Es septiembre de 1982. Ricardo Melogno, un joven de 20 años recién salido del servicio militar obligatorio, comete en pocos días cuatro asesinatos de taxistas. Tres en el barrio de Mataderos y uno en el Conurbano. Sin causa aparente, todos los crímenes tuvieron la misma mecánica. El asesino no dejó ni un solo rastro. Por varias semanas, el caso tuvo en vilo a la policía y a los medios masivos hasta que el propio padre de Melogno lo entregó a la justicia. Fue encarcelado bajo diferentes diagnósticos psiquiátricos: personalidad anómala, trastorno esquizotípico de la personalidad, trastorno de personalidad antisocial con núcleos esquizoides, cuadro delirante crónico, psicópata esquizo, perverso histérico, autista, entre otros.

Treinta y cinco años después, Melogno sigue preso. Por discrepancias entre los psiquiatras forenses porteños y bonaerenses no pudo recuperar jamás la libertad. Pasó por una docena de presidios e instituciones de encierro. Fue obligado a ingerir toneladas de psicofármacos y sometido a muy diversos tratamientos. Y sufrimientos. En la actualidad, más que un serial killer, Melogno, un hombre ya mayor, luce casi como “un empleado público”.

En Magnetizado, segundo libro del escritor chaqueño Carlos Busqued, se reconstruye el caso a partir de más de 90 horas de entrevistas, recortes de diarios de época, documentos forenses y testimonios de psiquiatras. Un texto de no ficción minucioso, raro, hipnótico, quizá inclasificable. Un breve periplo con paradas obligadas en la enajenación, el crimen, el encierro y la gris y fascinante psicología forense.

Busqued lleva más allá las fronteras de lo literario, borra su subjetividad y poco más que desaparece del relato. En realidad, el autor se hace cuerpo en la edición y el montaje de las entrevistas. Un recurso heredero de la literatura non fiction de Rodolfo Walsh, también, por qué no, de la mexicana Elena Poniatowska.

En su trabajo, Busqued evita la interpretación y el juicio, deja espacio para lo único que puede acercarnos a comprender la naturaleza de los crímenes: la magnética voz de su protagonista. Un preso, casi un fantasma, que al final del libro confiesa: “La única expectativa que tengo, la única deuda trascendental, es ser una persona. Yo fui una cucaracha. Después un monstruo. Y después un preso. Me gustaría ser una persona. O sea, no ocultar lo que fui, pero … ser una persona común. Cuanto más pueda desaparecer entre la gente, mejor.”