El lema fue «Eligiendo grandeza» y algunas palabras clave fueron «boom económico», «muro», inmigrantes» y «socialismo». «»América nunca será socialista», dijo, en un giro que recordaba al quinto presidente estadounidense, James Monroe, en el marco de la justificación de su ataque contra el gobierno de Nicolás Maduro.

Era el segundo show de un hombre que sabe manejar los tiempos televisivos como nadie en la política de Estados Unidos y desde el punto de vista del espectáculo, no defraudó. Pero esta vez Donald Trump no tenía viento a favor: se enfrentó a un parlamento que desde que los demócratas ganaron la Cámara baja el año pasado, no tiene ganas de perdonarle una.

Por eso, este segundo Discurso del Estado de la Unión, la tradicional apertura de sesiones legislativas, se demoró hasta este 5 de febrero ante la firme postura de la jefa de la bancada de la oposición, Nancy Pelosi. Trump se había negado a firmar el presupuesto, que no contemplaba fondos para construir el muro en la frontera sur, y en ese juego de presiones y contrapresiones, decretó el cierre parcial del gobierno. Durante 35 días solo se cubrieron necesidades básicas del aparato estatal. Hasta que, convencido de que era una batalla perdida, aceptó esta derrota, aunque no bajará los brazos, como señaló repetidamente.

Gran parte de su discurso de la noche de este martes, horario central en la tevé, consistió en mostrar al ciudadano -que no a los presentes en la sala- todo lo que juntos pueden construir republicanos y demócratas si marchan juntos con el mismo objetivo.

Trump recordó entonces las glorias pasadas durante la Segunda Guerra Mundial y la carrera del espacio en la era de la Guerra Fría. Pero también puso en la mira su diferencia con el establishment en cuestiones más actuales, como en su guerra comercial con China o estratégica con Rusia.

Agudizó también su grieta con el «estado profundo» al destacar que entre el 27 y el 28 de febrero se reunirá con el líder norcoreano en Vietnam para llegar a un acuerdo nuclear. Al mismo tiempo volvió a defender la ruptura de los «desastrosos» acuerdos nucleares con Irán, un país, según él, que patrocina el terrorismo, «canta la muerte de EEUU» y «amenaza con el genocidio del pueblo judío».

Y afirmó que están avanzadas las negociaciones en Afganistán para alcanzar un acuerdo político en el que no dejó afuera de la mesa a nadie, ni a los talibanes. «Las grandes naciones no pelean guerras interminables», señaló en relación a una contienda que ya lleva 19 años y junto con la de Irak, según destacó, le costó la vida a 7000 soldados estadounidenses e implicó gastos por más de 7 billones de dólares del erario público.

También se ufanó de que se «limpió» el terreno de «los asesinos sedientos de sangre» de Estado Islámico en Siria, otra región donde a pesar de la política intervencionista de gran parte de la secretaría de Estado y el Pentágono, apoyados por legisladores de ambos partidos, dijo que iba a retirar las tropas en breve. De hecho, apenas 24 horas antes del discurso, el Senado, controlado por los republicanos, había aprobado por mayoría una propuesta criticando precisamente la decisión de abandonar esas regiones.

Donde no hubo controversia fue en la posición sobre Venezuela, y aquí es bueno destacar la articulación que hizo Trump.

«Hace dos semanas, los Estados Unidos reconocieron oficialmente al gobierno legítimo de Venezuela y su nuevo presidente interino, Juan Guaidó. Estamos con el pueblo venezolano en su noble búsqueda de libertad y condenamos la brutalidad del régimen de (Nicolás) Maduro, cuyas políticas socialistas han convertido a esa nación, la más rica de Sudamérica, en un estado de pobreza extrema y desesperación. Aquí, en los Estados Unidos, estamos alarmados por los nuevos llamados a adoptar el socialismo en nuestro país. América se fundó en la libertad y la independencia, no en la coerción, la dominación y el control del gobierno. Nacemos libres, y nos mantendremos libres. Esta noche, renovamos nuestra determinación de que América nunca será un país socialista», dijo.

La acotación viene a cuento de que en la actual composición del Congreso estadounidense hay varios legisladores que reivindican el socialismo, como el senador Bernie Sanders y la representante estrella. Alexandria Ocasio-Cortez. Pero se debe destacar que Trump fue preciso en el término que usó.

América en boca de estadounidenses suele significar Estados Unidos, aunque cuando necesitan mayor especificidad hablan de USA. De hecho, en varios tramos patrióticos del mensaje de Trump la bancada oficialista interrumpió al grito de «Iu Es Ei, Iu Es EI». Y él puntualizío que «los Estados Unidos oficialmente reconocieron» a Guaidó.

Como en la frase de Monroe de 1823 -eso de «América para los americanos»- la mención de Trump debe entonces entenderse para el mercado interno como que nunca debería permitirse prácticas estatistas o populistas dentro de territorio estadounidense. Como ciertos planteos del ala izquierda de los demócratas o algunas que intenó Barack Obama.

Pero que tampoco piensa permitir esas expresiones en el resto del continente.

Así se explica mejor esta cruzada contra la Venezuela chavista pero también el giro de 180 grados sobre la política que Obama había iniciado con Cuba en diciembre de 2014 y el renovado ataque contra la Nicaragua de Daniel Ortega. Para el ideario ultraconservador de EEUU, incluso el papa Francisco tiene un toque socialista que no les cae para nada simpático, de allí la negativa a aceptar cualquier mediación del Vaticano en Venezuela..

Las cámaras enfocaron en ese tramo a Sanders, que puso cara de póker mientras se sostenía la barbilla con la mano derecha. Ocasio-Cortez, la joven de 29 años que arrasó en Nueva York el 6 de noviembre pasado, mostraba su sempriterna sonrisa, vestida de blanco, como las legisladoras demócratas este martes, en homenaje a las sufragistas, las mujeres que hace poco más de un siglo reclamaban el voto femenino.

Incluso Pelosi, sentada detrás de Trump en el estrado, junto al vicepresidente Mike Pence, vestía un trajecito blanco, todo un desafío de esta señora de 78 años que puso contra las cuerdas al presidente y promete no darle respiro en lo que le quede de mandato.