Nada de lo que ocurrió en la semana puede hacernos perder de vista lo que ocurrió el pasado domingo, cuando la sociedad acudió a las urnas para expresar mayoritariamente su rechazo a las políticas económicas de este gobierno. El mensaje de las urnas fue categórico. En cuanto a la reacción de los mercados financieros (se decía que «votaban el lunes»), no fue otra cosa que el resultado de la estrategia «nosotros o el caos» que se había encargado de fogonear el oficialismo.

Un discurso que continuó el día lunes con frases del estilo: «es tremendo lo que puede pasar», que salieron de boca del presidente Mauricio Macri. La campaña del miedo llevada al extremo, sin importar las consecuencias sobre una población que ya venía muy golpeada.

La suba del dólar suele reflejar, la mayor parte de las veces, los problemas de la restricción externa que en tantas ocasiones comentamos. Pero esta vez no fue el caso, ya que el lunes se pudieron observar movimientos que no pasan desapercibidos, como ocurrió con la cotización con la que abrió el dólar en el Banco Nación ($ 51), por encima del valor de cierre del viernes 9. Esto indica que hay responsabilidades concretas en lo que respecta a la sobrerreacción que mostró el dólar.

Son las mismas responsabilidades que estuvieron presentes en los meses previos a las primarias, cuando el BCRA prácticamente pisó el tipo de cambio para dar la sensación de control inflacionario. De todas formas, en julio la inflación marcó un 2,2% mensual, un número igualmente alto. Sin embargo, para el presidente «el viernes estábamos bárbaro», y en agosto la inflación iba rumbo a «uno y algo», contradiciendo todas las proyecciones del mercado, que estaban por encima del 2% hasta el final del mandato. Todo esto, claro está, antes de la devaluación. El traspaso a precios implicará una inflación mayor para los meses venideros.

En su columna del jueves, Marcelo Bonelli menciona que «el mercado sobreactuó una suba y generó un clima a favor de Macri. Este traspié especulativo provocó otra cuestión: que el lunes los mercados sobreactuaran la caída y hubiese un derrumbe histórico. Los inversores se defienden. Dicen que no habrían apostado tanto si la Casa Rosada no hubiera avalado esos datos irreales». Poco que ver con la explicación que dio Macri el lunes sobre la burbuja pro oficialista que resultaron ser las encuestas: «los encuestadores le erraron porque la gente tomó su decisión sobre la hora, eso es lo que explica el error tan grande». Textuales que sobresalen del manual de la posverdad, que utilizó –y que seguramente seguirá utilizando—   el gobierno.

En cuanto a la tan mentada búsqueda de «institucionalidad», una de las principales banderas de este gobierno, ¿cómo considerar el optimismo financiero del viernes previo a las PASO, avalado, según dice Bonelli, por el gobierno, en plena veda electoral? ¿Qué decir de la conferencia de prensa de la fórmula oficialista del lunes, con el logo de la Casa Rosada detrás, o de la reunión del Gabinete ampliado en el Centro Cultural Kirchner? Verdaderas acciones de campaña que van en contra de la tan mentada «institucionalidad».

En este marco, la estrategia económica y electoral de fondo sigue sin cambios, sin importar el mensaje que entregó la sociedad. Nos encontramos frente a un gobierno que no está dispuesto a modificar sus políticas y que a lo sumo se embarca en una serie de medidas que sólo intentan disimular los impactos, para tener alguna chance de llegar al balotaje presidencial y evitar, en paralelo, la pérdida de presencia parlamentaria y en los distintos niveles de gobierno.

Alivio escaso

En momentos como el actual resulta necesario ver la magnitud y el alcance de las medidas, lo que rápidamente da cuenta del carácter exiguo de los anuncios del miércoles y jueves.

En primer lugar, la mayoría de las medidas son contrarias al ideario macrista, y han sido históricamente criticadas por sus funcionarios. Quizá el mayor ejemplo sea el decreto de necesidad y urgencia que establece el congelamiento del precio de los hidrocarburos (sin compensación con subsidios a las empresas) y establece que los distintos proveedores «deberán cubrir el total de la demanda que le sea requerida».

Algo similar sucede con la reducción a cero de la alícuota del IVA hasta fin de año para una serie de alimentos de primera necesidad (excluidos los cárnicos). Se dijo que se utilizaría la llamada Ley de Abastecimiento (modificada significativamente por la Ley 26.991, «Nueva Regulación de las Relaciones de Producción y Consumo», de 2014). El reciente decreto 566/19 no hace referencia a esta Ley, pero sostiene en su articulado que «corresponde velar y garantizar el abastecimiento normal y habitual en el mercado interno a efectos de cubrir las necesidades del pueblo argentino», típico de cualquier ley de provisión y acopio de mercancías.

Cabe recordar que Macri expresó en diciembre de 2014 respecto de la Ley de Abastecimiento: «es un mamarracho absoluto. Hay que alejarnos de la discrecionalidad para que haya reglas de juego claras de manera permanente. Ese es el camino necesario para la inversión. No esa ley, aprobada para que una persona sola tenga la suma del poder público. Eso es un modelo que no nos va a permitir progresar». Todo dicho.

Las distintas medidas involucran un monto cercano a los $ 50 mil millones (0,25% del PBI), sólo un paliativo. Para tener una idea más acabada de las magnitudes, sólo la suba de las Leliq del lunes (once puntos porcentuales) representa un costo adicional anualizado de $ 110 mil millones, de mantenerse estos niveles de tasas. Esto es casi seis veces el costo que tendría financiar los medicamentos de quienes viven de su jubilación. Por cierto, se trata de un segmento de la población que no recibirá ningún «alivio», como por ejemplo ocurre con los trabajadores y trabajadoras de los estados provinciales y municipales.

La mayoría de las medidas, tal como fueron presentadas, generarían un beneficio de $ 2000 por al menos dos meses para trabajadores, monotributistas y perceptores de AUH. Si el salario medio de los trabajadores registrados es de aproximadamente $ 40 mil, la pérdida en su poder de compra a partir de la futura inflación sería mucho más que los $ 2000 que, en promedio, recibirían. Un dato muy general al solo efecto de tener otra idea más de la austeridad de las medidas.

Resulta interesante considerar algunos aspectos de las becas ProgresAr. A fines de 2015 había 700 mil beneficiados, y a inicios de 2019 se bajó la cantidad a 505 mil, casi un tercio menos. Las nuevas becas de 2019 se mantuvieron a los mismos valores que las de 2018, con lo cual perdieron un 47,6% durante 2018 y un 22,4% en los primeros seis meses de este año. Un aumento del 40% apenas compensa la mitad de la pérdida de los últimos 18 meses.

Al igual que pasaba con los anabólicos previos a las PASO, casi todos los anuncios duran hasta octubre o fin de año. Un intento de manipulación de la opinión pública para influir en el voto. Se desconoce una lección: que a la gente no le alcanzan sus ingresos, algo de lo que el gobierno sigue sin darse por enterado. La misma estrategia de dar migajas ahora para ajustar a fondo en caso de contar con otros cuatro años . «