Claudio Tapia avanzará esta semana hacia la consolidación de su poder en el fútbol argentino. Si hace tres años asumió con sus movimientos recortados, en una alianza clave con Daniel Angelici y entregándole la Primera a una estructura autónoma, tres meses después de caído el macrismo tanto en el país como en Boca, el presidente de la AFA estableció un sistema de consensos que le permitirá reacomodarse en su lugar con espaldas más anchas. Aunque en 2017 tenía los votos del Ascenso, una base de voluntades envidiable para cualquier dirigente con ambición de gobernar el fútbol, Tapia necesitó la llave política para acceder al domicilio que Julio Grondona controló con ojos de domo durante tres décadas y media.

Tenía que negociar con Mauricio Macri, el inquilino de la Casa Rosada, que extendía sus brazos en el fútbol por distintos lugares. Todos tuvieron que ceder, es cierto. Tapia accedió a la formación de la Superliga, por afuera de la AFA, pero Macri se resignó a que las sociedades anónimas encontraran un dique en Viamonte 1366. Los unía un adversario en común, se llamaba Marcelo Tinelli, un aspirante a la AFA al que querían sacar de la cancha. A medias, pero lo hicieron. Esa cartografía está ahora en un proceso de mutación.

En la reunión de comité ejecutivo de este miércoles saldrá una convocatoria a asamblea para la semana siguiente, el 19 o 20 de este mes. Lo primero será darle la última palada de tierra el experimento de Superliga, un organismo que nació bajo la excusa de ordenar el fútbol argentino y que se despedirá sin haber previsto que en la última fecha de un torneo a veces hay aspirantes a un título en dos partidos distintos. Solución de la Superliga: no habrá coronación para ninguno, que la copa se entregue en el primer partido de local del torneo siguiente. Pero no es el funcionamiento de la Superliga lo que lleva a los dirigentes a desarmar lo que ellos mismos armaron hace tres años. Lo que los mueve es la reescritura del poder y el manejo de la caja.

Ya ni haría falta que Angelici renuncie al cargo que aún ocupa en AFA, el de vicepresidente, que hasta último momento reivindicó para él y no para el club que representaba. La asamblea que se convoque adelantará para este año las elecciones que estaban previstas para marzo de 2021. Será un espaldarazo a Tapia, pero la clave es que se conformará una nueva conducción en comité ejecutivo, con Jorge Amor Ameal en el lugar de Angelici. Si las negociaciones avanzan por el camino que se estableció hasta acá, Tinelli tendría la segunda vicepresidencia, además de conducir la nueva Liga Profesional. Hasta acá, San Lorenzo estaba afuera de la AFA. Por Tinelli y también por Matías Lammens –expresidente del club, hoy ministro de Turismo y Deportes– que enfrentó al macrismo y no comulgó con el entente Tapia-Angelici. Lo mismo que Rodolfo D’Onofrio, el presidente de River, al que Tapia busca sumar para esta nueva. El empresario, de negocios en común con Gerardo Werthein, no pondrá obstáculos. Dejará el club en diciembre del año que viene después de dos mandatos con grandes resultados y una buena imagen de su gestión y su interés no está en el fútbol sino en la política, acaso en un cargo electivo en las próximas elecciones de medio término.

Tapia movió rápido las piezas para sacarse de encima una Superliga que, además, le entregó buenas excusas cuando sus calendarios se interpusieron con el de las selecciones. Pero lo intolerable era no manejar la caja de Primera, los contratos de marketing y de televisión, unos 6500 millones de pesos. Dos nuevos aliados de Tapia, conocedores de esa industria, buscarán mejorar esos números: Tinelli y el vicepresidente de Boca, Mario Pergolini. La rosca del fútbol permite estas vueltas de la vida entre dos hombres que hace unas décadas rivalizaban por el rating de la televisión. Entre lo de la AFA y lo de Pergolini, para Tinelli es una temporada de reencuentros.

El contrato con Fox-Turner se firmó hasta 2022 con una cláusula para estirarlo cinco años más. AFA buscará más dinero, además de negociar los derechos para el exterior y explorar otras plataformas. Sin la Superliga de por medio, haciendo Albertismo puro –reformar pero sin romper nada del todo–, la AFA y el gobierno procuran que tres partidos –viernes, sábado y domingo– vayan por la TV Pública desde el torneo que viene. Por eso también se impuso la idea de que la próxima asamblea modifique los descensos –que en vez de tres haya dos y una promoción– y, entonces, se mantengan los 24 equipos. A más encuentros, mejor se para en la negociación con las empresas, que podrían ceder partidos para evitar costos de producción.

Pero el escenario, con un contrato que quedará a manos de la AFA, entrega otras complejidades a partir de la compra de Fox por parte de Disney, una fusión que tuvo su gran envión esta semana con el inicio de la fase de grupos de la Copa Libertadores, que mezcló pantalla, relatores y comentaristas de ESPN y Fox Sports. Ese nuevo mapa empresarial, según confiaron diversas fuentes a este diario, podría derivar en que Turner, a través de su señal TNT Sports, se quede con la totalidad de los derechos del fútbol ya sin la sociedad con Fox, absorbida por Disney.

Son detalles finísimos que analizan abogados de cada una de las partes, pero que podrían resumirse en una relicitación o un nuevo contrato ante la nueva posición dominante de Disney, que acumula diversas competencias y señales deportivas, lo que hasta para su misma organización ya comienza a ser un problema. ESPN estaría dispuesto a soltar ese contrato. Y en Atlanta, sede central de Turner, ya analizan el panorama de ser los dueños absolutos del fútbol argentino. En la AFA, mientras tanto, se relamen porque un nuevo contrato podría impulsar la negociación de una nueva llave que, envalentonados, algunos dirigentes estiman entre los 4500 y 5000 millones de pesos. Lo que se mueve no es sólo política.