Según lo anunció la agencia EFE, como expresión de los logros obtenidos en materia de inteligencia artificial, un robot conducirá un noticiero televisivo interactuando con seres humanos. El debut de Choneng Xiaobai –tal es el nombre del robot- se producirá el próximo 6 de junio en Nanning TV, un canal de la región de Guangxi. Las señas particulares del autómata son que, de acuerdo a lo informado por sus desarrolladores, puede trabajar 12 horas seguidas y tarda 4 horas en recargar sus baterías. 

 Aunque la información provoque mucha sorpresa en la mayor parte del mundo, los chinos no parecen demasiado asombrados, porque en su país ya se utilizan robots para la realización de tareas tales como redactar noticias. Para el alicaído panorama del periodismo argentino, el anuncio no constituye una novedad positiva, aunque aún no se ha probado el éxito de la innovación ni su repercusión en el público televisivo. Por otro lado, aun si resultara exitoso, es poco probable que su difusión por estas latitudes se realice de forma inmediata aunque en la era de las comunicaciones los adelantos tecnológicos terminan por globalizarse. 

 A los poetas no les irá mejor que a los periodistas, ya que estos seres dotados de inteligencia artificial también se utilizan para escribir poemas, aunque no hay pruebas definitivas de su calidad literaria. Cabe preguntarse si esta producción será juzgada por críticos de carne y hueso o por críticos de plástico. Los robots de este tipo se desempeñan también como cuidadores de personas, desde niños pequeños a ancianos. 

Es casi un lugar común decir que muchos de los inventos que concretaron científicos y técnicos fueron concebidos primero en el terreno de la literatura. En este sentido, Julio Verne suele ser el ejemplo más transitado. Sin embargo, es posible citar muchos otros. El escritor argentino Eduardo Berti le ha dedicado un libro interesantísimo a catalogar extrañas máquinas concebidas por la fantasía humana, Inventario de inventos (inventados), publicado por editorial Impedimenta. 

“¿Conseguiremos una máquina capaz de sustituir al poeta y al escritor?” se preguntaba allá por 1967 Ítalo Calvino” –cita Berti bajo el título ´Maquina de inventar novelas´. La fantasía está planteada por lo menos desde los lejanos tiempos en que Gulliver visitó la pequeña isla voladora de Laputa y un profesor le enseñó una máquina que combinaba palabras y podía producir libros.” 

“Cuarenta años después de las reflexiones de Calvino –afirma Berti- en 2008, el ruso Alejandro Prokopovich presentó la así llamada ´primera robot-novela´: una variación de Ana Karenina, de Tolstoi, escrita al estilo de Haruki Murakami. En declaraciones periodísticas tras el libro (titulado algo irónicamente, Amor verdadero, Prokopovich dijo que su programa jamás reemplazará al talento humano. La máquina, algoritmos mediante, tardó menos de tres días en escupir el texto, mientras que Prokopovich y sus asistentes tardaron casi un año en desarrollar el programa.” 

En el campo del periodismo, la invención de un robot plantea cuestiones interesantes como la posibilidad o imposibilidad de lograr algorítmicamente que las noticias sean procesadas de acuerdo a la posición ideológica de un medio determinado. En el de la literatura, por su parte, plantea el enigma de si el robot logrará superar la habilidad combinatoria para que las combinaciones cobren sentido al responder a una misma subjetividad.

 ¿Logrará un robot escribir Operación Masacre o desinformar fingiendo que informa? ¿Podrá escribir un comienzo antológico como el de Ana Karanenina tantas veces citado como ejemplo de hallazgo literario: ´Todas las familias felices se parecen entre sí, pero cada familia desdichada ofrece un carácter peculiar´.”