Tras ocho horas de incertidumbre luego de la breve exposición del presidente Mauricio Macri, durante las cuales los grandes inversores y especuladores vendieron pesos y compraron dólares en un virtual golpe de mercado, el Fondo Monetario y el Ministerio de Hacienda hicieron declaraciones públicas optimistas y sin detalles.

Christine Lagarde, directora del FMI, dijo en un comunicado emitido a las 18.30 de este miércoles que mantuvo “una conversación productiva” con el presidente Mauricio Macri en la que el mandatario argentino expresó su “deseo de trabajar en el fortalecimiento de las políticas que sustentan el Acuerdo Stand-By con el FMI”. También reiteró su “apoyo” a la Argentina.

El ministro Nicolás Dujovne, quien habló en Casa de Gobierno con los periodistas acreditados allí dijo poco después del comunicado del FMI, que “no hay otra manera que reducir el déficit fiscal para que la Argentina evite la crisis y prospere”. Y agregó: “El país va a tener más financiamiento en los próximos meses”.

Aunque coincidente con Dujovne, el comunicado de Lagarde fue contradictorio respecto de lo que señaló el presidente poco antes de las 10 de la mañana del miércoles. “Hemos acordado con el FMI adelantar todos los fondos necesarios para garantizar  el cumplimiento del programa financiero del año próximo”, dijo Macri.

En cambio, Lagarde fue mucho más cauta: “He instruido al personal del FMI para que trabaje con las autoridades argentinas a fin de fortalecer el acuerdo respaldado por el Fondo y reexaminar el cronograma del programa financiero. He acordado que nuestro objetivo es llegar a una conclusión rápida de estos diálogos para presentarla a nuestro Directorio Ejecutivo para su aprobación”.

Lagarde prevé que el jefe del ‘caso’ argentino, Roberto Cardarelli, reciba en Washington a enviados del Ministerio de Hacienda y el BCRA. Y que el directorio del FMI discuta y apruebe el nuevo acuerdo.

Cabe preguntarse si estas declaraciones alcanzan para generar en los inversores la idea de que no faltarán dólares para pagar los compromisos públicos.

Es que el programa financiero oficial –que de aquí a diciembre de 2019 debe responder por unos 50.000 millones de dólares entre capital e intereses– no contempla las necesidades corrientes de divisas que emergen de la deuda privada, del comercio exterior, de la incesante fuga de capitales y hasta del turismo y las compras en el exterior, todo lo cual puede añadir otros U$S 30.000 millones que deberán ser provistos por el Banco Central. Pero a esto se añade la bomba explosiva de las Lete, un título del Tesoro de corto plazo y en dólares que el gobierno empleó para eliminar parcialmente las Lebac y cuya renovación no está de ningún modo garantizada.

Marina Dal Poggetto, economista de la consultora EcoGo, subrayó a radio Led que “los vencimientos de Argentina no son demasiado grandes. Pero ningún país puede financiar los vencimientos de capital sin refinanciarlos en el mercado. Se va al FMI para poder despejar esa duda”.

El acuerdo con el FMI plantea, en términos básicos, un ajuste financiero y fiscal para asegurar el pago de la deuda pública. Es decir, de un lado, reducir los alcances del estallido de la burbuja financiera que alimentó el crecimiento especulativo de la Argentina desde 2016 para lo cual aporta fondos; del otro, reducir el déficit fiscal como garantía de repago de las deudas públicas.

La aparición de Dujovne cortó los rumores que hablaban de su renuncia por las supuestas diferencias que mantendría con el titular del Banco Central, Luis Caputo. Operadores del mercado señalaron a Tiempo algunas de esas diferencias; concretamente, el Ministerio de Hacienda venía desmintiendo cualquier posibilidad de cambio del convenio con el FMI. En la noche del martes, voceros de esa cartera se comunicaron con Tiempo para advertir que no habría anuncios de ningún tipo.

Este comportamiento contrastó con el activismo del BCRA en su apuesta por obtener más dólares del FMI a fin de cubrir el desarme del 30% de las Lebac, entre otras operaciones financieras de alto riesgo.

Además, en su visita a EEUU en el último fin de semana, Caputo desplegó un ambicioso abanico: ampliar la negociación con potenciales proveedores de dólares, como los bancos centrales de EEUU y China y el Tesoro de EEUU.

Corrida

El valor del peso se devaluó el miércoles, por séptima jornada consecutiva, un 7,5% en el mercado minorista, al pasar de $ 32,07 a $ 34,48. Con todo, estos niveles son promedio y en muchos bancos el dólar se  vendía arriba de $35 y hasta en $36.

Más destacado fue el movimiento en el segmento mayorista, donde el dólar subió un 8,4% al pasar desde los $ 31,35 de la apertura hasta los $ 34.

En el medio, a las 12, el BCRA licitó U$S 300 millones, los que fueron adquiridos en su totalidad por los grandes inversores –los únicos que pueden participar de la licitación- a un precio promedio de $31,63.

Es decir, en el transcurso de tres horas, un especulador que adquirió los dólares del Banco Central ganó un 7,5%. Esta es la dinámica que critican algunos analistas del mercado financiero, para quienes la entidad que dirige Caputo dilapida reservas del mismo modo que lo hizo antes Federico Sturzenegger sin más consecuencia que el enriquecimiento de un puñado de especuladores.

En tanto, el riesgo país pegó un salto del 5,7%, hasta los 728 puntos. Ello quiere decir que los inversores se desprendieron de bonos de deuda soberana argentina. Este desapego por los valores argentinos también se mostró en Wall Street, donde los inversores vendieron a mansalva los  papeles argentinos, que perdieron hasta 11%, con especial saña en los bancos.

 El índice Merval creció un 1,46% “para aprovechar oportunidades ya que muchas acciones se encuentran subvaluadas”, según expresó un operador a Tiempo.