Deportaciones: Petro le logró cambiar las reglas de juego a Trump

Por: Andrés Gaudín

Es cierto que debió aceptar la cacería humana del magnate, que no cesa con sus bravuconadas. Además, Colombia normalizó relaciones con Venezuela. Idas y vueltas con la cumbre de la CELAC. El rol de México. Los aranceles sobre las importaciones y el regreso a Cuba en la lista de "Estados terroristas".

Con un cierto dejo de dignidad el colombiano Gustavo Petro hizo recular al norteamericano Donald Trump, el hombre políticamente más importante del mundo, aunque para ello tuvo que caer en contradicciones, admitir el propósito de su colega imperial y aceptar la validez de la cacería humana de sus connacionales latinoamericanos, ordenada por la Casa Blanca como paso previo a su deportación. No volvieron al país encadenados de pies y manos, humillados, como a Brasil. Petro demostró que todo es posible, que se puede, pese a que él fue el que más reculó, al terminar aceptando la realidad de las expulsiones y cargándole al Estado esa especie de sutil complicidad y también los gastos de traslado. Hay detrás de esto, otro cierto dejo. Colombia cesó de ser usada como parte del acoso a Venezuela

No es poco lo logrado por Petro, quien publicó en X: «Le solicito a los colombianos sin documentos en EE UU dejar sus trabajos en ese país y retornar a Colombia lo más pronto posible La riqueza la produce sólo el pueblo trabajador». A los puntos en contra de su actuación, puede sumarse la precipitada decisión de convocar de urgencia a una cumbre de la CELAC –¿para dejar en claro la ineptitud de la OEA y su inocultable papel servil a EE UU?– y su no menos urgente «desconvocatoria» a esa misma reunión. Pasó en apenas 48 horas. En el medio, todo quedó alterado en la región. Tras mantener durante varias semanas a Nicolás Maduro bajo una metralla crítica constante, exigiéndole actas electorales que nunca le exigió a la oposición, presionado por las tensiones generadas por Trump, Petro reanimó las relaciones con Caracas. Hubo diálogos con Maduro y entre cancilleres y jefes militares se selló el compromiso de reforzar la seguridad fronteriza.

Con la decisión de castigar a Colombia, imponiéndole groseros aranceles porque Petro se aventuró a repudiar el trato denigrante que recibían los deportados, Trump entró en colisión con el colombiano y volvió a mostrar su alto grado de torpeza. Los dos habían tenido coincidencias, casuales, pero coincidencias al fin. Antes de los episodios inmediatos a su jura, cuando hostigaron al gobierno de Caracas, dándole pie a la presión intervencionista de la derecha venezolana. Cuando coincidieron al definir a las bandas armadas que operan en el noreste fronterizo con Venezuela, abriendo la posibilidad de acción de tropas extranjeras. De hecho, el propio Trump había aceptado esa emergencia cuando, tras firmar el luego anulado decreto con las sanciones arancelarias, respondió a una pregunta nada elíptica de Fox News : «No garantizo una intervención militar, pero se acepta la idea».

Por más que lo suyo sean golpes de efecto para engordar la imagen de chico malo, la lista de los amenazados crece y siempre está latente la posibilidad de que pase de la prepoteada a la acción. De México, Canadá y China saltó a la UE, y en la barrida cayeron Colombia, Venezuela y Cuba. A Panamá lo provocó con la reapropiación del Canal y a Dinamarca con la compra de Groenlandia. Además de la caída de credibilidad del autoproclamado «faro de la libertad», parece difícil que pueda pelear con todos y en el mismo día. «El 7 machos», lo llaman los adultos mayores en burlona memoria de una película de los pasados años’50, en la que el admirado Cantinflas representaba a un ridículo personaje que hasta tenía su propio corrido: «Yo soy el siete machos/robar es mi destino/Yo soy el siete machos/mi orgullo es ser bandido», decía, y hoy vuelven a cantar los viejos mexicanos.

Con su violenta irrupción en el Catatumbo (noreste fronterizo), una facción guerrillera que se negó a trabajar por la paz y se alió al narcotráfico, reavivó el intervencionismo siempre latente de EE UU. Y ambientó que Trump reactivara la declaración de Cuba como país promotor del terrorismo, una falsedad que, días antes, había sido corregida por el saliente Joe Biden. Y que fraguara un tiroteo en la frontera mexicana con el único objetivo de mantener vivas las presiones sobre el gobierno de Claudia Sheinbaum. En el bochinche tremendista de estos días, el presidente aseguró en uno de sus centenares de decretos que “las actividades de los carteles mexicanos y colombianos amenazan la seguridad del pueblo y la Nación estadounidenses y la estabilidad del orden en el hemisferio occidental”.

Para otorgarle un viso legal a su paranoia, Trump desenterró una fracasada ley de 1996 para incluir en un solo paquete a los violentos del noreste colombiano, a los narcotraficantes de México y a Cuba. Por la misma norma destinada a reprimir a las Organizaciones Terroristas Extranjeras (OTE), Trump puso bajo la lupa, y en la mira, al llamado Tren de Aragua (una banda surgida en una cárcel de Venezuela) y a la Mara Salvatrucha (nacida en las calles de Los Ángeles y deportada a El Salvador, donde impuso el terror). La ley es gestionada por el Departamento de Estado e incluye a 75 supuestas OTE que van desde Al Qaeda y el Estado Islámico hasta Hamas y el ya inexistente Sendero Luminoso.

Las bravuconadas previas a su asunción empiezan a ampliarse (ver recuadro), y en la región la reacción es tan tibia que, por momentos, suena a complicidad con el sadismo institucionalizado por Trump. El personaje había pegado cuatro gritos y sus contrapartes parecieron levantarse de indignación. Pero no, error. Había dejado a la región en un peligroso equilibrio inestable y  gracias a marchas y contramarchas de todos los actores logró remendar la situación y volver a fojas cero. La reculada le permitió dar un paso atrás, pero fue para tomar impulso. Había prometido “cazar” y expulsar a un millón de americanos por año, 2700 por día, y lo está haciendo. Había prometido cambiarle el nombre al golfo de México y sus amigos de Google ya le hicieron el gusto, incorporándolo al célebre mapa que el mundo consulta. Todo pasa. Ahora promete llenar la Guantánamo cubana con 3000 latinos deportados. «

Helicópteros parados y el narcotráfico

Hasta ahora, ni el presidente de EE UU ni el de Colombia les habían cantado la precisa a sus pueblos, a sus aliados y a los organismos internacionales abocados, dicen, a terminar con el negocio de las drogas. Y eso que, junto con la criminal cacería de inmigrantes, es el montaje de una barrera represiva para impedir el ingreso de fentanilo y otros opioides sintéticos al mercado de, lo que provoca este revoloteo de indignación que se representa en el escenario americano. No le contaron al mundo que, entre otras, el fracaso de la estrategia antinarcóticos bilateral se debe a que los 40 helicópteros y aviones asignados al bombardeo de los campos de coca –de paso a la población civil– están parados por represalias estadounidenses.

Evitando atacar las causas económicas que provocan la emigración y el auge y desarrollo de los más variados carteles –tráfico de humanos y de drogas, comercio ilegal de armas–, el Plan Colombia pactado en 1999 y hace años fracasado, apuntó a la represión. Eso incluyó la devastación de las plantaciones de coca con la quema y con la aspersión de glifosato y otros herbicidas y desfoliantes. Ante las dificultades para ingresar a la espesa selva tropical del Catatumbo, los expertos del Pentágono dictaminaron que para lograr mayor efectividad y no arriesgar vidas propias, la vía aérea era lo mejor: mandaron 18 aviones rusos del tipo MI-17 y 22 helicópteros Black Hawk.

El domingo, cuando parecía más caliente el desencuentro entre Trump y Petro, el jefe del ejército colombiano reveló que «la falta de disponibilidad plena de la flota aérea afectó y afecta la capacidad de realización de operaciones en el Catatumbo». El general Luis Emilio Cardozo dijo que sólo hay cinco helicópteros en uso. Es que el conflicto Rusia-Ucrania –pergeñado y bien alimentado por EE UU– imposibilitó que se hiciera el mantenimiento de los MI-17. «Las sanciones impuestas a la empresa rusa encargada del recorrido técnico hicieron que nuestra flota no esté a punto y la hayamos desmovilizado». Durante el resto del año tampoco habrá operaciones con los Black Hawk «porque también congelaron el contrato de mantenimiento».

 

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