Cómodo y descontracturado, el presidente Mauricio Macri recibió en Olivos a su Gabinete el viernes al mediodía. «Hay que acostumbrarse a convivir con esta volatilidad del dólar», les dijo a sus ministros, al presidente del Senado, Federico Pinedo y al titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó. La reunión que se realiza cada semana no fue igual a las anteriores, aunque en esta oportunidad, la máxima presidencial dejó a sus funcionarios sin argumento posible para afrontar la campaña electoral. El pronóstico «corto» del líder del PRO no generó tranquilidad, sino preocupación, especialmente porque si se confirma la teoría de la volatilidad cotidiana del dólar, el plan de paliativos para los precios y las tarifas se diluirá antes de su aplicación, prevista para esta semana.

El líder del PRO, según contaron sus voceros, se mostró muy tranquilo y buscó desdramatizar las preocupaciones sobre la coyuntura cambiaria e inflacionaria. Pero les confirmó que no hay otra alternativa para el modelo económico, ni otra candidatura presidencial que la suya para revalidar los títulos de Cambiemos por otros cuatro años. A la salida de Olivos, cada uno de los asistentes se ajustó a la línea discursiva impartida y buscó transmitir esa misma tranquilidad a sus segundas líneas, funcionarios operativos y todo el elenco de secretarios, subsecretarios y directores nacionales de cada área, que tienen a su cargo el pulso cotidiano de la gestión del gobierno, donde la percepción de la realidad cotidiana tiene un tono diferente a las percepciones y evaluaciones que realiza la jefatura de Gabinete diariamente.

Pero esta vez el mensaje llegó a medias y, hasta ahora, no logró el cometido esperado. «Parece que Mauricio decidió adelantar el tránsito del purgatorio y lo tendremos que caminar descalzos o como vinimos al mundo», bromeó uno de los funcionarios que trató de reconstruir, por boca de su jefe, los términos del encuentro y los pronósticos sobre el derrotero económico que tendrá el gobierno para el próximo trimestre.

Para sorpresa de otros consultados, la reunión no abordó las dificultades del nuevo sistema de control de precios y la pulverización de su impacto si la divisa estadounidense continúa trepando. «El único pronostico que hizo el presidente, es que espera que el dólar siga pegando saltos y que vamos a tener que hacer campaña de esta manera hasta fin de año», disparó otro alto funcionario que tiene dudas sobre la continuidad de su jefe hasta que llegue ese momento. Así como resuenan esas incógnitas en las oficinas del Ejecutivo, en el entorno más inmediato del presidente tienen más peso los lamentos del mercado, que ahora lo acusan de aplicar medidas retrógradas que lo emparentan con las que aplicó la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner durante su segundo mandato. Ese núcleo duro prefiere transitar el purgatorio que delineó Macri con los paliativos en un segundo plano, que como parte de las críticas del mercado que comenzó a darle la espalda cuando más lo necesita.

Esa lectura motivó el mensaje que Macri puso en marcha este viernes. Pero los visitantes de la residencia presidencial venían de transitar un jueves atravesado por el comportamiento del dólar y un repentino, e inesperado, recrudecimiento fallido del operativo para reinstalar a la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal como candidata a presidenta de Cambiemos, para evitar el escenario que le quita el sueño a todo el Ejecutivo: perder en las PASO de agosto y en las generales de octubre por el impacto de la crisis, la recesión y, especialmente, una inflación que supere los cuatro puntos hasta el invierno, y un dólar que toque el techo de la banda cambiaria antes de agosto. Casi una tormenta perfecta que sólo podría afrontarse con un cambio de planes que ya fue enterrado por Vidal esta semana, cuando un coro de empresarios le preguntó sobre su postulación. Aun así, los funcionarios más convencidos que se animaron a hablar con este medio, interpretaron la decisión de Macri como una forma de anticipar y acelerar todos los cachetazos piantavotos de su política económica, para liberarse cuando comience la campaña. Para otros es parte del «microclima» del núcleo más duro que responde a Macri y a Peña, a quienes responsabilizan de negar que la crisis y la inflación atravesarán toda la campaña de Cambiemos hasta diciembre.

La cautela que adoptan los inquilinos de Balcarce 50 y del Palacio de Hacienda es unánime dentro del PRO, pero el cuidado y la desazón también se respira en La Plata, muy cerca de Vidal, y en el barrio porteño de Parque Patricios, donde el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta contiene a los propios y también escucha los lamentos del radicalismo y de los candidatos perdidosos que se preparan para anticipar en carne propia los pronósticos amargos en las urnas, como el radical José Corral, que este domingo se medirá en las PASO santafesinas con amplias chances de quedar tercero o cuarto. Lo mismo le pasa al cordobés Mario Negri, que sabrá su futuro el próximo 12 de mayo.

En los funcionarios del larretismo y del vidalismo se vive la misma zozobra, pero con discrepancias aún mayores. La sensación más compartida es un lamento que suena a dilema: cómo hacer para cruzar la campaña sin el lastre de la crisis, que ahora se personificó en el propio presidente, y en el operativo en los medios que conduce Peña destinado hacia el electorado descontento, pero también a los cuadros de Cambiemos atravesados por la zozobra y la preocupación.

La economía hegemoniza el escenario preelectoral «en forma negativa y muy encima» de los tiempos que marcan el inicio de la etapa más caliente de la contienda nacional. La señal que confirmó su aceleración corrió por cuenta de CFK, con el estreno de su libro Sinceramente.

La publicación no gustó en el gobierno. Pero no por su contenido, sino porque la expresidenta comenzó a reverdecer en la memoria del   electorado, sin hablar de su candidatura y sin decir una sola palabra. Todo lo contrario a la expectativa de Cambiemos, que espera ahondar la «hiperpolarización» con su enemiga preferida apenas vuelva a hablar en los medios, para explotar el rechazo del «núcleo anti K». Sin embargo, esa apuesta comenzó a diluirse por el empeoramiento de la crisis, porque ya no logra cerrar filas en el ejército de desencantados que se fuga del núcleo duro de votantes del macrismo.

«Más que desazón, la palabra es preocupación. Tiene su lógica. Sería una irresponsabilidad no actuar en consecuencia, porque las medidas que se anunciaron demuestran la preocupación, pero hay que ver cuál es el margen para remontar la situación», sentenció otro miembro del Ejecutivo que, al igual que el ministro Dujovne, comenzará la semana con la atención puesta en el dólar, con la esperanza de que no se confirme el pronóstico presidencial sobre la volatilidad permanente. «


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(Foto: Télam)


Mapas de arena

Esta semana el gobierno cumplió un año de la primera corrida cambiaria que luego desembocó, tal como anticipó este diario, en el pedido de auxilio del presidente Mauricio Macri al Fondo Monetario Internacional (FMI) para endeudar nuevamente al país. Cinco meses después, en medio de los momentos más álgidos de la crisis, el líder del PRO decidió reducir su Gabinete a la mitad. De esa fecha datan las primeras alternativas que analizó Macri junto con su jefe de Gabinete, Marcos Peña, para resignar sus intenciones de buscar la reelección y autodefinir su mandato de cuatro años como un gobierno de transición encargado de aplicar el ajuste y fundar un «cambio cultural» en la Argentina que luego sería continuado por sus herederos políticos: Vidal o Larreta. De aquellos mapas de arena sólo han pasado siete meses. Una corta línea de tiempo en la que la Casa Rosada ya intentó enterrar la candidatura de Vidal en tres oportunidades, especialmente desde que la gobernadora buscó separar las elecciones provinciales de las nacionales. Sin embargo, ahora son los funcionarios más cercanos al presidente quienes se encargan de asegurar que Vidal no quiere ser candidata y afirmar que el heredero es Rodríguez Larreta, pero en 2023. Esos volantazos no sólo desgastaron al máximo el funcionamiento de la mesa chica que compartieron las tres figuras más importantes del PRO, sino que posibilitaron que la idea de un mandato corto de Macri vuelva a expresar el descontento de una fuerza política que no tiene más dinámica interna que la verticalidad que le reclama su líder, ahora desgastado por encima del cualquier pronóstico para imponer sus decisiones y liderazgo.