El primer trabajo de Matías Lammens, el presidente de San Lorenzo que saltará a la arena política el año próximo, fue en el Ministerio de Desarrollo Social durante el gobierno de la Alianza: con 20 años era jefe de compras. Rodolfo D’Onofrio viajaba en tren desde Ramos Mejía hasta el Nacional Buenos Aires junto a Mario Firmenich, con quien compartía equipo de fútbol. Daniel Angelici, que llegó al entorno de Mauricio Macri gracias al puente que le tendió su primo Jorge, eligió quedarse en el sillón presidencial de Boca pese a que le había ofrecido ser el jefe de los espías en todo el país.

Esas historias y otras tantas cuenta el periodista Federico Yañez en Los dueños de la pelota, un libro con 12 perfiles sobre los hombres más poderosos del deporte argentino. Además de los presidentes de los cinco equipos grandes y del de la AFA, Yañez hace una semblanza de Carlos Mac Allister, exsecretario de Deportes; Agustín Pichot, excapitán de Los Pumas y actual vicepresidente de la World Rugby; Horacio Muratore, titular de la FIBA; Fernando Aguerre, fundador de la marca Reef y titular de la Asociación Internacional de Surf; Gerardo Werthein, el poderoso empresario que maneja el Comité Olímpico Argentino y Pepe Sánchez, el exbase de la Generación Dorada que implementa un nuevo modelo de gestión deportiva en el club Bahía Basket.


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–En general, los personajes de los que hablás ya son hombres conocidos. ¿Qué aporta de nuevo el libro?

–Lo interesante es que los tipos están blanqueando de alguna manera que lo que buscaban, además de las intenciones bondadosas de meterse en el deporte, es construir poder. Todos marcan que se metieron en esto porque no se podían escapar. En el fondo, hay ambiciones personales, esa intención de paliar desde la dirigencia lo que no pudieron como protagonistas dentro del campo salvo el caso de los tres que fueron deportistas. En algunos casos, como el de Angelici, habla de cosas que en general no lo hace: de sus negocios, de su entorno, de las barras.

–Angelici es, tal vez, el nombre de más peso. Se lo define como operador judicial pero al cabo es el presidente de Boca.

–A Angelici le ofrecieron la AFI, Macri lo quiso llevar al Gobierno de la Ciudad y al Nacional pero sabe que en Boca puede tener más poder, quizá, que Marcos Peña. Si sos diputado sos uno entre 257. En Boca sos el 1. Bonadio, Lijo, el fiscal Pleé son hinchas de Boca. Stornelli es amigo personal de Rafael Di Zeo, fue jefe de seguridad de Boca. Todos ellos van a la cancha. Y se dice que Angelici es un operador judicial, aunque él lo niegue. En algún lugar eso se cuece. Un detalle de color, simpático: la mujer de Angelici tiene una empresa avícola que se llama Empollando SA.

–¿Qué tienen en común estos 12 hombres además del poder?

–Hay una cuestión genuina de cariño al club o a su deporte, más allá de la búsqueda personal. Víctor Blanco cuando era vicepresidente segundo de Racing y renunciaron Molina y Cogorno juntó a la familia y les dijo que no se podían bajar. Moyano surgió por un operativo clamor de los socios para que se involucre en Independiente. Pepe Sánchez quiere reformatear la Liga Nacional, porque considera que si lo que implementa en Bahía funciona después lo puede transpolar a cualquier organización deportiva. A D’Onofrio le empieza a picar el bicho de la dirigencia porque se muere el padre. Todos intentan sentar una base y ser recordados desde su gestión deportiva.


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(Foto: Agustina Zamin)


–¿Cómo se logra la construcción de poder, desde el deporte o desde un club?

–El fútbol y el deporte tienen un componente irracional. Hay nombres y lógicas que se repiten en distintos ámbitos. Vas a las comisiones directivas de los clubes y está plagado de políticos. En Boca está Darío Richarte que fue segundo de la Side o tenés a Christian Gribaudo que tiene un cargo en la Provincia de Buenos Aires. Vas a River y tenés a Eugenio Burzaco, que es el segundo en Seguridad y a los Santilli o a Fernando De Andreis. Pero no termina en el PRO. Vas a Independiente y tenés a Moyano, a Sergio Palazzo que es de origen radical, a Cristian Ritondo que es ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires, a Carlos Montagna que era director de Desarrollo Social con Alicia Kirchner. En Racing está el procurador general de la Ciudad y Horacio Rodríguez Larreta les mandó un mail a todos los socios desde su casilla personal pidiendo que voten por Blanco. En San Lorenzo, tenés al titular del Satsaid y al ministro de Gobierno de la Provincia, Joaquín de la Torre. Eso, sólo en los clubes grandes.

–¿Cuánto más fácil es entender lo que suceden en el fútbol cuando tenés en la cabeza este mapa de poder?

–Permite entender varias cosas. La primera, por qué existen los barras: necesitan tres patas que son la Justicia, la Política y las dirigencias de los clubes. A veces es lo mismo. Que el nuevo ministro de Seguridad de la Ciudad sea Diego Santilli y que su hermano sea secretario de Gobierno de River cuando hay una causa por reventa es significativo. Empezás a entender que la política necesita de los clubes. Y también me desilusiona mucho más el fútbol porque el negocio y la rosca tienen demasiado peso. Si los hinchas viesen todo eso, no se si las canchas se llenarían.

–¿Aquello de que los partidos se juegan en la semana y los domingos son para la gilada, como dijo el periodista Dante Panzeri, es tan así?

–Totalmente. Se juega en la semana con los árbitros, el horario, la transmisión, los detalles. Desgraciadamente lo maneja más la rosca que el espíritu mismo del deporte. «