Una foto. Una foto que había visto una y mil veces. Una foto que había visto una y mil veces pero era como si la estuviera descubriendo por primera vez. Como si un rayo feminista le estuviera abriendo los ojos tan entrenados que tiene desde los ocho años, cuando por primera vez agarró una cámara y decidió que quería ser fotógrafa en su Córdoba natal.

Cuando Bibiana Fulchieri se dio cuenta que la histórica foto del Cordobazo—esa en la que están Agustín Tosco, Elpidio Torres y Atilio López—estaba recortada en todas las revistas y diarios de la época interpretó, rápidamente, que a quienes estaban dejando afuera era, justamente, a quienes ella estaba buscando: a las mujeres. Para llegar a esta conclusión no tardó demasiado. Bibiana conoce de fotografía, y mucho, e hizo un razonamiento cuasi matemático. Si en esa época—finales de los 60— las imágenes ya podían imprimirse en un tamaño más amplio y no cuadradas, como seguían publicándolas en los medios, quería decir que esa foto no estaba completa. Pero para hacer ese click mental es necesario recorrer la vida de Bibiana, una verdadera pionera en el foto-periodismo argentino.

La autora

Al 29 de mayo de 1969 Bibiana se lo acuerda perfectamente. Tenía 9 años y estaba en un auto con sus padres, en un campo, cerca de Río Cuarto donde ella había nacido. En el auto la radio relataba los hechos que estaban sucediendo en las calles. Todavía recuerda la cara de su mamá, esas caras que no se borran cuando la preocupación invade cada surco de la cara. “Hay muchos problemas en Córdoba”, le dijo, como si eso hubiera sido suficiente para una chica inquieta. Bibiana no se conformó con la respuesta y decidió averiguarlo. Sabía cómo hacerlo. Sin que sus padres se dieran cuenta, se escapaba a lo de su vecina que compraba compulsivamente revistas semanales del momento. Ella tenía fascinación por las fotografías de esas publicaciones. Allí vio las primeras imágenes de lo que fue el “Cordobazo” y la dejaron impactadas para siempre. Había un poder en las fotografías que Bibiana no entendía aún pero sabía que la atravesaban. Todavía se acuerda de las carpetas y cuadernos que coleccionaba con todas las imágenes que recortaba de diarios y revistas. En esa época también participaba de un taller de fotografía en su colegio y por su insistencia, el Fotoclub de Rio Cuarto la dejó participar en un concurso para adultos. Cuando revelaron las fotos, el jurado la eligió entre la terna ganadora. Eso le valió su primera cámara profesional.

En la universidad de Río Cuarto, a la que ingresó en 1977, en plena dictadura cívico-militar, estudió Ciencias de la comunicación, y dentro de esa carrera eligió una especialización novedosa: comunicación por imágenes. Eso le valió que la convocaran de un diario de Córdoba y le ofrecieran su primer trabajo como fotoreportera. Con 19años  era la única mujer entre todos varones.

Con el regreso de la democracia Bibiana quería comerse el mundo. Una escritora estadounidense la tenía obnubilada con su ensayo Sobre la fotografía. Bibiana se enteró de que estaría en la Feria del Libro que se celebraba en Buenos Aires. No lo dudó y se tomó un micro que la depositó en el predio de Palermo. Con esa astucia que caracteriza a los buenos periodistas, Bibiana terminó—aún no explica cómo— en un ascensor con su ídola, Susan Sontag. Captó los mejores retratos entre ella y Jorge Luis Borges en uno de los eventos culturales más importantes de todos los tiempos. Cuando volvió a Córdoba fue recibida como Gardel.

En esa misma época Bibiana decidió instalarse en la Puna para retratar la vida de comunidades aborígenes. Hizo un trabajo exhaustivo y siguiendo su instinto volvió a tomarse un micro que la dejó en Buenos Aires, en la casa de Annemarie Henrich, una de las grandes fotógrafas y pioneras, a la cual la cordobesa admiraba. Así, con una carpeta con sus fotos, le tocó el timbre. Henrich la hizo pasar y miró su material. Unos meses después, las fotos de Bibiana estaban expuestas en una muestra en La Rural entre Henrich, Sara Facio, Alicia D`amico, Helen Zout: las mejores del momento.

Ese fue el bautismo de fuego para una carrera que se ancló, en la década del 90, con una tríada que para Bibiana significó su propia biblia: fotografía-memoria-género.

Las invisibles

Aquellas experiencias la llevaron, hace cuatro años, a repensar en su propia historia, en sus propias memorias e hitos. No hacía falta mirar afuera sino que había que poner la lupa, otra vez más, en las invisibles de su propio ADN. Y ahí en esa búsqueda, apareció ese hecho histórico del que se cumplen 50 años. ¿Dónde estaban las mujeres del Cordobazo? ¿Quiénes eran? ¿Por qué luchaban? ¿Por qué nadie las reivindica? ¿Por qué nadie las buscó ni les dio la palabra?

Y Bibiana fue a hacer lo que mejor sabe: ver fotos. Fue al sindicato de prensa y pidió todos los archivos periodísticos del Cordobazo. Quería analizar cómo los medios de comunicación cubrieron esos eventos. No solo ninguna mujer estaba nombrada sino que el patrón de la foto recortada en los bordes le llamó la atención. Bibiana fue a pedir los negativos de esas fotos y allí: Eureka!. Cuando destapó la olla y pensó que tenía el camino allanado, por el contrario, comenzó la verdadera pesquisa investigativa. Tanto en los sindicatos como en los diversos archivos históricos—cordobeses y nacionales , los pedidos de Bibiana no fueron tan bien recibidos, o mejor dicho, reescribir la historia en clave feminista resulta muchas veces un escollo en lugares monopolizados por varones.

Así empezó una investigación que duró casi cuatro años: de transformar el “señora de” a localizarlas por su nombre y su apellido. Bibiana preguntó, recorrió, entrevistó, leyó, abrió puertas para parir un libro necesario y fundamental: El Cordobazo de las mujeres.

“La memoria es responsabilidad de todas—reflexiona Bibiana, de paso por Buenos Aires en donde presentó su libro en el Centro Cultural de la Cooperación—No hay que esperar a que otros lo hagan, tenemos que ser nosotras las que recuperemos la memoria feminista de nuestra historia. Por eso yo insisto mucho a las delegadas, a las trabajadoras que hagan esa tarea en sus sindicatos, de reivindicar a las pioneras. Nadie lo va a hacer por nosotras”.

El libro de la editorial Las Nuestras, está dividido en veinte capítulos, cada uno representando a los testimonios de Nené Peña; Soledad García Quiroga; María Lila García; Lina Averna; Ida Heumann; Marta Agyurre; Susy Carranza; Isabel Guzmán; Marily Piotti; María Cristina Salvarezza; Dinora Gebennini; Flora Quinteros; Marta Sagadin; Avelina Ferramola; Susana Fiorito; Lucía Fortuna; Reyna Carranza; Laura Sabasta; Ilda Bustoa; Patricia López. Todas ellas fueron protagonistas directa o indirectamente de aquella gesta. Es interesante que las mujeres que en su mayoría trabajaban como docentes, enfermeras o empleadas de casas particulares—los típicos trabajos feminizados—en aquella época también ocupaban puestos en fábricas industriales. El caso más emblemático y que refleja el libro son las de ILASA—Industria Latinoamericana de Accesorios—donde la mayoría de las mujeres que ocupaba puestos en esa fábrica elaboraba componentes eléctricos para autos Renault con la curiosidad de que sus delantales eran de color verde.

Muchas de las mujeres del Cordobazo eran delegadas de sus fábricas, de sus hospitales, de sus escuelas. En ese sentido el libro combina relatos en primera persona con fotografías de la época y actuales.

Desde que el libro se publicó, Bibiana vive un boomerang emocional. En la primera presentación, que se realizó en el Espacio Cultural Museo de las Mujeres de Córdoba, hubo también una muestra con esas fotos y contó, por primera vez, con la presencia de las protagonistas. “Fue un evento inolvidable, emocionante, todas llorando porque  vuelve a reflejar la necesidad de los feminismos de hacer justicia histórica”, cuenta Bibiana. Porque de eso se trata: de reivindicar a aquellas a las que nunca nadie les prestó atención y sin embargo lucharon y pelearon incluso para que muchos de los derechos conquistados de las trabajadoras sigan vigentes hasta hoy.

En el prólogo del libro, la escritora María Teresa Andruetto lo dice sin rodeos,: “mujeres que…ingresaron a la historia del país como partícipes de una gesta que sin embargo las escondió tanto como pudo, incluso después de las batallas del feminismo, las luchas de las organizaciones por los Derechos Humanos y todos los discursos que proclaman un igualitarismo sin restricciones, para dejarlas muchas veces en el lugar de las auxiliares de grandes luchadores (…) Este libro nos devuelve en parte la dimensión de esas experiencias, de ese lugar de lucha por sus derechos y de otros/as mientras parían hijos y los criaban, mientras trabajaban…”.

En el cincuenta aniversario del episodio que marcó a fuego la historia del movimiento obrero argentino, las mujers del Cordobazo serán convocadas por primera vez desde los escenarios oficiales. 