Desde un grupo de WhatsApp, unos 250 empresarios reaccionan histéricos contra las asambleas y huelgas sindicales, y frente al reclamo de que a un determinado sector de trabajadores se lo encuadre en un convenio colectivo que establece condiciones dignas de trabajo. Sin dudas, a través de esas expresiones subyace el deseo de que se flexibilicen los derechos laborales y que desaparezcan -si es posible- las molestas organizaciones sindicales.

A eso lo llaman modernizarse, cuando en realidad representa la intención de retrotraer más de 70 años la historia argentina, a los tiempos en que las patronales ruralistas rechazaban el estatuto del peón con el argumento de que se pretendía “inculcar a gente de limitada cultura aspiraciones irrealizables”, o cuando los industriales reaccionaban contra el aguinaldo y las vacaciones pagas, alarmados porque dichas conquistas volverían improductivas a las empresas.

La historia se convierte en implacable respuesta a ese puñado de reaccionarios patrones. Los mejores ciclos de la economía fueron cuando se alentó la producción nacional, las paritarias funcionaron libremente y creció el mercado interno por el incremento del poder adquisitivo de las familias trabajadoras.

Las peores etapas fueron -y siguen siendo- las de ajuste, el endeudamiento externo y la apertura indiscriminada de importaciones. Se trata de siniestros planes que, en más de una ocasión, fueron implantados en base a organizaciones sindicales intervenidas y derechos laborales anulados.

Si los medios hegemónicos de comunicación admitieran un debate serio y pidieran una opinión sincera a los empresarios del más de medio millón de pymes que tiene la Argentina (muchos más que los del grupo “Nuestra Voz”), seguramente responderían que el problema no es la legislación laboral sino la caída del consumo, los brutales tarifazos, las tasas de interés por las nubes y la apertura indiscriminada de importaciones.

Los representantes de las pymes también opinarían que los salarios altos de los trabajadores y trabajadoras argentinos serían la única bendición para ahuyentar el mal de la recesión, que está liquidando cerca de 50 empresas por día. Una posición en franca contradicción con la satisfacción de cierto funcionario del gobierno que, en una virtual rendición de cuentas a EE UU, destacó como un éxito el haber logrado bajar el salario real en la Argentina.

Con su larga trayectoria de resistencia, la clase trabajadora organizada ha demostrado que defiende mucho más que el salario y los convenios colectivos: reivindica un proyecto de nación diseñado en base los intereses de las mayorías, que persiga como meta el desarrollo productivo, tecnológico y científico, y una integración continental que permita obtener beneficios mutuos en su relación con el mundo.

Nada de eso es lo que se vive hoy en nuestra querida patria. En tres años y medio el país se ha endeudado más que nunca, las inversiones reales son mayoritariamente especulativas, la fuga de capitales es incontenible, y la industria nacional se debilita a niveles extremos en medio de un alarmante escenario de creciente desocupación y la pobreza.

¿Con qué cara pretenden hablarnos de reforma laboral?

Hablemos mejor de la urgencia de un cambio de políticas, lo que significa un cambio de gobierno en el marco de la democracia que nos permita reconstruir esta Argentina devastada por Mauricio Macri.

Cuando vuelva la producción y el trabajo nacional, y ya no falte el alimento en las mesas de tantas familias, hablaremos con los señores del grupo de WhatsApp, y con quien sea necesario, sobre la modernidad de las relaciones de trabajo. Pondremos un poco de luz sobre las ganancias reales de las grandes empresas que reclaman flexibilidad, discutiremos la reducción de la jornada diaria de trabajo como consecuencia de la mayor productividad que aporta el avance tecnológico y reclamaremos la justa participación de los trabajadores y trabajadoras en las utilidades.

Será el momento histórico de dejar definitivamente atrás la Argentina de los privilegiados para recomenzar a construir la verdadera grandeza nacional para felicidad del pueblo argentino. «