Así la llaman vecinos del barrio de Saavedra en contraposición al "Elefante blanco". Historia de una de las peores tragedias no naturales de la Argentina, en la que murieron 78 personas. Nunca hubo condenados por el hecho.
En la noche del viernes 26 de abril de 1985, en los albores del inicio al juicio a las Juntas Militares, desde el balcón de la Casa Rosada el entonces presidente Raúl Alfonsín ofrecía una cadena nacional denominada “En defensa de la democracia”. Todas las expectativas estaban puestas en ese discurso dadas las sucesivas intentonas golpistas de las Fuerzas Armadas. Al mismo tiempo, en Crisólogo Larralde (ex Republiquetas), entre Estomba y Rómulo Naón, se desataba un infierno de humo y fuego en las seis plantas de habitaciones donde había unos 400 pacientes psiquiátricos sedados. Las puertas estabas cerradas con candados y las ventanas tapiadas o enrejadas, lo que profundizó la masacre.
Las hipótesis sobre cómo se desató el incendio difiere del origen de la fuente. Tras idas y vueltas, la justicia consideró que uno de los pacientes empezó el fuego, pero la causa prescribió sin culpables. Si bien algunos familiares de las víctimas coincidieron con esa idea, incluso suponen que un tal Chapita, fue el protagonista de haber incendiado un colchón. Hay otros allegados y vecinos que sospechan que los propios dueños del lugar generaron la tragedia con el fin de cobrar un seguro.
Lo cierto es que hubo 78 muertos, entre pacientes y enfermeros, y cientos de heridos que fueron hospitalizados. Por si fuera poco, la investigación determinó que hubo irregularidades en la habilitación, la infraestructura y en la capacidad del lugar. Según refieren distintas crónicas de aquella noche, en las inmediaciones de la clínica se observaron enfermeros, policías y bomberos persiguiendo pacientes por las calles.
A cuatro décadas de ese triste episodio olvidado de la Ciudad de Buenos Aires, la mole de cemento y fierros permanece impávida, como si allí nunca hubiera pasado nada. Tiempo dialogó con Juan Manuel Castro, a cargo del sitio de noticias saavedraonline.com.ar: “En el portal le decíamos el Elefante Azul haciendo juego con el Elefante Blanco de la zona sur porteña, que hoy es el Ministerio de Desarrollo Humano. En el presente, los vecinos conviven con este edificio inmenso rodeado de manzanas en una zona residencial, en un barrio porteño tranquilo”.
“Pasás a la tardecita y se ve alguna que otra luz prendida, pero sabés que ahí no hay ningún tipo de movimientos, todo quietud, está rodeado de cartelones y no hay actividad”, continúa Castro, quien describe que el lugar puede ser utilizado para pernoctar por personas en situación de calle que trepan o pasan por debajo de los carteles de publicidad montados en el frente.
“A veces ves ropa tirada y te das cuenta que hay como cierto movimiento. Pero para los vecinos en general no es una cuestión de seguridad de primer orden, no es algo que se plantee”, explica.
Poco después de la masacre, la clínica Saint Emilien se declaró en quiebra y el sitio fue adquirido por otras personas. Más tarde, allí funcionó el Instituto de la Familia Monseñor Bufano hasta que el 31 de agosto de 1997 cerró definitivamente sus puertas.
El director de Saavedra Online puntualiza que “el inmueble está a pasos de Larralde y Balbín, una zona que ha crecido mucho en poco tiempo, donde hay edificios nuevos, con locales grandes en planta baja. Hay cierto contraste entre este edificio inmenso detenido en el tiempo, a pasos de una zona que está creciendo de la mano del polo gastronómico que se está consolidando en torno al Parque Saavedra”.
Desde siempre, el barrio cuenta con organizaciones e instituciones movilizadas por diferentes circunstancias que atraviesan la cotidianidad de los vecinos, como cuando festejaron durante todo 2023 los 150 años de Saavedra; o cuando se opusieron y lograron frenar un negociado del gobierno porteño para llevar adelante una laguna artificial en Parque Saavedra.
“Quizás por una cuestión generacional y porque ha pasado tanto tiempo, es que no esté tan tan presente, pese a lo importante que fue, en el sentido de lo trágico. Convivimos con la incógnita de qué es lo que va a suceder allí, si lo van a demoler o qué. Hace unos años unos vecinos querían impulsar un proyecto para lograr la expropiación pero no prosperó”, admite Castro en referencia a este sitio que ni siquiera cuenta con una placa conmemorativa a las víctimas que dejaron allí su vida.
Para tomar dimensión de este incendio, bien vale compararlo con la trágica avalancha ocurrida unos 17 años antes en Puerta 12 en el estadio de River que se saldó con la muerte de 70 hinchas. En marzo de 1994, el atentado en la AMIA masacró a unas 85 personas; en octubre de 1999, el malogrado despegue del avión de LAPA se alzó con 65 víctimas fatales. Todas estas tragedias solo fueron superadas por la del boliche Cromañón, donde murieron 194 personas.
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