El retiro de Emanuel Ginóbili, a los 41 años, acaso sea lo más trascendente de este año deportivo para la Argentina, pese a que en el medio haya estado el Mundial de Fútbol en Rusia. A la bomba que cayó el lunes 27 de agosto por la tarde le sobrevino la incertidumbre. Si bien era previsible, el anuncio de Manu terminó por concretar un vacío imposible de llenar. Sin Ginóbili en actividad, lo que queda es su legado, lo que surge cuando se repasa la carrera del bahiense.

La marca en el deporte a nivel mundial es inmensa. Juego, mentalidad, creatividad, superación y una pasión por ganar que llamó la atención de todos los que estuvieron a su alrededor. Atlético, jugador al límite, cambió la forma de ver y jugar al básquet. Compañeros, rivales y entrenadores que lo saludaron en las redes sociales destacaron, entre otras cosas, el Eurostep (debería llamarse Manustep), que hizo popular en la NBA. Fue un maestro del engaño (caños, fintas), un competidor único y un ganador indiscutido. Fue hermoso verlo jugar.

Pero si hay algo que lo destacó por encima de todos fue saber siempre dónde caer. O saber dónde estaba parado: contexto, ambiente, clima y posibilidades de ganar. Siempre ganar. Supo cuál era su lugar dentro de un equipo para hacer mejores a sus compañeros. De lo contrario, se reinventaba. Cuando Gregg Popovich le sugirió salir como suplente para potenciar el segundo plantel no dudó: fue elegido como sexto hombre del año.

Su impacto fue tan grande que el mismo Pop quiso conocer de dónde había salido ese súper pibe y en 2005 lo acompañó a Bahía Blanca. Tiempo más tarde, Pop y RC Buford, el mánager, confesaron que la elección de Manu en 1999, o el mayor robo de la historia del draft, lo definieron sobre la marcha. Y que no confiaban con que iba a ser importante dentro de la franquicia.

La mentalidad de Ginóbili es superior: después de caer en la final de 2013 ante Miami Heat, en la que no tuvo un gran desempeño, cambió su alimentación y se concentró durante el verano para tener revancha. Por supuesto que lo logró y al año siguiente sumó su cuarto anillo de campeón ante el mismo rival y coronó una actuación fundamental con una volcada en el rostro de Chris Bosh.

También fue líder con la Selección y supo compartir su importancia en el grupo con un monstruo del calibre de Luis Scola: oro, bronce y 15 años de podios. Nada de egos, todo en familia. Para tratar de tomar real conciencia de la importancia de Manu hay que recordar que formó parte de dos de los equipos que marcaron una época en los últimos 20 años: San Antonio Spurs y la Generación Dorada. Con ambos, y con él como pata fundamental, armó dinastías que quedarán en los libros de historia. Rompió el molde del básquet tradicional. Una locura.

El Salón de la Fama será el destino para un (ex) jugador con los laureles de Manu después de haber anunciado –y digerido– su decisión. En tres o cuatro años le llegará su ingreso al Olimpo del básquet. Ahora, ya con la Generación Dorada fuera de circulación –sólo Scola se mantiene activo en la liga china y Carlos Delfino hará un nuevo intento en Italia–, la temporada de la NBA que arrancará el próximo 16 de octubre no contará con argentinos luego de 17 años.

Existe una generación de jóvenes que creció y se volcó a ese deporte siempre con un argentino en la élite. Sin embargo, luego de una impresionante carrera, Ginóbili (y los otros nueve argentinos que tocaron el cielo del básquet, además de los 15 años de la Generación Dorada) abrió una puerta que nunca se cerrará: los ojos de los reclutadores y agentes de la liga americana siempre tendrán presencia en lo que ocurra en la Argentina. Otro de sus legados.

Pese al vacío de la temporada 2018/2019, no se va a demorar mucho tiempo más en volver a contar con un argentino entre los mejores. Las chances son muchas: uno de ellos es Gabriel Deck (alero, 2,03 metros, 23 años), amo y señor de la LNB en los últimos dos años. Hizo lo que quiso para llevar a San Lorenzo a ser tricampeón de la Liga Nacional y campeón de la Liga de las Américas. Tras coquetear con Denver Nuggets, Indiana Pacers o Milwaukee Bucks, el santiagueño firmó con el Real Madrid, el equipo más importante del mundo fuera de la NBA.

Máximo Fjellerup (escolta, 1,98, 20 años), que dejó Bahía para sumarse a San Lorenzo, ingresará automáticamente al draft 2019 para probar suerte. Maxi ya está scauteado por varias franquicias. Facundo Campazzo es seguido de cerca desde hace años, lo mismo que Nicolás Brussino. Juan Pablo Vaulet pertenece a Brooklyn Nets (Pablo Prigioni será uno de los asistentes técnicos) pero sigue en Bahía. Para más adelante se les ve futuro de NBA a Leandro Bolmaro (base, 17 años, Barcelona) y a Francisco Caffaro (pivote, 2,14 metros, 20 años, Universidad de Virginia).

Los reclutadores también saben (y muy bien) que no van a encontrarse con otro Manu en la Argentina. Deck, Fjellerup, Campazzo, Vaulet, hijos de la Liga Nacional y de la Liga de Desarrollo, son hoy infaltables en el equipo nacional de Sergio Hernández, elegido para comandar la Era post Generación Dorada. La Selección sigue firme en su camino hacia el Mundial de China 2019 y se enfrentará a México (14/9 en el DF) y ante Puerto Rico (17/9 en Formosa) en las novedosas ventanas de la FIBA.

¿El futuro de Ginóbili? En San Antonio, su hogar desde hace 17 años y donde sus tres hijos ya comenzaron las clases. Viajar, conocer y disfrutar de su familia son sus prioridades, pero como no puede con su genio, ya apareció el jueves en las primeras prácticas de los Spurs, junto a Tim Duncan, para darle una mano a un equipo que vuelve a comenzar. Ese también es parte de su legado: el compromiso.

«No me quedó nada por hacer», dijo en su última columna publicada en el diario La Nación. Y es verdad: cumplió todos sus sueños y los de todos los argentinos amantes del básquet. «