“La actual pandemia que azota a buena parte de la humanidad, nos instala al borde de una catástrofe sanitaria, social y económica. Que la mitad de la humanidad esté recluida en pleno siglo XXI, no deja de producirnos un estupor difícil de elaborar. En un mundo caracterizado por sociedades masivas, con grandes conglomerados urbanos, ver las imágenes de grandes ciudades vacías, nos pone frente a lo excepcional del momento. Escuchar los partes diarios sobre la cantidad de contagiados y muertos se incorporó a nuestra cotidianidad. Las preguntas que resuenan con la potencia de un rezo. ¿Cuándo terminará esto?, ¿De qué manera?, ¿En qué condiciones quedaremos? Por ahora estos interrogantes no tienen respuesta.

Esta situación de absoluta anormalidad, deja al descubierto realidades que en el vértigo de lo cotidiano se disimulaban. Particularmente en nuestro país, lo que esta crisis está confirmando en relación a las producciones y organizaciones culturales, es la precariedad en las que se han venido desarrollando.

Los abajo firmantes, docentes universitarios, investigadores y graduados de carreras vinculadas al quehacer artístico y cultural, queremos aportar nuestra reflexión sobre este sector tan vulnerable y castigado.

Si dos cualidades que encontramos en abundancia entre nuestros artistas y productores, talento y voluntad, resultan insuficientes en épocas normales, en estos momentos se vuelven irrelevantes. No serán las mayores bajadas por streaming las que les permitan sobrevivir a los músicos, ni las funciones virtuales a la gorra, las que sostengan el teatro independiente. Tampoco los cursos a distancia salvarán a los centros culturales.

Toda situación de crisis en la sociedad, hace más evidente la talla de quienes deben tomar decisiones para enfrentarlas. Si analizamos los comportamientos de los gobiernos en distintos países, veremos un variado escenario que va desde la irresponsabilidad y desprecio por la vida humana, hasta mandatarios que enfrentan la crisis poniendo como eje la salud de la población. Entendemos que el Gobierno Argentino está claramente alineado entre los que priorizan la vida, con correctas medidas sanitarias, asistiendo con recursos a los más débiles e inyectando fondos a una economía en cuarentena. Entendemos y apoyamos estas prioridades. Aunque queremos señalar que la producción cultural no sólo es un alimento del alma, es un sector en el que trabajan centenares de miles de personas, generan recursos y son un factor de desarrollo económico. Además, nos configura como comunidad, con sus valores e identidades.

No sabemos cuándo terminará este flagelo, lo que estamos seguros es que la mayoría de las actividades culturales, serán las últimas en poder reanudar sus actividades. Ya que la cultura es encuentro, con cuerpos nucleados en ese ritual que es ver, con otros, una obra de teatro, participar de un recital de música, bailar en peñas y encuentros o ver colectivamente en un cine una película. Sucede que en lo digital tenemos, muchas veces, una copia que resulta insuficiente de lo que significa un pueblo haciendo su cultura.

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(Foto: AFP)


Durante estos primeros días de cuarentena pudieron verse reproducciones digitales de propuestas artísticas que tuvieron un registro previo que, desde un principio, no fue pensado ni elaborado para este fin ni este modo de circulación y en muchos casos, por no decir en casi todos, la convivencialidad y el hecho de compartir un momento en comunidad, no encuentra ningún tipo de sustitución posible.

En estos aciagos tiempos, sería muy importante que desde las políticas públicas se refuercen las medidas para sostener elencos, grupos, salas, productoras. Contratar a futuro, hacer compras anticipadas de próximas producciones, facilitar el acceso al crédito (siempre tan difícil para la cultura). Sabemos que el Ministerio de Cultura actúa en esta dirección, con sus escasos presupuestos. Esto debe reforzarse, ya que se pueden perder centros culturales, salas de teatro, galerías de arte que son fruto del esfuerzo, que con más voluntad que recursos, se fueron construyendo desde hace muchos años. También socorrer a artistas que hoy no tienen ningún ingreso.

Cuando salgamos de la emergencia deberemos, como en casi todos los ámbitos, sacar las enseñanzas que nos dejará esta situación anómala. Ya nada podrá, ni deberá ser como era antes. Se impone construir sociedades más justas e igualitarias, un mundo que gire en torno a lo humano y no al poder financiero y del mercado. Y tendremos que definir si queremos que la cultura se siga moviendo en dos dimensiones: la de los grandes conglomerados internacionales, que nos uniformizan con contenidos y modelos globalizados y que se quedan, en un proceso de concentración continua, con los mayores beneficios económicos o por el contrario podremos salir en la defensa de una cultura independiente, popular, federal, creativa, talentosa, que necesita que el Estado (sin condicionar contenidos) la sostenga. No saldremos de ésta crisis mejores, sino somos capaces de fortalecer nuestra cultura. Tendremos que reforzar formas mixtas de lo público y lo privado para generar contenidos y producciones. Cambiar una mirada que pone el acento en lo masivo como garante de calidad. Equilibrar las asimetrías entre las plataformas digitales y los artistas y productores de cultura viva. Sostener y facilitar el desarrollo de los centros culturales y comunitarios. Generar los mecanismos para que la cultura popular circule por el país y deje ser la Ciudad de Buenos Aires, el constructor de un canon único.

Estas reflexiones, tienen el carácter de compromiso: el de colocar nuestras universidades a disposición de estas transformaciones necesarias y urgentes.

Alejandra Torres (Universidad Nacional de General Sarmiento), Ariel Prat (Undav), Beatriz Alem (Ungs), Bruno Maccari (FCE-UBA), Carla del Cueto (UNGS-UBA), Carlos Albarracín (UNJU), Carolina Zunino (UNGS), Clarisa Hernández (FHyCS. UNJU), Cristian Palacios (UBA), Daniel Cholakian (UBA), Daniel), Daniela Flores Blasco (UNT), Daniel Ramón Ríos (Universidad Nacional de Avellaneda), Diego Maita (unas), Edgardo Bechara El Khoury (Cátedra UNESCO Diversidad Cultural), Emiliano Fuentes Firmani (Universidad Nacional de Tres de Febrero), Erica Arnold (UNJU), Federico Escribal (Facultad de Artes-Universidad Nacional de La Plata), Federico Galuppo (UCEL. Siguen las firmas.