Las pausas. Eso y la entonación eran los regates típicos de Tom  frente al micrófono.  Pero, a decir verdad, eso es simplificar; tenía una paleta interminable de recursos para hipnotizar oídos. Pero sabía (y lo hacía saber) que la poesía estaba en las palabras, no en la interpretación, pero solo había que transmitirla con verdad. Era un militante del lenguaje. Fue locutor de radio, psicoanalista, aprendiz de boxeador, periodista, editor y profesor universitario, además de un gran difusor del rock y de la poesía. Recurría a Shakespeare y al flaco Spinetta, tanto como a Leopoldo Marechal. A Girondo. A Macedonio. A Galeano y tantos otros. Pero parecían suyas esas palabras.

Cuando Lupo decía algo, cada palabra era pensada, calculada y disparada con la maestría del que sabe como embellecer aquello llamado oración, un conjunto de palabras encadenadas con un sentido para transmitir algo, y que al otro le suceda algo. La cadencia de su decir era tan prolijo como su coherencia y cohesión en cada cosa que decía. Pero era natural en él ese estilo. Así había aprendido de chico.

En Charata, Chaco, nació el día que Perón y Evita se casaban, 22 de octubre de 1945. En ese pueblo había un solo cine y daban una película por semana, los jueves y los sábados en matiné. Sus padres no tenían con quien dejarlo, así que iban al cine y lo llevaban  los jueves, pero los amigos iban a la matiné del sábado entonces  Carlos Luis Galanternik, quien luego seria conocido como Tom Lupo (sobrenombre que se autoimpuso en un juego dialéctico e idiomático en el que su admirado Tom Wolfe viró a Tom Wolf, lobo en ingles, pero que en italiano se dice lupo), se dio cuenta de algo. El dueño del cine no concebía cobrar por algo que ya se había visto. Eso fueron sus primeros oídos atentos.

Se vino a Buenos Aires  y en la secundaria un profesor debía darle educación democrática, pero considero que era mejor leer literatura argentina y latinoamericana. Ese era Haroldo Conti. Ahí fue otro quiebre en la cabeza de Carlos. Sabía que quería ser un simple obrero del lenguaje. Su travesía ya tenía una costa a cual llegar, pero  como todo joven  no sabía cuál era ese camino para llegar a destino. Galanternik dice que estudió medicina justo hasta llegar a los cadáveres, y que como era un mentiroso de orientación vocacional pensó que podía ser abogado. Pero también los aforismos de Pizarnik lo obsesionaban y siempre se encontraba haciendo una gran cantidad de recitales de poesía, difundiendo autores como Federico García Lorca, Juan Gelman, Raúl González Tuñón, Fernando Pessoa, Alejandra Pizarnik, Oliverio Girondo o Leopoldo Marechal, entre otros. Entonces escribía.

Estudio psicología porque también le gustaba escuchar e indagar en la mente humana. Pero fue la radio donde explotó su talento de orador y su timbre de locutor, y pudo ser quien fue. Trabajó ininterrumpidamente en diferentes programas radiales, desde allí fue jugando su juego de armador.

Era muy respetuoso de la sabiduría y el gusto popular. Pero le gustaba pensar que sus trabajos daban de comer al alma de los oyentes. Poesía, reflexiones, y música. El arte de pensar. Y disfrutar claro, algo q que siempre dejaba claro.

También lee: Mirió a los 74 el locutor y escritor Tom Lupo

Fue el que difundió bandas emergentes (en su momento)  como Sumo (con Luca Prodan compartió larguísimas charlas sobre Lacan y Freud, entre otros temas), Los Redondos, los Ratones Paranoicos, Soda Stereo, los Fabulosos Cadillacs o los Alerta Roja. Con los años se transformó en un referente. Muchos lo recuerdan tirando paredes mágicas en el programa El loco de la Colina de Carlos de la Rúa, en Radio Uno, o conduciendo Taxi en Radio Provincia de La Plata. Pero su genio abarco otros campos también.

Editó las revistas Alfonsina, Banana y Twist y gritos y colaboró en innumerables diarios y medios gráficos. También participó como actor en varias películas y espectáculos teatrales. Se dio gustos inesperados: hizo dos discos En mi propia lengua (2009), que fue musicalizado por Fernando Samalea, y  que se llamaba igual que el programa cultural que hacía por esos tiempos en las mañanas de FM La Tribu . En 2011 sacó el álbum Giro hondo, sobre textos de Girondo, con la participación de León Gieco y Luis Gurevich.

Dos libros salieron de sus dedos, uno en 1979 llamado Palabras para la esfinge. Poesía y psicoanálisis, y en 2004 otros llamado Entre muebles y sombras. Copetes, poesías, cuentos, aforismos, grafitis y otras combinatorias. En televisión condujo el programa Neosonido 2002 y Agenda cultural en Canal 7 de Argentina, Volver Rock, junto a Catarina Spinetta, Medios y comunicación con Raúl Barreiros y Oscar Steimberg. Realizó la locución de diversos programas emitidos en Canal (á) (Encuentro, Ciudad abierta), y fue panelista del ciclo El lugar del medio; Fue panelista recurrente del programa «Bendita TV», de canal 9 en los últimos años.

El sábado 20 de junio de 2015 Lupo, tras sufrir un accidente automovilístico ocasionado por un Fiat Palio que iba a alta velocidad por Figueroa Alcorta -a la altura del edificio de la TV Pública- «cortando semáforos», fue trasladado al Hospital Fernández, después fue derivado al sanatorio Mater Dei, del barrio porteño de Palermo. Allí estuvo unos meses en coma inducido. Luego de ese evento nunca logró recuperarse del todo. “No cualquiera se merece un accidente” decía Nietzsche

Falleció a los setenta y cuatro años, este lunes lluvioso, y el acto poético de la transformación convirtió a el 4 de mayo de 2020 en el día que Tom Lupo hizo su ultima pausa, quedará como un silencio de radio, esos que  tantas veces dejo escapar. “Hay algo que nos iguala a todos, la muerte”, solía decir en entrevistas. Lo que vendrá luego esta pausa, vaya uno a saber en qué lugar del éter estará por ser escuchado.  Lo que es seguro es que a Tom Lupo siempre le gusto el suspenso.