
Boric (los chilenos lo pronuncian “Borich”, como en la tierra natal de sus padres) participó de la creación del Frente Amplio (FA), una coalición de partidos y movimientos de izquierda que se sumó al rechazo general por el manejo de la cosa pública de las coaliciones tradicionales, de centro derecha y centro izquierda, que venían administrando la larga transición del pinochetismo a una democracia muy controlada por el cuerpo legal que había legado el dictador antes de dejar la presidencia. Ese movimiento devino luego en Convergencia Social, cuando amplió su base para incorporar a la mayor parte de los rostros detrás de las demandas de los nuevos tiempos.
Todo aquel modelo de prolijidad neoliberal basada en la opresión de millones de chilenos que tanto subyugaba a las derechas latinoamericanas -que no se cansaban de poner como ejemplo de lo que debía hacerse en cada uno de los países- estalló en octubre de 2019, cuando miles de estudiantes secundarios decidieron romper los moldes tras un aumento en el transporte urbano.
“No son 30 pesos, son 30 años” se convirtió en una consigna que encolumnó a millones de seres que estuvieron sumergidos sin esperanzas de cambio y de pronto se adueñaron de las calles reclamando su lugar en el mundo.
«No fueron 30 pesos, fueron 30 años», por cierto, pero también fue toda una dirigencia que estaba demasiado cómoda administrando una situación dramática para los de abajo que no supieron o no quisieron interpretar. Pero que, de la mano de Sebastián Piñera, antes de irse provocó represiones brutales. Muchos jóvenes que perdieron la vista con el testimonio de la barbarie de un régimen que agoniza aunque, en verdad, no está muerto.
Boric es el emergente de aquella rebelión. Para muchos el suyo no será un gobierno todo lo radicalizado que pretenden. Pero para los medios tan conservadores que pululan en ese territorio y el sistema pospinochetista que lo rige, será lo más parecido a una revolución. No por nada, compitió en este balotaje contra un ultraconservador que prometía volver a aquellos “tiempos dorados” de la dictadura.
El desafío será grande para Boric. Del otro lado de la cordillera y más al norte, hay millones de latinoamericanos que ahora miran a Chile de otra manera. Para los más curtidos por la vida, como se miraba a Salvador Allende hace 51 años.
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