“El diagnóstico global ya lo teníamos, porque durante estos cuatro años, todos los que trabajamos en ciencia y tecnología fuimos viendo cómo el gobierno de Mauricio Macri iba paulatina y constantemente haciendo caer la inversión en el sector. Se van con un 40% menos en términos reales de inversión en CyT respecto de 2015, calculada en dólares son entre 800 y 900 millones de dólares menos, en un sistema que se mueve con compra de equipamiento e insumos importados. Así que no nos encontramos con ninguna sorpresa, ya conocíamos la situación y veníamos combatiéndola. Claro, cuando uno empieza a mirar el panorama desde adentro, se encuentra con un organismo que dejó de aplicar sus herramientas de financiamiento, de coordinación científica. Sólo hubo retroceso. Por ejemplo, hay una deuda de 1,4 millón de euros con la Unión Europea en más de 40 proyectos de cooperación científica, que están caídos porque la Argentina no cumplió con su parte. No es tanto dinero. Sí es un papelón internacional”, dice Roberto Salvarezza, el flamante titular del, otra vez, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, degradado y vaciado por Cambiemos, que deberá tener un rol central en un país que busca recuperar la senda del desarrollo.

–¿Qué es lo urgente? ¿Revertir los recortes presupuestarios en ciencia y tecnología?

–Partimos de un piso muy bajo, que necesariamente tiene que subir. Porque hay un mensaje muy claro por parte de Alberto Fernández y también de Cristina de poner a la ciencia y la tecnología de pie. El escenario es muy complejo y con problemáticas urgentes para un enorme sector de la ciudadanía, de acceso a la alimentación, a los medicamentos. Pero en nuestra área hay un dato concreto y es que no podemos permitir que nuestros científicos se vayan del país. Y eso implica cambiar variables bien definidas. Tenemos las becas por debajo del nivel de pobreza, subsidios que no alcanzan para nada, investigadores que van a buscar plata a los concursos de la televisión e institutos que tienen problemas para abrir sus puertas. Y un problema muy grave: generamos dos mil doctores por año y no tenemos dónde ponerlos, en un sistema de ciencia y tecnología que se volvió expulsivo. Nosotros tenemos que dar vuelta eso: recuperar los salarios, el financiamiento, y reforzar los ingresos a la carrera de investigador, darle esperanza a los jóvenes científicos, que sepan que pueden quedarse a investigar en el país.

–¿Cómo fue la transición con Lino Barañao, con quien trabajaste desde el Conicet durante la gestión de Cristina Kirchner?

–Yo no lo veía desde 2015. Había mantenido una conversación en febrero de 2017, cuando la decisión de Mauricio Macri de no nombrarme en el directorio del Conicet. Y volvimos a vernos recién hace diez días, para sentarnos con él y un grupo de colaboradores y que nos trazaran un panorama de lo que estuvo ocurriendo en el ministerio. Encontramos, en una primera mirada, además de todo lo que ya sabíamos, la deuda en los programas de cooperación internacional y muchas otras, como los pagos adeudados a editoriales para el funcionamiento de la Biblioteca Electrónica, y todo el dinero que debe la Agencia (Nacional de Promoción Científica y Tecnológica) en proyectos aprobados pero luego suspendidos. Hoy, de las veintipico de herramientas de financiamiento a la investigación que tiene la Agencia, sólo cuatro o cinco abrieron nuevas convocatorias a presentar proyectos, el resto está suspendido hace tiempo. Todas las líneas de aportes que sustentaban la actividad de pymes innovadoras o los fondos de Empretecno, para proyectos de empresas de base tecnológica, se cortaron.

–¿Cómo se revierte en la opinión pública el discurso de Cambiemos sobre la inutilidad de la ciencia básica si no tiene una inmediata aplicación económica?

–Nosotros sostenemos que este ministerio tiene que encontrar los canales para, en coordinación con los otros actores del Estado nacional, transferir conocimiento a la sociedad. Pero hoy estamos en un contexto diferente, y no sólo necesitamos que la innovación sea productiva, o sea, sólo tecnología para empresas, que era muy el perfil del ministerio anterior. Por eso le hemos cambiado el nombre: hoy hablamos de innovación productiva, de innovación social, de innovación ambiental. No podemos avanzar en la producción si no cuidamos el medio ambiente, ni podemos avanzar en un sistema de ciencia si no logramos impactar en la sociedad, apoyando desde la transferencia tecnológica a la agricultura familiar, a las cooperativas, a las pymes, y esto sólo se logra articulando con los otros ministerios. En su discurso de asunción, Alberto Fernández habló de ciencia y tecnología en distintos momentos: en el marco del Consejo Económico Social; en el marco de la emergencia alimentaria; en el área de Defensa, donde hay todo un desafío en términos de innovación y desarrollo; en el área del trabajo, por el impacto de las nuevas tecnologías en el mundo laboral; o en salud, con la producción pública de medicamentos para quienes no pueden comprarlos. Entonces, lo que aparece es el concepto de una ciencia transversal, no encapsulada en un ministerio que se mira a sí mismo, aislado, sino comprometido para coordinar, sin descuidar la investigación en ciencia básica, que es fundamental, un sistema científico-tecnológico que impacte en la vida de los ciudadanos.


El Plan Satelital

Mientras pone el énfasis en las medidas urgentes, Salvarezza apunta a la recuperación de los grandes desarrollos tecnológicos del primer lustro de la década, como el Plan Satelital Geoestacionario Argentino. «En febrero tenemos el lanzamiento del SAOCOM 1B, y después no hay nada más. Estamos sin Plan Satelital. Hay que revitalizarlo. Y la gente de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) tiene muchos proyectos para poner en marcha».