Tras el papelón en la ONU, renunció el subsecretario de Derechos Humanos Alberto Baños

El ex juez Alberto Baños terminó esta semana su ciclo de casi dos años en la Secretaría de Derechos Humanos tras presentar la renuncia a su amigo y jefe Mariano Cúneo Libarona, ministro de Justicia de la Nación. 

Su salida se da apenas unos días después del papelón que encabezó al atacar a los organismos de derechos humanos en el Comité contra la Tortura de la ONU, donde asistió para defender las políticas represivas del gobierno nacional. 

Allí, Baños negó la cifra de 30 mil desaparecidos, que aseguró que fue creado para acceder a subsidios económicos y acusó a los organismos de derechos humanos de intentar “cuestionar a la República Argentina” y ponerla “de rodillas dando explicaciones sobre lo que no tiene que dar explicaciones”.

Esta semana, cuando debía representar a Argentina ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica, Baños no fue incluido en la comitiva. En su reemplazo, fue Alfredo Vitolo, director nacional de Asuntos Jurídicos en materia de Derechos Humanos de la Subsecretaría de DDHH y ex funcionario durante la gestión de Mauricio Macri. 

La corta gestión de Baños alcanzó para lastimar gravemente las políticas de derechos humanos que llevaba adelante la Secretaría: durante sus dos años en el cargo, vació áreas sensibles como Sitios de Memoria y las querellas en las causas por crímenes de lesa humanidad. 

A pesar de eso, ante las acusaciones en ámbitos internacionales, Baños eligió mentir. “Se adujo que se han olvidado, que se han dejado de lado las políticas de memoria. Eso es falso. La política de memoria en los términos de la gestión actual se están cumpliendo con una memoria amplia, no como pretenden algunos ideólogos del pasado. Se afirma que se han cerrado sitios de memoria, es falso. Ningún sitio de la memoria ha sido cerrado. Se dice que los sitios de la memoria están abandonados, que es falso”, sostuvo. 

Los despidos masivos se sumaron al cierre del Centro Cultural Haroldo Conti y a la reducción a sus mínimas expresiones de la mayoría de las áreas, como el Archivo de la Memoria. El vaciamiento afecta incluso a lugares protegidos como el Museo Sitio de Memoria Ex ESMA, declarado Patrimonio de la Humanidad por Unesco, que ante la falta de personal y presupuesto debe reducir la atención al público.