La CPAC le da al mandatario argentino la ocasión de conseguir una mejor foto con el yanqui, en su casa de Mar-a-Lago.

Milei, la derecha argentina y los comunicadores mediáticos afines en particular, están ahora entusiasmados con que desde la Casa Blanca, Trump le facilite un crédito del FMI como hizo con Mauricio Macri en 2018. Esas ansias crediticias chocan con un par de realidades concretas: no cae bien aumentar la deuda externa para seguir alimentando la fuga de la que se benefician los mismos de siempre. La otra es que en el FMI no están tan abiertos de bolsillo como hace seis años. No olvidan que esos que ahora están poniendo la gorra adelante del edificio del 700 de la calle 19 NW, Washington, son los mismos de aquella vez.
Que se tenga memoria, Milei y Trump se cruzaron una sola vez en sus vidas. Fue en febrero, en la cumbre de la Conferencia de Acción Política Conservadora (CPAC), un foro de superconservadores que ahora le da la oportunidad al paleolibertario de viajar a Mar-a-Lago y ver si allí consigue una foto más significativa con Trump. A principios de este año, apenas lo pudo cruzar en un pasillo del hotel de National Harbor, Washington, donde se desarrolló el encuentro. La semipenumbra de esa imagen quizás benefició a Milei, tan preocupado como se sabe por la visibilidad de su barbilla. Ahora será otro de los invitados especiales de ese espacio que gana terreno internacional. La foto que espera le permitirá replicar a sus fieles y consecuentes trolls que es un “fenómeno barrial”, mal que le pese a Ricardo López Murphy.
Adelantándose a ese acontecimiento, Milei reposteó un mensajito en la red X, de Marcos Galperin, quien usó un recorte de la cobertura de Carolina Amoroso en EEUU en TN para afirmar que el presidente argentino es un “increíble fenómeno mundial”. En ese tren de jolgorio ultra, el vocero presidencial Manuel Adorni, el viceministro de Justicia, Sebastián Amerio; el secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo; y el ministro sin cartera Santiago Caputo, entre otros, lucieron corbatas rojas para sobreactuar su contento por el triunfo de Trump.
Todos esos son, conviene decirlo, reflejos contradictorios del momento internacional ultraderechista que se vive hoy día. Es que el presidente de los argentinos tiene un nivel de vanidad sólo comparable con la del magnate neoyorkino. Y dos personajes así difícilmente quepan en el mismo planeta al mismo tiempo. Pero si se trata de fenómeno, lo de Trump se pasó de barrial hace un rato ¿Será por eso que nuestro coterráneo todavía no había logrado que le atendiera el teléfono? «
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