La pandemia tiene algunos efectos imprevistos que no son de orden sanitario. El aislamiento parece haber despertado la vocación literaria de los franceses y las editoriales reciben el doble de originales con vistas a ser publicados. Debido a este singular fenómeno, no solo no dan abasto con la lectura, sino que a causa también del virus que recorre el mundo, igual que sucede en Argentina y probablemente en el resto de los países, los planes de publicación se han visto alterados y muchos títulos salen con retraso.
El diario ABC de España definió de este modo la situación francesa: “Francia vive una epidemia aguda de grafomanía, ‘manía irresistible de escribir’, obligando a los principales editores nacionales a pedir socorro ante una avalancha creciente de manuscritos a la espera de su publicación ‘urgente’.”
Tan desbordadas se han visto las editoriales, que la centenaria y prestigiosísima Gallimard, cuya creación fue impulsada, entre otros por el Premio Nobel de Literatura 1949, Andrè Gide, tuvo que salir a enfrentar la situación a través de un tuit que decía «En vista de las circunstancias excepcionales, les pedimos que dejen de enviar manuscritos. Cuídense siempre y buena lectura».
En pocas palabras el tuit marca un doble efecto de los sucesivos aislamientos que debieron hacer los franceses para evitar la propagación del virus que tiene en jaque al mundo. Por un lado, los ciudadanos parecen estar atacados por una fiebre de escritura. Por otro, según cifras del Ministerio de Cultura, como consecuencia de esa fiebre, leen menos.
De hecho, desde que el Covid 19 comenzó a dispersarse por Europa y los gobiernos tomaron medidas de aislamiento, la editorial Gallimard recibe casi el doble de manuscritos. Cabe aclarar que las librerías de Francia han cerrado dos veces en los que va de la pandemia, de acuerdo con las distintas circunstancias sanitarias que se fueron planteando.
El fenómeno llama la atención en un país que muchas veces fue llamado La República del Libro en virtud de su cantidad de lectores. Según una encuesta realizada en 2017 en paralelo con el desarrollo del Salón del Libro (algo similar a la Feria del Libro de Buenos Aires, pero más pequeño y de menor duración) el 91 % de los franceses declaraba haber leído un libro en ese año. El porcentaje de lectores era más elevado en las mujeres. El 54% de ellas declaraba leer todos los días, sobre todo novelas policiales. Lejos de distraerse con el celular, en ese momento por lo menos, era habitual ver personas en los medios de transporte leyendo un libro electrónico. Este tipo de dispositivos aumentó la lectura. Si en promedio cada francés leía 15 libros al año, la tecnología aumentó el promedio a 20. La razón por la cual durante la pandemia la situación ha cambiado no tiene aún una explicación clara, pero lo cierto es que, según parece, el Covid 19 ha modificado el panorama y hoy escriben más de lo que leen.
La editora de Gallimard Gabrielle Lécrivain le dijo a la agencia de noticias AFP: “Nos aseguramos de prestar la misma atención a todos los manuscritos que recibimos y respondemos a todos los correos. Es una cantidad considerable de trabajo que requiere minuciosidad y voluntad para cuidarla. Es por todas estas razones que hemos pedido suspender, de manera temporal, el envío de manuscritos». Lo originales recibidos no solo son muchos más, sino también más voluminosos, con una enorme cantidad de páginas. En su Colección Blanca, la editorial publica primeras novelas, por lo que muchos aspirantes a escritores, disponiendo del tiempo necesario para la escritura, no dudaron de probar suerte allí. Dentro de esa colección se publicaron cinco libros en enero pasado, dos en marzo y dos en abril, pero los envíos resultaros excesivos.
Pero Gallimard no es la única editorial francesa que se vio desbordada. Laure Belloeuvre, del departamento de manuscritos de Le Seuil, le dijo AFP: «Nosotros y otros editores pusimos un mensaje en el sitio web pidiendo esperar antes de enviar un manuscrito. Esperaba un tsunami cuando lo retiraron. No se llevó a cabo, pero ahora hay algo de recuperación» La editorial, que recibe unos 3.500 originales al año, recibió 1.200 solo entre enero y marzo. «Es mucho, continúa diciendo la editora. Ahora que todos saben cómo usar una computadora para escribir, estamos viendo personas que escriben y que sentimos que no leen. No es como los días en que tenías que llevar tu Remington para mecanografiar tu manuscrito, lo que solían hacer los entusiastas de la literatura». Según parece, la tecnología tiene un doble efecto. Por un lado, promueve la lectura en dispositivos distintos del libro tradicional y, por otro, alienta la fantasía de que cualquiera puede ser escritor sin tener que formase para eso. El mismo fenómeno se observa con el diseño gráfico. Los programas de diseño han generado la fantasía de que cualquiera puede usarlos con buenos resultados sin que sea necesario tener ningún tipo de conocimiento previo.
La experiencia se replica también en el resto de las editoriales francesas aunque, para las más chicas el fenómeno tiene un efecto diferente. Para muchas es la forma de poder conocer escritores jóvenes y, de este modo, ampliar su catálogo.
Tal es el caso, por ejemplo, de las publicaciones de L’Olivier. Jeanne Grange, responsable del Departamento de originales, dijo: «Más de setecientos manuscritos en los primeros tres meses, lo que significa que superaremos los 2.000 este año, mientras que estábamos en 1.500 o 1.600 por año antes del Prix Goncourt de Jean-Paul Dubois en 2019» y agregó: «Con dos editores para revisarlos, no se puede leer todo, eso es seguro. Pero nunca disuadiría a nadie. La vitalidad de una editorial se refleja en la renovación de su catálogo».
En su más de 100 años de vida Gallimard se ha constituido como la más prestigiosa de las editoriales francesas. Publicar en ella tiene un efecto consagratorio. La conocida anécdota o el difundido mito –nunca se sabe la verdad del todo en este tipo de cosas- de que Gide rechazó como editor de Gallimard nada menos que En busca del tiempo perdido de Marcel Proust que se transformaría en un clásico, no fue suficiente para empañar su trayectoria. Por eso hoy necesita pedir que no la atosiguen de originales. Con tanto material por leer podría repetirse el viejo error atribuido a Gide. No todos los días se encuentra un Marcel Proust aunque muchísimos crean serlo y se hayan puesto a desplegar sus talentos literarios durante la pandemia.