¿Cómo fue la vida del criminal nazi Josef Mengele luego de que, en 1949, llegara de manera clandestina a la Argentina? Esta es la pregunta que se propuso contestar el periodista y escritor francés Olivier Guez en su novela La desaparición de Josef Mengele (Tusquets) que recientemente presentó en la Argentina, país al que viajó para participar de La noche de las Ideas.

En 2017, la novela, que es el resultado de una larga investigación sobre el tema, obtuvo el Premio Renaudot, uno de los más importantes de Francia.

Mengele fue un criminal de aristas muy particulares, ya que perpetró sus asesinatos en nombre de una supuesta investigación científica de la que fueron víctimas numerosos niños, lo que lo transforma, si es que cabe alguna escala en los abominables crímenes del nazismo, en uno de los personajes más perversos y repudiables de la historia del Holocausto.  

-¿Por qué eligió el formato novela para volcar su investigación sobre Mengele?

-Porque lo que me interesaba no era contar un destino, sino una trayectoria. Había tres formas posibles de escribir este libro. La primera era hacer un libro de historia. Pero yo no soy historiador y todavía hay muchos archivos sobre el caso que no están abiertos, por lo que esa forma resultaba imposible. La segunda era hacer un trabajo periodístico que consignara “estuve en”, “fui a tal lugar”. Eso me interesaba aún menos, porque ese formato hace más lento el ritmo de la narración e impide a los lectores adentrarse en ese universo.  Lo que me interesaba realmente era llevar al lector al universo de un prófugo nazi de los años 40 hasta los 80, que vive escapando por América Latina. La forma novelesca era para mí la única para contar eso.

-¿Cuánto hay de ficción y cuánto de realidad en esa novela? Supongo que algunos detalles referidos a su intimidad, a la vida sexual de Mengele deben ser fruto de su imaginación.

-Hay muy poca ficción. Por supuesto, hay algunos elementos ficcionales porque narro 30 años en la vida de Mengele y 30 años es mucho tiempo para conocer todos los detalles de esa vida. Como usted lo señala, me pregunté acerca de la vida sexual de este hombre. En concordancia con los rasgos psicológicos de Mengele y de la sexualidad masculina en esa época intenté imaginar su vida sexual. Siempre intenté ser muy preciso.

-¿Es cierto que durante la investigación soñaba con él y tenía pesadillas?

-Eso fue en la primera parte de la investigación. No soy especialista en el Holocausto, no soy especialista en los campos de concentración, ni en el nazismo, ni en la medicina nazi. Cuando todo esto a uno le da de pleno en la cara, es difícil dormir de noche, porque es algo muy denso.  A medida que avanzaba la investigación fui desarrollando mis anticuerpos, logré tomar distancia. Además, mi objetivo era contar la historia que ocurrió luego de los campos de concentración y, sobre todo, contar la caída de este hombre que fue Mengele. Y contar su caída fue placentero.

-¿Cuál fue su motivación para meterse de lleno con un personaje como él?

-Mengele forma parte de la historia negra de Europa, de las cosas oscuras que uno conoce sobre la guerra. Pero antes de realizar la investigación yo no tenía una idea cabal acerca de él  y no creo que la mayoría de la gente sepa demasiado de lo que pasó después de la contienda.  En eso había un misterio que me atrajo: quién lo recibió en Argentina, cómo llegó a este país, quiénes lo ayudaron, cómo fue posible que escapara durante 30 años. También me interesaba indagar en la mitología que hay en torno de su figura.

-¿La relación entre Mengele y su hijo, el que se debate entre el asco moral que le produce su padre y su renuncia a delatarlo, es un dato de la realidad o lo imaginó?

-Hay muchos documentos que dan cuenta de esa relación porque durante los años 80 el hijo dio muchas entrevistas y se escribió mucho sobre el tema cuando descubrieron el cuerpo de Mengele en Brasil. Sobre eso no inventé nada. Por otra parte, existe un diario de Mengele que es un documento clave, importantísimo. Obviamente, yo pongo en escena los elementos históricos y, en este sentido, hay un trabajo literario, pero no inventé nada.

-Como argentina no puedo evitar decirle que en la primera parte del libro, que transcurre en mi país, me parece que usted descalifica con demasiada contundencia un fenómeno tan complejo como el peronismo. Habla de Perón como un dictador y lo compara con Stroessner, la pequeña diferencia es que Perón subió al poder a través del voto y Stroessner lo hizo a través de un golpe de Estado. Por otra parte, Von Braun, un ingeniero nazi, fue el padre de la carrera espacial en los Estados Unidos y nadie dice que el gobierno de ese país haya sido dictatorial por esa causa.

-Sobre Stroessner no hay debate, fue un dictador. Aquí hay varias cosas. Yo no soy argentino, no vivo aquí y no es mi objetivo juzgar si el peronismo fue o no una dictadura. En Europa no conocemos nada del peronismo. Lo único que conocemos es la comedia musical de Evita con Madonna cantando Don´t cry for me Argentina. Leí mucho sobre el peronismo y me apasionó. Leí incluso mucho más de lo que necesitaba para redactar diez páginas del libro. Me fascinó la mezcla de ideologías del siglo XX que confluyen en él. También me fascinó la visión que los argentinos tenían en los años 40 de Estados Unidos, porque nosotros, como europeos, en aquel momento teníamos una imagen muy idealizada de los Estados Unidos como país de la democracia y para mí la visión argentina fue un aporte nuevo. Pero para mi libro, lo que me interesaba era el vínculo de Perón con el nazismo. Y si hay una cosa de la que estoy convencido es que la Argentina no necesitaba a Eichmann, Pavelic o Mengele para desarrollarse. De eso estoy convencido. Para trabajar sobre eso partí de mucha información sólida también de autores argentinos.

-Cuando leí esa parte, supe que lo había consultado a Uki Goñi, muy antiperonista, y luego, al llegar al final del libro, lo confirmé porque usted lo dice en los agradecimientos.

-No solamente lo consulté a él.

-Entiendo que no. ¿Visitó Auschwitz alguna vez?

-Sí, lo hice en diciembre del 2000 en una condición climatológica muy especial. Había mucha niebla, mucha bruma que era difícil determinar si provenía desde el piso o desde arriba.

-¿Tuvo entrevistas con sobrevivientes de campos de concentración?

-No, para nada, porque en realidad no es el tema del libro. No escribo sobre Auschwitz, sino sobre la segunda vida del criminal Josef Mengele. No hago ninguna descripción de los experimentos que se hicieron en los campos. La única descripción que hay está tomada de lo que escribió su asistente, un médico judío húngaro, durante seis meses. Me pareció muy potente tomar el texto y ponerlo en el libro.

-Una película argentina, Wakolda, da cuenta precisamente de los experimentos con niños que hacía el nazismo y a los que usted se refiere en su libro.

-Sí, por suerte la vi antes de venir, porque me la mencionó mucha gente aquí.

-Usted recibió un premio muy importante por su libro. Más allá del premio me gustaría saber qué se modificó en su vida luego de haber escrito el libro.  

-Ahora tengo mucho menos tiempo para escribir porque ando por el mundo hablando del libro (risas). Estoy haciendo una vida un poco extraña porque tengo que hablar de Mengele todos los días. Tengo la gran suerte de vivir como un escritor de hace cien años. No vivo en este momento en el mismo espacio-tiempo que la mayoría. Es como si fuera Thomas Mann. Ahora estoy haciendo una gira de seis semanas por América Latina. Antes estuve casi un mes en China y en Japón. Eso es una suerte que me resultad difícil medir. Ayer comí un asado con un escritor argentino y estoy viviendo cosas muy improbables. Estoy metido en escenas en las que normalmente yo no tendría que estar. Me siento en escenografías que no tienen que ver con mi vida cotidiana, aunque hoy ya casi no tengo claro cuál es mi vida cotidiana. Anoche me sentí un escritor argentino entre otros escritores argentinos. Hace dos semanas estaba en China cerca de un editor chino del Partido Comunista. La semana siguiente estaba en Tokio con mi editora japonesa y el traductor japonés.  Está todo organizado lo que tengo que hacer (risas). Es como pasar el día con los padres: primero vas al museo, luego a comer pastas, y más tarde a escuchar música. Es una experiencia singular.