Silvia Streger estaba presente. Y quería demostrarlo. Necesitaba un símbolo personal que comunicara su existencia. Debía ser un gesto sutil, sólo descifrable para alguien que la conociera. Estaba detenida en el Pozo de Quilmes y una compañera iba a ser trasladada a la cárcel de Devoto, donde estaba presa su cuñada Liliana Teplitzky. Silvia le pidió que la buscara y que le dijera que habían estado juntas. Pero no alcanzaba.

«Te manda esta trenza para que me creas», le dijo esa compañera a Liliana. Silvia la había tejido con lo que pudo: hilos para atar paquetes. El rasgo identitario eran los colores, verde y blanco. Banfield, su club, su ADN futbolero, fue la señal de que estaba viva. «Fue la única noticia que tuve de ella», cuenta Liliana, que rescató la historia de su cuñada cuando se enteró que Banfield empezó una campaña para restituir la condición de socios a los hinchas detenidos-desaparecidos durante la última dictadura. La iniciativa no sólo propone recuperarlos como socios sino que busca establecer la categoría de detenido-desaparecido dentro del estatuto. «Nos preguntamos por qué los clubes no los homenajean o reconocen. Hay que volver a entregarles el carnet», sostiene Sergio Smietniansky, uno de los impulsores de la movida que cuenta con el apoyo del área de Derechos Humanos del club.

La volanteada en la previa del partido ante River en la 19° fecha de la Superliga fue el comienzo de la campaña. Sigue este lunes ante Atlético Tucumán, entre otros motivos, porque sirvió: el grupo Banfield por los DD HH logró identificar a Silvia y Eduardo Streger y a Ricardo Darío Chidichimo y está chequeando una decena de nombres más. La confirmación de los hermanos Streger llegó a través de Teplitzky, la esposa de Eduardo, que leyó el volante en un grupo de WhatsApp y se puso en contacto. «Ellos –recuerda– eran muy fanáticos y venían de una familia de Banfield. Cuando nos pusimos de novios en el ’66, me advirtió que todos los fines de semana iba a ir a la cancha.» Silvia Streger estudiaba traductorado de inglés en la Universidad de La Plata y desapareció a los 24 años. Su hermano Eduardo militaba en el PRT cuando lo secuestraron. Fue una de las más de 700 víctimas de la investigación de crímenes de lesa humanidad de la Megacausa La Perla en la que se condenó a Luciano Benjamín Menéndez. Chidichimo era peronista, meteorólogo y cuentan que, antes del secuestro, evitó una detención al nombrar al equipo entero de Banfield de corrido ante un oficial que no creía que iba camino a la cancha.

Los relatos son los primeros que afloran. Aunque esperan que aparezcan más. Que se repliquen en otros clubes. La iniciativa en Banfield se pensó y ejecutó junto a la Coordinadora de Derechos Humanos del Fútbol Argentino, red que une a distintos clubes por la Memoria, Verdad y Justicia. «Somos gente de distintos equipos que amamos al fútbol. Entendemos que es un escenario privilegiado por la masividad que tiene y hay ocuparlo», explica Tamara Tysera, integrante del espacio que se prepara para volver a marchar el 24 de Marzo y que participará del 8M.

«Pensar el vínculo entre el fútbol y la memoria sólo en clave del pasado es no entender que la pelea por Memoria, Verdad y Justicia es una pelea del presente», dice Julián Scher, autor de Los desaparecidos de Racing, libro que inspiró la conformación de la Coordinadora y que fue el disparador para la iniciativa encabezada por Banfield. «Esto trasciende la geografía del barrio. Se va a empezar a imitar en el resto de los clubes y a modificar los estatutos», afirma Smietniansky, mientras impulsa un acuerdo para que el club se sume a las campañas de búsqueda de Madres de Plaza de Mayo.

En 2006, la Facultad de Exactas le entregó el diploma de licenciado en Meteorología a la familia de Chidichimo. Días antes de su secuestro, en noviembre del ’76, había rendido el último final. Nunca tramitó el título. Tampoco renunció a su condición de socio de Banfield. Ahora podrían recuperar su carnet.