralde, Martín deja ver también cuál el sitio que la literatura ocupa en su vida y en la de esa especie que algunos dicen que está en extinción: el lector. Expresa también un optimismo raro en estos tiempos escépticos acerca de las posibilidades de transformación que tiene la letra impresa. Es más que seguro que no cambia el curso del mundo, pero genera un mundo paralelo en el que es posible refugiarse cuando el real se tornos insoportable. No es poco. Por eso, además de lector apasionado, Martín es un escritor que reivindica las virtudes de su oficio de escritor. «En estos tiempos de miseria (en todos los sentidos) –dice en su blog-, me siento feliz de poder seguir publicando libros. Y me siento más feliz que nunca de ser escritor y no -por ejemplo- notario o ejecutivo de cuentas. Ya sé que soy un sentimental. Y además me gusta serlo.”

Afortunadamente, en su pasión por la lectura y la escritura, el autor no está solo. El cordobés Federico Falco (General Cabrera, 1977) fue finalista del Premio Herralde que han ganado varios argentinos como Martín Caparrós, Alan Pauls, Martín Kohan y Mariana Enríquez. La novela que lo llevó a estar entre los siete finalistas se llama Los llanos y junto con Cien noches llegará a las librerías en los últimos días de diciembre o en los primeros de enero. 

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(Foto: Archivo TA)


En ella pone en escena a un escritor que ha sido abandonado por su novio, lo que lo lleva a ir al campo para poder elaborar su duelo. Allí se interroga acerca de las razones por las que su novio lo rechaza y, a la vez, rememora la historia de sus antepasados, inmigrantes piamonteses que han llegado a la Argentina a principios del siglo XIX. Falco es autor de Cielos de Córdoba, El pelo de la Virgen, La hora de los monos, Flores nuevas, Un cementerio Perfecto. En el género poesía ha publicado, Aeropuertos, aviones y Made in China. Es autor también de una obra de teatro, Diosa de barro.

En una entrevista realizada bastante antes de que fuera finalista del Premio Herralde, Falco le contó a Tiempo Argentino su forma de trabajo, la cocina de su escritura.  “Yo siempre trabajo con varios proyectos de cuentos al mismo tiempo. Cuando me aparece una idea, abro una carpeta de archivos similares, y empiezo a tomar notas, a escribir escenas. Tardo mucho tiempo en darme cuenta por dónde va la historia, cuáles son las tensiones que están en juego. Siempre tengo algo entrevisto, y lo que hago es actuar por acumulación. Abro carpetas donde tomo notas de cada archivo, si voy por la calle y se me ocurre algo, me envío un mail y lo etiqueto al cuento. Esa es la materia prima, cuando ya tengo un sustrato de observaciones, de opiniones, de tonos, de formas de habla, es más fácil sentarse a trabajar y ver por dónde va la historia y acomodar el material.”

Dada su inclinación por el cuento, un género que no siempre goza de las preferencias de los editores, seguramente a Falco no debe haberle resultado fácil publicar, cosa ya bastante dificultoso incluso para un novelista. Quizá el haber resultado finalista del Premio Herralde constituya un punto de inflexión que le permita  dedicarse al género que prefiera con iguales posibilidades de editar.