¿Se puede matar un sueño? Claro que sí. ¿Y cuál es el mejor plan para conseguirlo? Liberar a la peor de las pesadillas y dejar que ella se encargue de todo. Exactamente eso es lo que hizo Charles Manson la noche del 9 de agosto de 1969, cuando le encomendó a cuatro miembros de su clan (tres chicas y un muchacho de entre 20 y 24 años de edad) desatar una masacre en la mansión ubicada en el número 10050 de la calle Cielo Drive, en el exclusivo barrio hollywoodense de Beverly Hills. Y la pesadilla resultó espantosa. Los chicos fueron y mataron a cinco personas, incluyendo a Sharon Tate, una prometedora actriz casada con el por entonces ascendente director polaco Roman Polansky. Tate estaba embarazada, sólo le faltaban dos semanas para dar a luz y recibió 16 de las 102 puñaladas que los asesinos repartieron entre cuatro de las cinco víctimas. A la quinta, el adolescente Steven Parent, la mataron a tiros. Esa fue la pesadilla que terminó con el sueño hippie, aquel que durante la segunda mitad de los años ’60 abrazaba una juventud ávida de paz, amor libre y una vida en contacto con la naturaleza, alejada de la neurosis moderna. En ese momento el mundo se volvió un lugar aun peor.

De tratar de entender hasta qué punto esa matanza brutal impactó en la historia política y sobre todo cultural de los Estados Unidos (y de todo Occidente por carácter transitivo) se ocupa el libro Cielo Drive. El culto de Charles Manson, Sharon Tate y la leyenda diabólica que inspiró a Tarantino (Reservoir Books). Su autor es Sebastián De Caro, cuya carrera multifacética como periodista, actor, cineasta, escritor, conductor de televisión y una larga lista de etcéteras que le permitieron construirse a sí mismo como intelectual pop (si es que tal categoría existe), lo convierte en el guía perfecto para recorrer el mapa siniestro que aquellos hechos trazaron sobre la cultura popular.

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De Caro aprovecha además el próximo estreno de Había una vez en Hollywood, noveno trabajo del director Quentin Tarantino que incluye a los crímenes del Clan Manson como parte fundamental de su relato, para profundizar el cruce entre crimen y arte. Signada por ese espíritu de fin de época, la película funciona para el libro como punto de partida, pero también de llegada, de un recorrido espiralado que al regresar una y otra vez a los mismos hechos para verlos siempre desde un nuevo punto de vista, consigue hacerle entender al lector por qué aquellos asesinatos atroces funcionaron como Big Bang que hizo estallar a toda una época, incrustándose hasta hoy en el imaginario colectivo. El estreno del film de Tarantino, gran iconoclasta del cine americano, tendrá lugar en muchos países el próximo jueves, justo en la víspera del 50° aniversario de aquel horror. En Argentina recién se lo podrá ver a partir del 22 de agosto.

Desde el prólogo De Caro avisa: Cielo Drive «no debe ser tomado como un documento ni una cronología». En cambio lo define como «un objeto rizomático» construido en torno a «un punto oscuro en la historia» que «termina siendo una puñalada en el corazón de la cultura popular». Y es que si bien se incluye un capítulo que recorre de manera sucinta las biografías de Manson y Tate, el objetivo del libro no es el de atenerse a los hechos, sino por un lado excavar entre las raíces del asunto, como el origen del movimiento hippie, la idea del mal como máscara o el auge de las sectas, los cultos secretos y el satanismo en la cultura del siglo XX. Y por el otro irse por las ramas de lo que los crímenes del Clan Manson provocaron en el paisaje cultural.

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Con ese propósito el autor organiza su libro a partir de una serie de diálogos con especialistas en diversas materias, que van desde la literatura al cine y de la música al satanismo y las teorías conspirativas. De Caro conversa con la escritora Mariana Enríquez, creadora de mundos oscuros, para indagar en el papel de las chicas del clan, aquellos «Ángeles de Charlie» cuya crueldad continúa poniendo los pelos de punta. O con Carlos Busqued, un escritor fascinado con el funcionamiento de la mente criminal. La charla con Darío Lavia resulta ilustrativa respecto del lugar que ocuparon en el siglo pasado las sectas y su presencia en el cine, sobre todo en las décadas de 1960 y 1970. En las conversaciones con músicos como el prócer del punk local Marcelo Pocavida, el inclasificable Nekro o el guitarrista de Babasónicos Mariano Roger se aborda el rol de ícono contracultural que adquirió Manson, sus características como artista y la explotación de sus crímenes para demonizar al movimiento hippie. La palabra del periodista Alfredo Rosso es útil para establecer un contexto, mientras que la del crítico de cine Juan Manuel Domínguez resulta oportuna para recorrer la obra de Tarantino y la notoria influencia que esta tuvo en el cine de las últimas tres décadas. El carácter informal de las charlas permite que el libro pueda ser recorrido con placer, devorado antes que leído, hasta convertirse en una especie de tratado ad hoc sobre el final de una época no sólo en el plano histórico sino, sobre todo, en términos estéticos. «


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