Un graffiti en la East Side Gallery de Berlín, la exhibición de arte callejero a cielo abierto realizada sobre el último gran fragmento del muro que dividió la ciudad, transmite su mensaje con claridad en dos líneas. Garabateadas al pasar como versos de un brevísimo poema, la primera de ellas presenta una pregunta que la segunda responde: «How’s God? She’s Black» (¿Cómo es Dios? Ella es negra). La brevedad del mensaje multiplica su poder como anuncio (o deseo) del final del patriarcado eurocéntrico. Un exponente de la virulencia con que las consignas del feminismo se expandieron en lo que va del siglo XXI. Demandas que buscan imponer en los hechos una igualdad que en el terreno de la lógica sólo se atreven a negar los necios. Como en revoluciones previas, la poesía vuelve a convertirse en arma.

Tres libros de edición reciente pertenecientes a tres jóvenes poetas, dos argentinas y una española, confirman el poder de la poesía para amplificar la nueva mirada de las mujeres, convirtiéndose en un instrumento fundamental en la construcción de un nuevo modelo de feminidad. Con toda intención, los poemarios Un hogar fuera de mí, de Luciana Reif, Otro caso de inseguridad, de Patricia González López, y Alzar el duelo, de la española Loreto Sesma, se convierten en emergentes de su tiempo, funcionando como engranajes de un manifiesto universal que, como un espejo con millones de facetas, va construyendo un cuerpo colectivo a partir de la suma de las miradas que lo componen.

Ya desde el título, el libro de González López pone el acento en el peso que la construcción mediática tiene sobre las formas de representación de lo femenino. Otro caso de inseguridad replican los titulares repetidos en diarios y pantallas, subrayando el lugar de víctimas del mandato machista que sigue sufriendo la mujer. «¿Qué es la inseguridad?/ ¿La policía/ el próximo enamoramiento/ o yo?», escribe la poeta, que amontona en unos cuantos versos la suma de todos los miedos: las instituciones, los hombres y el lugar de la propia mujer dentro de la ecuación.

«Estoy cansada de esos hombres,/ quiero brillar,/no ser la luna que resplandece/ con luz ajena»: Reif le pone nuevas y mejores palabras al viejo axioma que esconde a la mujer detrás del hombre. Como la de su colega, su poesía desborda formas novedosas de representar deseos, miedos y frustraciones femeninas. Pero no se trata de meros actos de militancia. Reducir a eso sus trabajos sería una nueva máscara del menosprecio, del mismo modo que limitarse a destacar su carácter de retrato femenino equivale a negar el carácter de expresión de un estado del mundo a través de la poesía. «Yo tenía ocho años ese mediodía/ que volví a casa llorando, un chico/ del colegio me arrinconó en el pasillo/ […] y besó mis labios./ Cualquier ser es un demonio/ si no es una la que decide abrir/ las puertas de su cuerpo», exhibe Reif la raíz del machismo. «–No podemos hacer nada piba/ para evitar tu muerte/ prometemos mostrarlas en televisión/ si pasa algo grave,/ indignarnos cuando llegue el momento», escribe González López y parece completar un díptico abierto por Reif.

La española Sesma es la más joven de las tres pero, curiosamente, la que desarrolla un estilo formal más clásico, con rimas explícitas y eludiendo la coloquialidad que caracteriza a las argentinas. De intenciones menos colectivistas, la poesía de Sesma representa la búsqueda de una voz individual, esperable en una chica de 22 años. Aunque sus poemas trabajan sobre la hipérbole de los deseos propios, la cuestión femenina consigue colarse a través de algunos versos. «Yo aún quería ser niña/ y tú me abalanzaste a las garras de la realidad», escribe la española y es imposible no pensar en el paraíso que perdemos cada vez que a una niña alguien le impone el peso de lo real. «

Invitación

P. González y L. Reif serán parte del Encuentro Hispano Argentino de Poesía, el 9 de noviembre a las en el Centro Cultural de la Cooperación.