El gobierno de la Ciudad determinó un nuevo aumento de la tarifa del subte, que se incrementará en un peso desde noviembre a febrero, hasta alcanzar los 16,50 pesos, su nuevo valor. Es llamativo, pero si se revisa el manejo del macrismo sobre la red puede verse que el costo de la tarifa ascendió del subsuelo al último piso de un rascacielo en cuestión de seis años. En rigor, el aumento en lo que va de la gestión es de 1288,89 por ciento (de $1,10 en 2012 a los $16,50).

La relación entre incrementos y mejoras en el servicio no son compatibles. La promesa de los 10 kilómetros de subte por año lidera la lista de promesas incumplidas del PRO en la Ciudad. Ahora bien, en Buenos Aires la tarifa costará 16,50 pesos, es decir, alrededor de U$S 0,42 dólares. Si tomamos la distancia de 10 kilómetros podemos observar que recorrer ese trayecto en subte cuesta U$S 0,06 dólares, dos veces más caro que hacer la misma distancia en el de Nueva York (U$S 0,03 cada 10 kilómetros y U$S 3 dólares en total) y cinco veces más que en el de México (U$S 0,013; en el DF el boleto vale U$S 0,28). Hay que tener en cuenta que estas dos redes, a diferencia de la nuestra, tienen mil y 207 kilómetros respectivamente, y permiten llegar a cualquier punto en esas ciudades.

Pese a contar con la red más antiguo de Latinoamérica, la de Buenos Aires -que data de 1913- es de las que menos amplió su extensión. Hoy tiene 61 kilómetros, cuatro más que la de Río de Janeiro, pero menos que la de Caracas (70 km), San Pablo (89,9 km), Santiago de Chile (118 km), México DF (207 km), París (219 km), Madrid (294 km), Londres (408 km), Nueva York (1000 km), por citar algunos casos.

A la hora de explicar por qué sube el boleto, los funcionarios de Sbase y del gobierno porteño afirman que se debe al contexto inflacionario y a la suba general de tarifas. En efecto, dos responsabilidades de las que deberían hacerse cargo.

Ahora bien, además, esta decisión esconde una errada orientación en la política de transporte. Está claro que el aumento de la tarifa implica pérdida de poder adquisitivo para los y las usuarias. Y que el tarifazo incluye la determinación de un proyecto asentado sobre las bases de un país pensado para ricos. Pero además, en cuanto al transporte, Buenos Aires avanza a contramano de las grandes ciudades del mundo: la tendencia a tener una tarifa cero.
Mientras acá no para de subir, en París y Berlín, por caso, están evaluando que las y los pasajeros no paguen nada. De esta manera podrían disminuir el uso de los autos y al mismo tiempo evitar multas de la Unión Europea por contaminación ambiental.

No se trata de casos aislados: en el mundo ya hay al menos 78 ciudades que tienen alguna modalidad de transporte gratuito.

La pregunta es ¿por qué no avanzamos también en ese sentido? Estamos en condiciones de pensar una política de transporte que contemple un subte de calidad, económico y más amplio, que nos permita llegar a todos los rincones de Buenos Aires. Si algo está claro a esta altura es que a este gobierno eso no le interesa.