Hasta el domingo el espectador argentino tendrá una nueva oportunidad de disfrutar de Mayumana. Esta vez a través de Currents, el show inspirado en la épica Batalla Eléctrica, ​​de Tesla y Edison, en el que la compañía israelí, una vez más, vuelve a poner en escena la magia de la que es capaz: una combinación de especialidades artísticas que llenan de energía y bienestar a todos los asistentes, incluidos ellos mismos, por supuesto.

Aseguran entre risas que el mejor día será el domingo, pero un poco más a tono con la entrevista. “El público en Argentina está genial, es único en el mundo -asegura Itamar Dari, uno de los que participará en estos shows en Buenos Aires-. Entonces es difícil decir cómo va a ser cada función porque tiene una energía especial. Por eso creemos que cada show va a ser increíble, van a ser una hora y quince, veinte minutos diferentes uno del otro. Va a ser como una meditación, un clímax especial.”

A Dari lo acompaña Tal Davy: ella “desde chiquita” hizo danza y tocó el piano; él, se dedicaba al capoeira. Ambos, hoy, participan de las multiples disciplinas que pone en escena Mayumana, y cuando les toca hacer lo que conocen y hacen desde hace décadas, dicen que es disinto, porque “con los otros integrantes, el público y las artes que se aparecen en cada momento, lo que sucede es diferente”.

Es que Mayumana intenta algo parecido a la alquimia: pone en juego dinámicas aparentemente opuestas en ritmo, movimiento y música, para conducirlas en un sentido no previsto en el origen de cada uno de esos elementos, incluso de cómo aparecieron en escena. “Estamos involucrados no sólo con Mayumana -intenta Dari poner en palabras lo que ya es difícil interpretar en vivo-. Hoy veo el capoeira de otra manera: mi cabeza y mi cuerpo se abrieron más a bailar y a otras cosas, quiero más es el arte. Es una ruta diferente.”

Pero eso, claro, no responde sólo al talento. Menos a la fortuna. Lo que hay es un entrenamiento permanente -incluso cuando están de gira-, que incluye: “Pilates, clases de distintos ritmos, prácticas del show para pulir el espectáculo. En tiempos en que no estamos de gira, un minuto de show puede llevar ocho horas de entrenamiento”, asegura Levy para sorpresa del periodista, que repregunta pensando que entendió mal. Incluso agregan que dentro de esa rutina que les permite alcanzar el nivel que consiguen en cada presentación, “siempre hay un espacio para el aprendizaje dentro de nuestra rutina, incorporar algo nuevo que surge en esa práctica o modificar lo que se considera que no está del todo bien”.

Quien haya visto alguna vez a la compañía en vivo sabe que los chicos son de los que más se entusiasman con ese momento. Y más allá de ese momento de fascinación, la fantasía de convertirse en un Mayumana puede ser un comentario a la salida. Pero hay algo que aporta Levy que puede ser aún más atractivo que el mismo show. “Estando acá descubrís que podés desarrollar cosas que no sabías que tenías. Y eso es muy emocionante. Que haya cosas que no estaban en tu imaginación pero que de repente descubrís que podés hacer es una emoción muy grande. Yo ahora puedo cantar frente de mucha gente; y esto no lo sabía. Lo que te devuelve la gente, por ejemplo, como el otro día en México, que la primera fila estaba ocupada por niños en sillas de ruedas y se movían increíblemente; o abuelas danzando. Te enseña muchísimo. Son cosas imprevisibles las que te pueden pasar.”

Estos dos artistas oriundos de Israel -como la mayoría de los integrantes de Mayumana, que tiene varios equipos girando por el mundo-, aseguran que participar como público de uno de sus shows es una experiencia que termina en sonrisa. “Hacer al público feliz es el mejor regalo del mundo -dice Dari-. Y que eso suceda en un montón de países, ni te cuento.” “Somos todos gente -dice Levy-, y la comunicación es instantánea, más allá de la piel, la religión, la política.”

-Es un viaje.
-Totalmente. Hay sólo felicidad, buena energía y arte. Y lo mejor es que esa energía no te abandona, te acompaña al menos ese día, y a veces por toda la vida.