Víctor Santillán tiene 54 años y lleva diez como conductor de un camión “inteligente” de Solbayres, una de las firmas encargadas de la recolección de residuos en la Ciudad de Buenos Aires. Apenas se empezó a hablar de la posibilidad de una pandemia, él ya sabía lo que tenía que hacer: como técnico en esterilización, sabe de la importancia de la desinfección. Ya había hecho ese trabajo en hospitales públicos, como el Gutiérrez, también en el Francés. Ahora, maneja el camión, recoge la basura de todos en tiempos en que la higiene es vital.

Su rutina laboral es prácticamente la misma de siempre, pero cada uno de los detalles es diferente: todos días se levanta a eso de las 3 de la mañana y viaja desde Remedios de Escalada, Lanús, donde vive con su mujer y su hijo de 13 años, hasta la sede la empresa en el partido de San Martín. Lo recibe una enfermera para tomarle la temperatura.

“Se acabó el saludo, el abrazo, ahora mantenemos distancia, no tenemos contacto. Nada de tomar mates o quedarse hablando con los compañeros. Firmamos la planilla y vamos saliendo. La empresa fue poniendo distintos horarios de entrada para que no nos juntemos. Lo mismo en los vestuarios”, explica Víctor.

A las 4:30 ya está arriba del camión, acompañado de otro trabajador que se encarga de supervisar que los 96 contenedores que deben vaciar de la zona de Villa Devoto estén en condiciones y, sobre todo, no contengan elementos extraños. Tras descargar la basura en Colegiales, el camión es desinfectado nuevamente y Víctor regresa a casa, sin ver mucha gente por el camino. “Antes, era muy común ver a esa hora a alguien baldeando la vereda. Todo eso se cortó. La gente tiene mucha conciencia de lo que está pasando”, cuenta, y se dice “orgulloso del trabajo que estamos haciendo”.