En la sede de Virrey Cevallos 592, Estela de Carlotto da vuelta la foto, pide prestada la lapicera y pregunta: «¿Sabés la fecha? La voy a anotar». La fecha: domingo 3 de noviembre de 2002. La foto: ella, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, recibiendo margaritas, azucenas y rosas blancas desde las manos de Francesco Totti, el eterno capitán de la Roma, retirado el último fin de semana de mayo después de 25 temporadas con la misma camiseta.

Estela y Francesco están en el estadio Olímpico, debajo de la Curva Sur, donde van los grupos de tifosis que suelen, además de pelearse con los de la Lazio, librar internas por la organización de la tribuna. «Fue muy difícil, pero después de tres meses, acordaron. Y salió todo bien», recuerda Jorge Ithurburu, titular de la asociación 24 de Marzo y gestor del agasajo, desde Italia. Y entonces, de pronto, cada hinchada baja sus pancartas, y sube una «Dos pueblos, un único dolor» y otra «Estela, símbolo de Paz».

Francesco Totti, siempre preocupado por causas sociales, había ganado el Scudetto 2001, el tercero en la historia de la Roma. No todavía el Mundial de Alemania 2006 con Italia. Dos meses antes, Estela de Carlotto había sufrido un atentado: balazos mientras dormía en su casa de La Plata. Aún no había conocido a su nieto, apropiado durante la dictadura. Se cumplirán 15 años de aquel encuentro.

¿Qué se acuerda?

-Nosotros viajábamos a Roma permanentemente. Es una de las ciudades más solidarias con Abuelas. Por razones de inmigración, Italia tuvo muchas relaciones con Argentina. Carlotto, mi marido, era de origen italiano. Entonces empezamos a hacer amistad con muchísima gente. (Sandro) Pertini, un presidente súper solidario, nos recibió. También el Parlamento. Se iniciaron juicios allá, porque había muchos exiliados. Entonces se dieron actos de solidaridad. En este caso, la hinchada de la Roma nos invitó a ver un partido. Jugaba con Perugia…

Se acuerda mucho.

-Me lo recordó Jorge Ithurburu. Él canalizó siempre los encuentros, las ideas. No sé si coincidió con un juicio, pero lo cierto es que acepté ir a la cancha. No soy muy del fútbol. Mi marido jugaba en Estudiantes de La Plata. A los 16 años ya jugaba en Tercera, con un equipo bárbaro, y por ahí tengo los recortes de los diarios, y antes de morir lo hicieron socio honorario. Al fútbol no lo entendía. Tal es así que él lo miraba por televisión y me iba. «¿Por qué te vas?», me decía. «Porque no entiendo. Y segundo, si estoy te traigo mala suerte. Prefiero irme así gana Estudiantes». Entonces me iba. A veces me sentaba y empezaba a perder Estudiantes. La cuestión que fui al estadio Olímpico. Voy a la tribuna y me hacen bajar a la cancha, y ahí vinieron todos los barrabravas, cada uno con un tipo diferente de bufanda, muy bonitas, de lana, y me las regalaron. Después se las regalé a mis nietos. La gente me aplaudió. Levantaron un cartel que decía: «Estela, símbolo de Paz». Los jugadores me saludaron. Hermoso. Y yo ahí, con Jorge Ithurburu, que me hacía de traductor. De repente viene un muchacho, jovencito, con el pelo mojado, y me entrega un ramo de flores. Le digo muchas gracias. Era un jugador. Entonces subo a la tribuna, empieza el primer tiempo, y le pregunto a Jorge: «Decime, ¿quién era ese muchacho todo mojado que me regaló las flores?». Se empieza a reír y me dice: «¡Totti, Estela! ¡El jugador más famoso de la Roma!». Ahí perdía Roma 2-0. En el tiempo de descanso bajamos a tomar algo y les dije: «Déjenme acá. Me quedo a tomar algo». Macana. Dije: «Soy mufa, y si pierde me van a quitar las bufandas, las flores, y van a decir ‘esta vieja trae mala suerte'». Me quedé ahí. Y empataron 2-2, con gol de Totti. Quedó para la historia, me alegró. Era increíble cómo lo querían, y sé que es muy generoso.

-¿Cómo es su relación con el fútbol?

-Extraña, pero nos ayudó en esta lucha que tenemos con Abuelas, donde abarcamos todos los espacios sociales. El deporte es un valor increíble que nos ayuda para que aquellos chicos que van a la cancha, si ven un cartel de que si tienen dudas sobre su identidad, se acerquen a Abuelas. Hablamos con los clubes. Con River, Boca, Gimnasia… Y Estudiantes, que está (Juan Sebastián) Verón, un divino, que nos quiere un montón. Me ha invitado a ir a dar charlas al predio de entrenamiento, y ahora me regaló la camiseta de 40 años de Abuelas y me hizo socia honoraria. Tenemos un convenio para trabajar con ellos. Mis hijos son de Estudiantes, y muchos de mis nietos de Gimnasia.

-Ignacio Montoya Carlotto, su nieto, el 114 recuperado, es fanático de River. A mitad de 2014, usted se encontró con Lionel Messi y los jugadores de la Selección antes de que viajen al Mundial de Brasil. Dos meses después, encontró a Ignacio. ¿Hubo algún punto de contacto?

-Todo puede ser. A Maradona lo vi en el Mundial de Sudáfrica, en 2010. Aunque a Maradona lo conocí en Cuba, cuando hicimos el 1º de Mayo en la Plaza de la Revolución con Fidel, en 2000. Caminábamos con Fidel hasta el Malecón, y los que nos acompañaban nos dijeron: «En esa casa está Maradona». Entonces lo veo, que miraba cómo pasábamos con Fidel y la gente. Me desprendo y le grito: «¡Maradona! ¡Una Abuela de Plaza de Mayo te saluda!». Y dice: «¡Uuuh!». Justo el día anterior yo había estado en la televisión. «Uuuh, Abuela», me saludó. Estaba por allá (Guillermo) Cóppola, y le digo: «Cuídelo, eh, cuídelo». Y seguí caminando. Fue la primera vez que lo vi. Se ve que había visto el programa y me reconoció. Y en Sudáfrica estuvo buenísimo. Con Messi también. Puntos de contacto. Todo vale. Todo tiene influencia. Todo ayuda. Pero sobre todo lo que le pasaba dentro de él.

-¿Cómo vivió 1978, el año en que asesinan a su hija Laura y el del Mundial?

-Tremendo. Ella fue secuestrada a fines del 77. Yo no sabía que estaba esperando un bebé. Estaba clandestina en Buenos Aires y no se veía conmigo porque era riesgoso. Se veía con el padre, que viajaba mucho porque tenía un negocio. Estábamos vigilados. Así que en el ’78 empiezo a juntarme formalmente con las Abuelas y a buscarla. En abril me entero de que estaba esperando un bebé. Y el 25 de agosto la asesinan. En el medio, se hizo el Mundial. Estábamos en casa, todos alegres, mis hermanos, y mi marido y yo llorando: «¿En qué país viven? Están brindando, y los gritos de gol están callando los alaridos de los torturados», decíamos. En La Plata era de todos los días. Que los compañeros habían sido asesinados. Lo sabían. Fue muy doloroso. Después vino el 79, y vino la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y también utilizaron el fútbol para callarnos.

-En el centro clandestino La Cacha, donde estuvo secuestrada Laura, actuó el represor Alberto Candioti, que además fue vicepresidente de Colón de Santa Fe y dirigente de la AFA. ¿Cuánto se camuflaron los represores en la sociedad civil?

-Fue muy fuerte. Los jueces, ni hablar. Después, los empresarios, que entregaban a sus obreros. Milagro Sala está presa en Jujuy por el que tenía la azucarera Ledesma, que está vivo y tiene que ser juzgado. Techint, todos esos. Mucha gente del campo, que prestó sus estancias para que los militares torturaran. Y ahora estamos viendo si no agregamos la responsabilidad clerical. Hubo quienes, dentro de la Iglesia, bendecían las armas y decían que hacían el bien. Muy pocos se jugaron la vida. Hubo una gran complicidad civil.

-¿Cuál es hoy la reacción de la sociedad?

-La población está movilizada. Hay mucha información instantánea de lo que se hace y pasa. Algunos medios, muy pocos, cuentan lo que pasa. Otros no. Y hay evidencia de qué tipos de cosas sucedieron y suceden. Las canchas de fútbol se llenaron de mensajes en contra del 2×1. Fijate las reacciones, cómo el cambio de gobierno produjo ciertas reacciones: hubo 500 mil personas en la Plaza. Ese día me llamó un periodista y estaba viajando para Abuelas. Me dice: «¿Se enteró lo que hizo la Corte Suprema?». Le digo que no. «El 2×1 para perdonarles las condenas a los militares y para que pueden recuperar la libertad». Me salió: «Este gobierno de ladrones, inservibles y mala gente. Es lo que quiere hacer Macri». Llegué y enseguida los organismos de Derechos Humanos nos reunimos, hicimos una conferencia y fueron 500 mil personas a una convocatoria rápida, que se hizo como se pudo. El discurso no era contra el gobierno, era contra la Corte Suprema. Pero ahora hay que estar atentos. No se sabe. Vamos a ver ahora qué pasa en las elecciones de octubre. Ojalá hicieran cosas buenas, pero no. Vamos a seguir. Falta mucho. Hay que aguantar, sin resignación, combatiendo sin violencia.