Los hermanos Oscar y Roberto Silva iniciaron una épica cruzada contra monseñor Roberto Marcial Toledo, ex mano derecha del fallecido arzobispo de la Ciudad de Buenos Aires, el cardenal Antonio Quarracino. Lo vinculan con la muerte del menor de los Silva, Norberto, para luego quedarse con todos sus bienes. La supuesta víctima llegó a tener un importante lugar en la Iglesia argentina (era secretario laico de Quarracino) y fue un destacado arquitecto, que habría cosechado una fortuna durante toda su carrera profesional. La familia de Silva cree que la jueza penal Fabiana Palmaghini, el fiscal Marcelo Alejandro Solimine y el juez civil Eduardo Caruso son parte de la maniobra delictiva.

Norberto estuvo relacionado con la curia desde siempre. Se formó en el colegio Santa Catalina, en San Telmo, donde conoció a Toledo, a quien quedó ligado hasta el día de su muerte. Años después, se recibió en la UBA como arquitecto con el mejor promedio de su promoción.

Apenas recibido, gracias a su vínculo con Toledo, construyó una capilla en Dock Sud. En ese entonces se gestó la relación con Quarracino, que estaba a cargo de la diócesis de Avellaneda. Más tarde estuvo a cargo de la remodelación de la Catedral de ese distrito. Era el inicio de innumerables trabajos relacionados con iglesias, templos y monumentos eclesiásticos. Aunque Silva también hizo obras a pedido de influyentes empresarios como Franco Macri, Amalita Fortabat o Héctor Capozzolo, y amasó millones.

El 6 de abril del año pasado, Norberto murió. Su familia se enteró cuando ya había sido inhumado. Según pudieron reconstruir, unos dos días antes, el arquitecto corría por los bosques de Palermo cuando se descompensó. El SAME lo trasladó al Hospital Rivadavia y una vez estabilizado lo llevaron a la Clínica de Los Arcos, “donde muere de un shock hipovolémico, es decir una pérdida masiva de sangre, pero nadie me supo explicar cómo se produjo», se queja Rodolfo Silva, de 67 años, diez años mayor que Norberto, a quien describe como un hombre “sano, que no fumaba ni tomaba y llevaba estrictos controles médicos”.

Había pasado una semana cuando un abogado del diseñador de interiores Alejandro Cairncross, quien fuera la última pareja estable de Norberto Silva, se comunicó con la familia para explicarles que monseñor Toledo había iniciado el trámite de sucesión, dejando a sus hermanos, sobrinos y nietos del arquitecto afuera de la millonaria herencia. Para el juez Eduardo Caruso, titular del juzgado en lo Civil N° 27, una carilla escrita presuntamente por Norberto, sin testigos ni escribanos, fue suficiente para que el cura, sin presentarse como tal, se convirtiera en su “heredero universal”.

A esta altura de los acontecimientos, los Silva sospechan que Cairncross fue parte de la maniobra, ya que él estuvo al tanto de la internación e inhumación del cuerpo en el Jardín de Paz. Sin embargo, luego se habría quedado sin tajada y buscó a los Silva como aliados. De todas maneras, Cairncross aporta un dato relevante: mientras el cuerpo de Silva aún estaba tibio, Toledo ingresó de forma intempestiva en el departamento que el arquitecto compartía con su pareja en Avenida Santa Fe 1664, para hacerse de documentación e intentar cambiar la cerradura. El escándalo en el edificio fue tal que debió intervenir la policía.

Ante el revés judicial en el fuero civil, los hermanos Oscar y Rodolfo Silva denunciaron penalmente a Toledo por estafa y averiguación de muerte. Sin siquiera indagarlo, el fiscal Solimine y la jueza Palmaghini (la misma que tuvo el caso de la muerte del fiscal Alberto Nisman antes de que pasara al fuero federal) sobreseyeron al cura y cerraron la causa. “Es más, el fiscal me pidió extraoficialmente que llegue a un acuerdo con Toledo”, precisa Rodolfo.

Con el asesoramiento del abogado Juan Pablo Gallego, la familia apeló esa sentencia. “El recurso ya fue concedido por Casación, que ahora estudiará la posibilidad de anular el fallo y analizar las actuaciones de la jueza y el fiscal”, detalla el abogado. “Hay cuestiones elementales que violan la ley. Acá estamos ante los delitos de estafa y la averiguación de muerte. El primero está configurado en forma inequívoca en el Código Civil, que prohíbe que quien resulta ser el confesor o el religioso que asiste en enfermedad a la persona que fallece, herede sus bienes”.

“Por Cairncross me enteré que en su última cena, mi hermano estuvo con Toledo en la capilla Nuestra Señora de Luján, en Avellaneda. Para mí, la síntesis de lo que hizo Toledo fue: yo te enveneno, yo te interno, yo te mato, yo te entierro y yo te heredo”, resumió Rodolfo. «

Un destino para los millones de la estafa de los Trusso

El trío compuesto por el cardenal y arzobispo porteño Antonio Quarracino, monseñor Toledo y el arquitecto Silva ya había aparecido en los medios vinculado a hechos de corrupción. En 1997, el Banco Crédito Provincial (BCP) quebró después de que se detectaran créditos truchos por 64 millones de dólares y el desvío de otros 100 millones a paraísos fiscales. La justicia estableció que los dueños de la entidad financiera, los hermanos Juan Miguel y Francisco Javier Trusso, participaron en la maniobra. También comprobó que Toledo retiró y cobró un cheque de la cuenta corriente que el Arzobispado de Buenos Aires tenía en el BCP por 700 mil dólares, que nunca figuraron en los balances de la Iglesia. En ese contexto, la Sociedad Militar Seguros de Vida le reclamó al Arzobispado de Buenos Aires la devolución de un préstamo de 10 millones de dólares, que cobró Toledo en dos cheques al portador tras falsificar la firma de Quarracino. El cardenal murió en 1998 negando todos estos hechos y un año más tarde, Toledo cayó preso… durante un día y medio. El conflicto se desinfló cuando comenzó a intervenir el ex ministro y abogado Roberto Dromi, a instancias del sucesor de Quarracino, Jorge Bergoglio. En todos estos entuertos, Norberto Silva fue mencionado pero nunca procesado. Sus hermanos habían cortado relación con él desde 2003, cuando al reunirse en una escribanía por la sucesión de bienes de su madre se enteraron de que la mujer «era propietaria de medio Buenos Aires. La usó de testaferro, mi vieja le había comprado departamentos hasta a San Pedro.”

Los Silva y el convento de «los bolsos»

Rodolfo Silva, hoy al mando de un taxi, se diferencia de sus hermanos Oscar y Norberto al considerarse «un ateo, hereje y sinvergüenza». Por eso no trabajó nunca con la Curia. Sin embargo, Oscar siguió los pasos de Norberto y estuvo íntimamente ligado al convento de General Rodríguez, célebre por ser el lugar adonde el ex secretario de Obras Públicas José López “revoleó” los bolsos con millones de dólares. “Oscar manejaba el Fátima móvil”, recordó Rodolfo sobre las actividades de chofer que realizaba. El convento, que en algún momento se discutió si formaba parte del erario de la Iglesia, fue construido desde sus cimientos por el arquitecto Silva. “Las hermanas Fátima, Alba e Inés solían juntarse en la casa de mi vieja a comer masitas”, ironizó Rodolfo.