«No puede haber sino borradores» -dijo Borges en Discusiones en 1932-. «El concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio.» Es así como la obra del más universal de los escritores argentinos es la misma y, a la vez, diferente. Tal como le sucede a Pierre Menard, autor del Quijote, Borges logra que las palabras de sus cuentos, ensayos y poemas sean las mismas y, al mismo tiempo se modifiquen constantemente no sólo en la pluralidad de sus lectores, sino también en las múltiples lecturas de ese lector exacerbado que es el crítico. Existe una suerte de “máquina Borges” que a treinta años de su muerte continúa generando textos sobre sus textos sin agotar nunca el sentido de su escritura. 

Borges esencial, un libro-homenaje que conmemora los 30 años de su muerte, es una prueba fehaciente de que el escritor no termina de decir jamás la palabra última y definitiva. Se trata de una publicación conjunta de la Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española que incluye de manera completa dos de sus textos fundamentales, Ficciones y El Aleph a los que suma una selección de ensayos y poemas preparada por José Luis Moure, presidente de la Academia Argentina de Letras. 

Podría decirse que el libro mismo como objeto, más allá de las obras borgeanas que contiene y de los múltiples ensayos sobre ella, constituye una reivindicación de una forma de lectura que los más apocalípticos declaran en vías de extinción: es un libro-libro, un libro por antonomasia. Tiene tapas duras, más de 600 páginas e incluye ese tipo de señalador que era bastante común en las viejas ediciones pero que hoy se ha convertido en una rareza exquisita. Es una cinta roja que forma parte del libro mismo y que le indica sutilmente al lector la página en que ha abandonado su lectura y, en consecuencia, dónde debe retomarla. Se trata de un tipo de ejemplar que bien podría haber pertenecido al propio Borges, haber formado parte de ese Paraíso que para él tenía la forma de una biblioteca. Editado por Alfaguara, su contundencia física no es un dato menor, ya que con su sola presencia da cuenta de la persistencia obstinada de la palabra sobre el papel frente a la evanescencia de las pantallas que evaporan las letras y las devuelven a un limbo inaccesible una vez que sus luces se apagan. 

Los numerosos ensayos que acompañan la cuidada edición contribuyen a afianzar la idea de erudición con la que tan frecuentemente se identifica a Borges y que caracteriza “la vulgata” de su imagen, aunque la cita y la mención de autores raros fueran en él más un juego literario surgido a partir de la Enciclopedia Británica o de la imaginación, que la mostración de infinitas capas geológicas de saber acumulado. Por supuesto que esta afirmación no desmiente su calidad de hombre culto, pero sí señala su actitud lúdica que permanentemente erosionaba los de por sí frágiles límites entre la realidad y la ficción. 

Estos ensayos se agrupan en dos espacios diferentes del volumen: antes de los textos borgeanos y luego de ellos bajo el título “Otras miradas”. La primera parte se abre con un trabajo de Teodosio Fernández (Universidad Autónoma de Madrid) sobre el carácter argentino de la producción borgeana. Alberto Giordano (Universidad Nacional de Rosario) indaga en sus ensayos. Darío González (Universidad de Copenhague) aborda su costado filosófico a partir de las nociones de tiempo e infinito. Noé Jitrik (Universidad de Buenos Aires) hace un paneo general sobre la obra de Borges. Santiago Sylvester (Academia Argentina de Letras) se detiene en la poesía. Por último, Gabriela Tomasini (Academia Norteamericana de la Lengua Española) hace foco en la brevedad como una elección literaria.

La segunda parte, “Otras miradas”, reúne una serie de estudios monográficos del propio José Luis Moure, Nora Catelli, Jorge Panesi y Juan Pablo Canala. El volumen se cierra con una bibliografía preparada también por Moure y un glosario de voces utilizadas en el texto. 

Es Noé Jitrik, en el ensayo que figura en este libro, “Fulgores y Regresos: borgiástica” quien señala la dificultad de abordar a Borges sin tomar en cuenta la maquinaria crítica que no cesa de producir textos en torno a él. “Volver a Borges –dice- después de haber viajado por ese rumbo tantas veces es como andar per una selva oscura, que es lo que le pasó a Dante. Porque Borges, es un hecho incontrovertible, ya no es sólo sus propios textos, sino también lo innumerable que los cubre y que, en un gesto clásico que antaño considerábamos moral y responsable, habría que conocer, evaluar, tomar distancia; pero no lo podremos hacer, la vida es corta y no nos lo permitirá.”

Como sucede con muy pocos autores, incluso quienes no hayan leído a Borges ya tienen una lectura previa hecha de retazos de notas gráficas o televisivas, comentarios oídos al pasar e incluso menciones de frases que no le pertenecen en pretendidos homenajes del macrismo. Su nombre es una cita obligada aunque no se sepa qué es lo que se “cifra” en él, para utilizar una palabra borgeana.

Como Rayuela de Julio Cortázartambién Borges esencial admite ser leído en el orden que el lector elija, aunque no haya sido ésta la intención de sus artífices. Se puede comenzar por sus propios textos fundamentales o por los textos sobre sus textos que figuran en el libro multiplicando sentidos como en un juego de espejos.