El trabajo desde el hogar, conocido como teletrabajo (o incluso como home office) se ha masificado a partir de la crisis sanitaria desatada por la pandemia de coronavirus. La Argentina no escapó a esa realidad incentivada por la cuarentena sanitaria impuesta por el gobierno desde el 20 de marzo. Pero hasta ese momento, el concepto avanzaba con pies de plomo. Estudios privados coincidían en que, antes de la cuarentena, alrededor de un millón de personas trabajaba en forma habitual desde su hogar. A partir de la pandemia, el tema aparece con más fuerza en la agenda. Algunos lo ven como un salto evolutivo en la organización del trabajo. Otros, como un caballo de Troya que se mete en el seno de los derechos laborales.

El economista y escritor Eduardo Levy Yeyati advirtió, ante la consulta de Tiempo, que una expansión del teletrabajo es probable «pero modesta». Para este decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella, «los cambios disruptivos no son tan comunes en la práctica. El día que levanten la prohibición, la gente querrá volver a la oficina, a estar con otros. Con el tiempo, es probable que mejore la conectividad y la tecnología necesaria para el home office y algunas ocupaciones no manuales convergerán a un régimen mixto, mitad remoto y mitad presencial». En ese sentido, apuntó: «Lo que sí espero es que no sea más visto con recelo por las empresas, como si se tratara de un trabajo a medias».

Guillermo Gianibelli, abogado de distintos sindicatos y docente de Derecho al Trabajo en la Universidad de Buenos Aires, observó que si bien la pandemia lo impulsa, el teletrabajo abreva en las mismas fuentes que otras modalidades de empleo precarias. «Parece que se descubrió por una emergencia, pero no es así. La cuarentena sí va a determinar una mayor cantidad de desplazamiento hacia el teletrabajo. Pero es una tendencia que viene de lejos. Tiene una reminiscencia, que es el trabajo a domicilio. Cambia la tecnología, pero la lógica es la misma».

Ventajas y desventajas

La empresa de empleo temporal Adecco realizó una encuesta a personas que realizan teletrabajo a partir de la cuarentena. El 56% dijo que seguiría con esta modalidad, aunque «sólo algunos días» de la semana. El 25%, lo haría de forma completa y el 19%, no lo haría.

Entre las ventajas, el 65% destacó el ahorro en viáticos; el 47%, que trabaja más cómodo; el 40%, que se organiza mejor; el 20%; que se concentra más, y el 75%, que come más sano.

Entre las desventajas, el 48% observó que tiene dificultad en trabajar sin equipo; el 38%, que tiene dificultad de trabajar en compañía de la familia; el 42%, que trabaja más horas de lo habitual; el 33%, que nunca se desconecta, y el 12%, que no cuenta con el equipo técnico necesario.

Levy Yeyati se concentró en las ventajas, ya que «complicaciones hay pocas». Según el economista, «es el mismo trabajo, a veces más eficiente, ya que elimina la distracción de espacios comunes y los tiempos muertos. Como beneficio, además de reducir la congestión en los centros urbanos, el costo de transporte del trabajador y el de oficina del empleador, podría mejorar la integración con el trabajo en el hogar, que muchas familias de clase media delegan o tercerizan en las mujeres, alimentando la brecha de género».

Con todo, Levy Yeyati aclaró que el teletrabajo aplica a los empleos que se prestan a la remotización, no al trabajo manual o al de cercanía, como el del cuidado personal.

Pero, para Gianibelli, hay problemas que deben ser explicitados. «En buena medida, son formas de sobreexplotación. No es una mera organización del trabajo o un beneficio para el trabajador», advirtió.

Es que, según el abogado laboralista, la relación laboral que impone el teletrabajo deriva en una serie de desventajas para el trabajador. Gianibelli enumeró: «Hay una mayor precariedad salarial. Generalmente, se paga menos porque permite al empleador tener más opciones al momento de la contratación. A la hora de contratar, las empresas pagan menos a cambio de esas supuestas ventajas. También hay una mayor vulnerabilidad y una mayor situación de disponibilidad del trabajador. Está instalada la idea de que se trabaja menos o se organiza mejor el tiempo, pero no es así. El tiempo se lo organiza el empleador en condiciones de flexibilidad. Son habituales frases como: ‘Quedate conectado. Cuando haya trabajo, te conectás en la máquina’ o ‘Estate atento a cuándo te llega el mail’. En vez de trabajar ocho horas, el empleado queda a disposición diez o 12 horas».

En la óptica de Gianibelli es importante el concepto de disponibilidad, que equivale a decir que el empleado está a disposición del empleador durante toda una franja horaria que en forma habitual supera su jornada laboral remunerada. La consecuencia es que el empleado trabaja horas extra que no cuentan como tiempo de trabajo.

El teletrabajo conlleva, además, una modificación sustancial de la relación entre empleador y empleado. «Los beneficios del teletrabajo implican una mirada desde el empresariado para reducir costos y externalizar las tareas, incluso tercerizarlas. El objetivo es sacar al trabajador de la esfera laboral, quien deja de tener forma de controlar el tiempo de trabajo. Al mismo tiempo, hay una mayor capacidad de control del empleador por medio de los medios digitales».

En ese sentido, el teletrabajo actúa como un mecanismo que desarticula la organización sindical de los trabajadores. Según Gianibelli, «es un mecanismo muy útil para sacar al empleado del proceso de organización colectiva; produce una fractura profunda de la organización sindical».

En este punto, el avance del teletrabajo en su forma de avanzar sobre la vida del trabajador ha dado origen a  una respuesta: el derecho a la desconexión. «En Europa  hoy se habla de este derecho. Al estar permanentemente conectado, se altera profundamente el ritmo de la vida privada del empleado. La respuesta es el derecho a desconectarse, a partir del cual solamente el trabajador está conectado cuando está trabajando», detalló.

Desde ya, la visión negativa de Gianibelli contrasta con la positiva de Levy Yeyati, para quien «no hay que confundir teletrabajo con precarización: el teletrabajador, generalmente parcial, unos días en casa, otros en la oficina, implica que un empleado hace el mismo trabajo de manera remota y físicamente. No es el freelancer precario que ya existía antes de la crisis, ni el trabajador de plataformas que en la mayoría de los casos no es remotizable».

En épocas de crisis sanitaria, el cuidado de la salud cobra relevancia. Y de acuerdo con Gianibelli, el teletrabajo no mejora los derechos del empleado a gozar de una cobertura de salud. «El teletrabajo se desentiende de la salud, de las condiciones de trabajo, pero se podría responsabilizar directamente al patrón. Como es lugar de trabajo, el empleador debería hacerse cargo de esto, pero es muy difícil». El abogado relató que Foetra, el sindicato que agrupa a los trabajadores telefónicos, estableció las condiciones de higiene y salud en el domicilio a través de protocolos.

¿Y en el periodismo?

La actividad de la prensa escrita es una de las que más vio modificada su rutina tras la cuarentena ya que el trabajo se mudó de las redacciones a los domicilios de los periodistas. Carla Gaudensi, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (Fatpren), observó que ese traslado abrió la puerta a presiones empresarias. «Entendemos al teletrabajo como una excepcionalidad en el marco de la crisis sanitaria y de las medidas que toma el gobierno, pero algunos empresarios de medios que buscaban imponer el teletrabajo se quieren aprovechar de esta situación para precarizar». La dirigenta sindical ejemplificó la situación con lo sucedido en la Editorial Publiexpress, que edita la revista Pronto, la de mayor tirada a nivel nacional. «La empresa buscaba implementar el teletrabajo y cuando el gobierno lo impulsa, despidió al personal a fin de reorganizar la redacción con personal precario y desacatando la conciliación obligatoria dictada por el Ministerio de Trabajo», detalló.

En la actividad de prensa, el teletrabajo es un viejo conocido de los mal llamados colaboradores o freelance: «Son los más precarizados. No pueden organizarse ni tienen derechos laborales. Les pagan mal y a destiempo. Deben tener dos o tres trabajos para alcanzar un ingreso mínimo. Las empresas no se hacen cargo de los gastos en los que incurren, como la telefonía, las computadoras, el acceso a Internet, el gasto eléctrico. Son muy pocas las empresas que les cubren esos gastos», observó.

A partir de la cuarentena, ahora extendida, una cantidad de trabajadores hará su experiencia con el teletrabajo. Queda claro que las empresas tratarán de promoverlo, mientras que las organizaciones sindicales harán lo contrario. Como dijo Gaudensi: «No podemos verlo como una herramienta más allá de la crisis sanitaria».

*Este artículo forma parte de una cobertura conjunta entre Sipreba y la Fundación Rosa Luxemburgo, que busca aportar al debate en torno al mundo del trabajo, su organización y estrategias en plena crisis sanitaria. En la misma, se utilizan fondos del Ministerio Federal de Cooperación Económica y Desarrollo de Alemania (BMZ). El contenido de cada publicación no refleja necesariamente las posiciones de Sipreba y la FRL.