En Comodoro Rivadavia estaba naturalizada la presencia de petróleo en el mar, tanto que las y los bañistas sabían que el costo a pagar por zambullirse en esas aguas era llevarse en el cuerpo restos de hidrocarburos, que luego se quitaban con aceite de cocina. Nadie se escandalizaba por eso. En realidad, Comodoro Rivadavia, la ciudad, el tejido urbano, creció y sigue creciendo sobre locaciones abandonadas (que de tanto en tanto la surgencia de algún pozo mal sellado lo recuerda). Ese diciembre de 2007 en que la Capital Nacional del Petróleo celebró los cien años del descubrimiento de hidrocarburos, el derrame en Caleta Córdova marcó un punto de inflexión para muchos de sus habitantes.

En 1996, una década antes del derrame, investigadores del Centro Nacional Patagónico (CENPAT – CONICET) y de la Universidad Nacional de La Plata, publicaron los resultados de un estudio sobre contaminación en el litoral atlántico en el que advirtieron sobre la elevada concentración de hidrocarburos en las estaciones de carga de los buques petroleros y señalaban que en Caleta Córdova la tendencia era que ésta aumentara. El vertido de crudo e hidrocarburos refinados ocurría habitualmente en el proceso de carga y descarga de los buques, el mar lo recibía sin queja; por repetición, se naturalizó.

El de 2007 en Caleta Córdova fue el mayor derrame de crudo en el Mar Argentino, el único antecedente cercano es el que ocurrió en enero de 1999 en el Río de la Plata, cuando el barco Sea Paraná impactó contra el Estrella Pampeana, de la empresa Shell. Las costas de Magdalena quedaron empetroladas, pero no hubo juicio por la responsabilidad penal del daño, sí un acuerdo económico con el municipio para que desistiera de la demanda.

El derrame de Caleta tardó 13 años en llegar juicio, una lentitud proporcional al peso que tiene la actividad hidrocarburífera en la Capital Nacional del Petróleo. La no prescripción de la causa y su elevación a juicio marca un hito no solo en Comodoro Rivadavia y la cuenca de Golfo San Jorge. En tiempos de fracking en Vaca Muerta y de promoción de la exploración y explotación de hidrocarburos en las profundidades de la plataforma continental, es decir, de actividades que acarrean mayores riesgos de impactos socioambientales aún más profundos que los derivados de la extracción convencional, el debate por la responsabilidad penal de quienes dañan el ambiente también marca un hito. Este juicio pone en el horizonte la posibilidad del castigo, de la condena, por el daño ambiental, pero también pone ante nuestros ojos que no es natural que haya petróleo en el mar, aunque se pueda sacar de nuestra piel frotando con aceite de cocina.