El centro que el viernes la Cancillería argentina a través de un tuit en que saludó «afectuosamente al Reino de España en su Día Nacional» fue cabeceado desde el otro lado del océano por una agrupación de extrema derecha que viene creciendo al calor de la caída del Partido Popular. Vox publicó el mismo 12 de Octubre un mensajito en que afirmó que «hace 526 años se inicia la Hispanidad, la mayor obra de hermanamiento realizada por un pueblo en toda la Historia universal». En ambos lados del Atlántico se recordó, sin embargo, que ese día de 1492 comenzó un proceso de destrucción salvaje de culturas ancestrales y el mayor genocidio de la humanidad. Por si hiciera falta retratar qué entiende Vox por hermandad baste decir que el líder de esa agrupación, Santiago Abascal, propuso expulsar del país al secretario de Podemos, Pablo Echenique, porque si bien tiene nacionalidad española, nació en Argentina.

La embestida de Abascal fue en respuesta a un mensaje de Echenique –un científico de 40 años que emigró a España a los 13 años con su familia y forma parte de Podemos desde el origen de esta formación de izquierda– en que cuestionó la masiva manifestación de Vox el domingo pasado en el Palacio de Vistalegre, de Madrid. 

No es extraño que salgan a la luz este tipo de chisporroteos. La ola ultraderechista que sacude Europa no había tenido réplica en España.  La explicación para el crecimiento del Frente Nacional en Francia, Alternativa para Alemania o la Liga del Norte en Italia, entre otros, es que fue la reacción de grandes sectores de la población ante las consecuencias de la globalización.

Sociedades sometidas a un bipartidismo entre una centroderecha y una socialdemocracia que mantienen políticas neoliberales, dejó sin representación a los que perdieron con los nuevos procesos económicos. En este sayo también cabe Estados Unidos tras el ascenso a la Casa Blanca de Donald Trump. Un nacionalismo elemental que promete defender el trabajo local y ponerle freno a la inmigración. En tiempos del nazismo, sería salvar los valores de la raza.

En España, donde había estallado la crisis inmobiliaria, la respuesta estuvo en la izquierda. Y el movimiento de los Indignados de 2011 fue el caldo de cultivo para el surgimiento en 2014 de Podemos. No por casualidad, el partido mantuvo fuertes lazos con los gobiernos populistas latinoamericanos de principios del siglo XXI. ¿Por qué la opción española estuvo en la izquierda? Para Juan Carlos Monedero, otro creador de Podemos, «porque el franquismo, que es la ultraderecha española, está dentro del PP».

Podemos puso en jaque al bipartidismo y se coló en la izquierda del PSOE mientras el PP se veía envuelto en escándalos de corrupción y crecía el independentismo catalán. Así fue que los medios fueron promoviendo a un pequeño partido creado en Cataluña en 2006, Ciudadanos, liderado por Alberto Rivera, para seducir al descontento del PP.

El vasco Santiago Abascal Conde tiene 42 años y militó desde los 18 en el PP hasta que en 2013 anunció que dejaba el partido porque consideraba que había traicionado los valores que siempre había defendido. Criticaba que por querer congraciarse con el centro había abandonado a la derecha. Al poco tiempo fundó el partido Vox.

La caída de Mariano Rajoy y el ascenso de Pedro Sánchez en una coalición parlamentaria con Podemos abrió el cauce para que los ultras sacaran la naftalina a sus banderas franquistas y sumaran a la ola neofascista sin vergüenza.

El domingo congregaron a unos 10 mil adeptos en Madrid. Se cantó el himno De cara al sol y lucieron emblemas de la Falange. Abascal se burló de quienes los acusan de fascistas. «Cuando nos llaman facha es porque hacemos lo correcto para enfrentarnos a la izquierda y para combatir a los enemigos de España».

Este viernes publicó un tuit más categórico. «Día de la Hispanidad, en mi patria chica, Álava, haciendo lo que mi padre me enseñó a hacer desde pequeño cada 12 de Octubre: ir a un cuartel de la Guardia Civil a felicitar y dar las gracias a los mejores hombres y mujeres de España». «


Debate por la visibilidad

La presencia de Vox en los medios despertó polémicas entre los periodistas. El debate se inició el lunes porque las portadas de dos de los diarios más importantes, El Mundo y La Razón le dieron amplio espacio al mitin en el Palacio de Vistalegre, un mini estadio de la capital española. La pregunta que muchos se hicieron fue «¿corresponde dar cobertura a un partido que no tiene representación parlamentaria?».
La otra cuestión corrió por cuenta del semanario humorístico Jueves, que ironizó con que los periodistas no sabían cómo llamar «a los putos nazis» de Vox, si «derecha reaccionaria, derecha ultra o usar el anglicismo ‘alt-right'».
Para Nemesio Rodríguez, presidente de la Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE), «Vox tiene el mismo derecho a la libertad de expresión que los demás, ya sea para opinar sobre el conflicto catalán o sobre otros asuntos, siempre que respeten los derechos constitucionales».
Hugo Cuello, experto en marketing y evaluación de impacto, analizó el tráfico en las redes y encontró que el acto de Vox «no tuvo tanto impacto como después de que los medios le dieran cobertura, especialmente en el telediario del día siguiente. La atención mediática ha doblado el interés por Vox».