El regreso de un nosotros que todavía no encuentra traducción política

Por: Sebastián Rodríguez Mora

El triunfo de la Selección reavivó la identidad nacional y, al mismo tiempo, mostró un alto nivel de despolitización. La capacidad de organización autónoma de la sociedad y el discurso de la Scaloneta.

«Muchaaachos/ahora nos volvimos a ilusionar». Esos versos no paran de sonar en las cabezas de la gran mayoría de la población argentina al menos desde la semifinal entre la Selección argentina de fútbol y Croacia. Después del domingo –y sobre todo tras la movilización popular más grande de la historia para festejar junto a Messi y el plantel de la Scaloneta– queda en el aire la pregunta sobre con qué otra cosa, por fuera del fútbol, nos volvimos a ilusionar.

Tiempo dialogó con cuatro especialistas en encuestas y consultoría política sobre cómo interpretar el fenómeno de la alegría que se vio en las calles de todo el país. Shila Vilker, directora de Trespuntozero; Federico Aurelio, de ARESCO; Hilario Moreno del Campo, de Consultora Dicen; y Carlos De Ángelis, sociólogo, coincidieron en un primer análisis: el arco político por completo quedó muy lejos de los festejos multitudinarios y nadie, en el oficialismo o la oposición, logró capitalizar esa alegría.

«Creo que pasa algo peor que la antipolítica: la gente está en otra. El desinterés es total y se notó en la calle el martes», precisó De Ángelis, al tiempo que subrayó que «no hay movilización política que junte cuatro o cinco millones de personas. Cristina es quien más puede llevar gente y llenó el estadio de La Plata en un contexto conflictivo».

El sociólogo y columnista trazó un paralelismo respecto a la última vez que tanta gente ganó la calle: los festejos por el Bicentenario de 2010. «Ahí también hubo un elemento identitario con el país que nos golpea y al que no le encontramos la vuelta. No hay otros elementos identitarios que reúnan hoy a la gente. Salvo el fútbol».

Federico Aurelio señaló el contraste entre la actitud de la gente durante la movilización del martes y los cortocircuitos de la AFA y los gobiernos nacional, provincial y porteño, para la organización el recorrido del micro que planeaba llevar a los jugadores hasta el Obelisco y apenas alcanzó la avenida General Paz. «Esas peleas los distancian más en el imaginario colectivo. No lo veo beneficiándose políticamente al gobierno de esta cuestión y por supuesto tampoco a la oposición», señaló. Además, Aurelio recordó que «desde la óptica política, habría que recordar lo que pasó después del campeonato en 1986 con el gobierno de Alfonsín: en el 87 tuvo derrotas importantes de la provincia de Buenos Aires y otros distritos, lo que fue el preámbulo de su derrota de 1989».

Por su parte, Vilker desplegó su análisis sobre los significantes que quedan en el tamiz, pasada la euforia. «En lo político hubo algo así como un desaire que empieza por el plantel de la Selección –señaló la directora de Trespuntozero–: la casi obstinación por no ir a la Casa Rosada, lo que pasó con «Wado» de Pedro cuando los fue a recibir a Ezeiza. En paralelo, no es algo sólo argentino, creo que es una sensibilidad de época este clima antipolítico. También Mbappé dejó desairado a Macron». En ese sentido, remarcó que «hacía mucho que no se veía un interés genuino y total por sobre los particulares. Apareció el colectivo nacional con el fútbol. En un momento de crisis de lo nacional y de la idea de bien común, acá y en varios lugares del mundo, la Selección motorizó esas ideas. Parecería que esto es lo único que define un territorio y un interés común. No se podría decir que se cerró la grieta con esto, porque las posiciones políticas no se redefinen de la noche a la mañana ni mágicamente».

La especialista en comunicación estratégica también advierte algo que fluye desde la discursividad de la Scaloneta, que va en sintonía con la expresión popular de los últimos días. «Es una Selección con poco o nulo discurso político y escaso discurso social. Apareció solo muy tardíamente, con Dibu Martínez hablando de que juegan ‘por los 45 millones’. Una vez que el título fue obtenido, empezó a aparecer un poco la mención al pueblo argentino, a ‘darle una alegría’, pero es un discurso más bien cauto».

Por último, Vilker refirió una serie de fenómenos del lenguaje que pudieron observarse a lo largo de la cobertura de los festejos. «Yo escuchaba los testimonios en la televisión casi con una vocación etnográfica y no hubo uno solo que no usase palabras relacionadas al sufrimiento, padecimiento, uno puede poner ahí también la espera. Una especie de ADN muy tanguero. En paralelo hubo menciones a la gloria, a los laureles y la eternidad: todas cosas de la épica nacional que están en el himno. Entonces, este triunfo implica el ingreso en la fase megalómana en Argentina, ahora somos los mejores del mundo, ¿no? Bueno, mi pregunta es cuánto falta para que volvamos a considerarnos los peores».

Hilario Moreno del Campo tuvo una óptica diferente sobre esta discursividad. «Durante todo el gobierno de Alberto Fernández, desde medios como Clarín, se insiste en el pesimismo, y es lo que hace la derecha por lo general. Milei con la casta y Macri con la argumentación liberal sobre que Argentina es una mierda –afirmó el consultor–. Ahí también aparece la moción de orden que ofrece Patricia Bullrich».

El triunfo de la Selección en Qatar, según Del Campo, «le viene en contra a toda esa discursividad por dos razones. En primer lugar, cambia el clima y se genera optimismo, aún cuando no sea sobre cuestiones duras como lo económico. Pero haciendo una metáfora futbolera, queda en offside la idea liberal de que los proyectos nacionales y populares, en los que la gente se organiza y elige, no pueden lograr cosas. En los festejos realmente no pasó nada grave para 5 millones de personas. La gente se autorreguló muy bien, todo el mundo sabía lo que quería y a qué iba», señaló el encuestador.  «

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