Daniel Mecca: “No me propuse hacer una apología de la nostalgia»

Por: Mónica López Ocón

El escritor y periodista acaba de publicar Los Canto. Estela y Patricia: enfants terribles de la literatura argentina, una biografía de los hermanos que pasaron de ser dos protagonistas fundamentales y excéntricos del mundo cultural reunido en torno a Sur al olvido casi absoluto.

¿Quiénes fueron los hermanos Estela y Patricio Canto? Su brillantez intelectual, su condición de figuras estelares en torno a la revista Sur y sus excentricidades los mantuvieron por un tiempo en la cresta de la ola. Pero sus perfiles se fueron esfumando.

Estela, magnífica traductora y autora de varios libros entre los que sobresale, por razones obvias, Borges a contraluz, pasó a la historia de la literatura como la mujer a la que Borges le dedicó uno de sus cuentos emblemáticos, El Aleph, y de la que estuvo enamorado muchos años sin que la relación amorosa que tuvo con ella pasara la frontera de los besos.

A Patricio, también un enorme traductor y una mente brillante, la historia le fue aún más esquiva. Escribió un solo libro, una apasionada embestida contra Ortega y Gasset y su fama se esfumó casi sin dejar huella.

¿Quiénes fueron los hermanos Estela y Patricio Canto? Esta vez la pregunta se la formula el poeta, periodista, gestor cultural y docente Daniel Mecca. Su respuesta a esa pregunta es el libro Los Canto. Estela y Patricio: enfants terribles de la literatura argentina. Lo interesante de su trabajo es que se formula la pregunta sabiendo de antemano que no existe una respuesta definitiva, que toda biografía que intente “domesticar” una vida (o dos en este caso) para llevarla prolijamente al papel con pretensión de verdad, es un artefacto falso, forzado.

Aunque existan cientos de documentos que acrediten  hechos de manera fehaciente –que no es éste el caso- ninguna existencia encaja en el molde rígidamente prefijado de la biografía cuando ésta es entendida como verdad absoluta. ¿Acaso el concepto de “verdad” puede ser aplicado a una vida?

No obstante, Mecca investigó con la pasión de quien espera una revelación absoluta sabiendo que no habrá tal cosa. Ya de entrada muestra su propósito de no hilvanar fragmentos dispersos para que resulten coherentes y verosímiles. La coherencia y la verosimilitud –el autor bien lo sabe- son atributos de la literatura y no de la vida.

¿Qué llevó al curioso Daniel Mecca a averiguar sobre la vida de los Mecca?

-El motivo original es un motivo borgeano porque Estela Canto es la mujer a la que está dedicado El Aleph. Además, esto está vinculado con Borges a contraluz, un libroen el que Estela ya no es la persona pasiva a la que Borges le dedica un libro, sino que es autónoma porque ella misma elaboraba ideas en torno a Borges, aunque no dejaba de estar atada a él.

De modo que él fue un gran problema para mí, en el mejor de los sentidos por esa especie de mano invisible de Borges que lo abarca absolutamente todo. Entonces yo debía encontrar la autonomía de Estela por fuera de Borges cuando el último libro de ella, de 1989, editado por Espasa-Calpe había sido, precisamente, Borges a contraluz y ella muere en 1994.

De modo que ella misma había cerrado el círculo de su vida vinculada a Borges. Años atrás había vendido el manuscrito de El Aleph, es decir, había entrado en la agenda borgeana de una manera muy escandalosa y muy disruptiva, muy incómoda para la industria oficial borgeana. Pero, escándalo o no, la vida de sus últimos años había quedado ligada a Borges.

Eso me generaba el problema de cómo rescatarla por fuera de él. Lo segundo era cotejar si, efectivamente, había algo detrás de Estela por encima de Borges, porque toda investigación se basa en una presunción, en una intuición, pero luego había que ir a verificar realmente qué había detrás de ella.

Sabía que ella había traducido seis de los siete tomos de En busca del tiempo perdido y podía tener mi propia lectura de esa traducción, pero yo no soy un especialista. Entonces tuve que ir al jefe de Cátedra de Literatura Francesa de la Universidad de Buenos Aires para que me dé su opinión. No quería hacer de este libro una apología de la nostalgia. No pensaba que los Canto debían ser reconocidos por el solo hecho de haber sido olvidados, como si una cosa estuviera atada a la otra sin ningún tipo de reflexión crítica

. No quería escribir el diario de Yrigoyen de los Canto. Tampoco quería que las cosas que fuera descubriendo fueran sólo las que los hicieran quedar bien. Esa mirada más expansiva me fue necesaria para poder entenderlos. Si sólo mostraba las cosas positivas iba a ser un libro muy incompleto.

-La figura de Estela te planteó el problema de Borges. ¿Qué pasó con la de Patricio?

-Si Estela había quedado bajo la sombra de Borges, Patricio había quedado bajo la sombra de Estela, sobre todo porque, a diferencia de ella, él no tiene obra literaria. Tiene un solo libro.

-Un ensayo sobre Ortega y Gasset.

-Sí, es un ensayo intelectualmente hostil contra Ortega y Gasset. La segunda etapa del libro fue rescatar a Patricio por fuera de Estela.

-¿Y qué pasó luego de que indagaste sobre cada uno?

-Justamente el tema fue ver qué pasaba con los dos juntos, qué pasaba con esa narrativa, con ese binomio, con esa articulación en la que operaban ellos que no eran ni Estela ni Patricio, sino que eran los Canto. Eso me decidió a escribir un libro sobre los dos. Marketineramente hablando, me hubiera resultado muy fácil escribir un libro sobre Estela, algo así como “Estela Canto. La musa maldita de Borges”.

Se hubieran vendido ejemplares como chorizos. Creo que escribir un libro así hubiera sido injusto con los aportes que hicieron los dos hermanos. Mi libro trata de recuperar a través de los Canto no sólo la historia de los hermanos, sino la historia de una época, la del siglo XX, la historia de cómo se une la narrativa literaria con la narrativa política. Por ejemplo, como se toca el grupo Sur con el Partido Comunista.

Eso me llamó mucho la atención. Estela estaba en las antípodas ideológicas de Borges, por lo menos del Borges ya grande y consagrado. 

-Pero Borges había tenido un coqueteo muy temprano con la Revolución Bolchevique, había escrito unos poemas para esa revolución. No nos olvidemos que él vivía en Ginebra, Suiza, cuando en el ’17 estalla la Revolución Rusa, de modo que como joven entusiasta y vanguardista recibe esas ideas con una mirada muy optimista.

En los ’40 ya estamos hablando de un Borges muy distinto. Había participado en el comité de la juventud yrigoyenista en el 29, pero de manera definitiva estaba políticamente en otro lado. ¿Qué los unía? El lugar de los aliados en el marco de la Segunda Guerra Mundial. Los dos estaban en el bando antifascista. El quiebre definitivo de ellos va a ser en el ’55, con el golpe a Perón.

-Ella era alguien muy distinta de él también en otros aspectos.

-Sí, y lo más escandaloso para Borges era la libertad sexual de ella, y que esa libertad sexual se combinara con una mujer poderosamente intelectual e inteligente. Estela misma decía que él solía codearse con mujeres intelectualmente inferiores.

Foto: Diego Martínez

-Quizá era una cuestión de época.

-Exactamente.

Nunca habían tenido una mayor intimidad que los besos y los abrazos y para casarse ella le pone como condición una relación sexualmente plena. Vos contás en el libro que ella dice que Borges se excitaba como cualquiera, pero después de la intimación de ella, él va a consultar a un médico por su supuesta impotencia. La sexualidad de Borges siempre aparece como enigma.

-Ella sintetiza a lo Estela Canto, es decir de un modo escandaloso, aquello que era problemático en Borges. Ella lo transcribe con más cordialidad pero lo que le dice concretamente es «antes de casarnos tenemos que garchar». Borges es una persona completamente deseante y esto no es algo que digo a la ligera. En las Cartas del fervor, la correspondencia que les escribía a dos de sus mejores amigos, más o menos entre los años ’18 y ’23, habla una gran cantidad de veces de mujeres, de prostíbulos.

En él hay un deseo latente por lo que la idea de que Borges era un personaje asexuado tiene que ver con un proceso de industrialización que pretende  deshumanizarlo porque eso lo hace una figura más mitológica, ergo, más asimétrica respecto del lector. Yo creo, por el contrario, que Borges era alguien muy sexual. Que tuviera dificultades sexuales no quiere decir que no deseara.

Lo que dice Estela sobre que se excitaba como cualquiera, lo que hace en Borges a contraluz es, precisamente, humanizarlo, mostrar que era un genio y un tipo como todos, con los rollos de todos. Y nadie mejor que Estela para señalarlo porque ella escribe esto en el ’89 y Borges había fallecido en el ’86. Era muy fuerte que a tres años de su muerte alguien saliera a decir eso. Ella fue consecuente con su estilo hasta el final y eso es extraordinario.

Las biografías suelen tener una pretensión de totalidad. La tuya, por el contrario, no la tiene. No te propusiste armar un relato sin fisuras, sino exponer el proceso de investigación y los huecos. A partir de las fuentes vas armando una visión caleidoscópica de Estela y Patricio. ¿Esto fue un a priori para vos?

-Sí, comparto absolutamente la mirada que tenés del libro. Sucede que los Canto estaban hechos de fragmentos, de pedazos sueltos que habían quedado arbitrariamente desparramados y que había que ver de qué forma se unían y qué se unía con qué. En 2017, cuando empecé a investigar, Borges a contraluz me dio la oportunidad de entrar un poco en eso. Hice una exhaustiva búsqueda por librerías y demás y no estaba en ninguna parte. Y no hablo de la edición de Espasa-Calpe, sino de una reedición que había salido en el ’99.

Entonces ya partí de que el libro más importante de Estela ligado a Borges era algo difícil de conseguir. Además, todas las fechas de nacimiento de Estela eran distintas, no había una fecha única. Faltaban datos biográficos concretos que requerían una búsqueda detectivesca. Por lo tanto, la forma caleidoscópica a que te referís se corresponde con cómo encontré el material y también con algo conceptual porque, como dije, los Canto estaban hechos de fragmentos.

Foto: Diego Martínez

-¿No estamos todos hechos de fragmentos?

-Sí, pero en ellos esos fragmentos coincidían con puntos neurálgicos del siglo XX. Estaban en Sur, estaban con las figuras más importantes del Partido Comunista, de repente, aparecen con Oscar Masotta. Esa condición fragmentaria que tenían es la que hace que yo haya armado el libro en fragmentos. Hay una frase muy linda que dice “el estilo es la carencia”.

Este libro pone en valor la carencia. El libro trata de responder a la pregunta de por qué quedaron los dos hermanos en el ostracismo, por qué quedaron fuera de toda agenda literaria, pero no con ánimos de llegar a una conclusión definitiva, sino desde cada mirada, porque cada mirada tiene su propia opinión, incluso la de los que se vieron perjudicados por los Canto, como Sebreli, al que hicieron echar de Sur.

Los Canto tenían su costado rosquero y le dijeron a Victoria Ocampo que Sebreli estaba haciendo reseñas sobre Eva y sobre Perón. En Sur, como en todas partes, había internas y a ellos las internas les encantaban. Si Sebreli había entrado a Sur de la mano de Héctor Murena, ellos no querían perder territorio.

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