En 2008 nacía la editorial Eterna Cadencia. Poco antes había nacido la librería del mismo nombre ubicada en el barrio de Palermo, que fue y continúa siendo una muestra representativa de la tradición librera de la Argentina. En el mismo año, a instancia de su dueño, Pablo Braun, se organizó el primer Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (FILBA) que abrirá su nueva edición la semana que viene.

Desde ese momento hasta hoy estos proyectos se han afianzado y han crecido de una forma que no es demasiado común en un país en que la creatividad suele ser derrotada por la situación económica.

Como editorial, Eterna Cadencia ha logrado construir un catálogo que sorprende tanto por la calidad como por la cantidad de los autores y títulos que lo integran. Leonora Djament, directora editorial, es en gran parte artífice de este éxito.

-¿Cómo vivís el hecho de que Eterna Cadencia cumpla diez años de vida en medio de un contexto generalizado de crisis que lesiona seriamente a la industria editorial?

-Con muchas sensaciones encontradas. Por un lado, es una alegría enorme, porque cuando en 2007 empezamos a imaginar la editorial con Pablo Braun pensar a diez años era como pensar en un siglo, pero esos diez años pasaron rapidísimo. Eso me da orgullo  y felicidad por lo que hemos construido. Por otro lado, hay un mix de emociones porque estamos cumpliendo diez años en un momento muy difícil que no se reduce sólo a este año. Hay un contexto recesivo, la crisis económica hace que el consumo baje mes a mes de manera sostenida desde hace dos años y medio, hay nuevos pobres y el Estado no tiene ningún interés no sólo en estimular la lectura sino en el sector editorial en general. De todos modos, cuando surgió la editorial en agosto de 2008, estábamos en el comienzo de la crisis económica y financiera  internacional. Nacimos en una crisis mundial y cumplimos años al calor de una gran crisis local.

-¿Cómo hace una editorial como Eterna Cadencia que creció tanto en una década para sortear la sombra de los dos enormes grupos editoriales?

-Hemos crecido mucho y si nos comparamos con las editoriales independientes más chicas, somos una editorial un poco más grande, una editorial mediana. Pero si nos comparamos con los dos grandes grupos editoriales, somos una editorial minúscula. Creo que lo que hemos hecho desde el comienzo como editorial independiente –esa denominación tan incómoda- es pensar el libro de una manera diferente de los grandes grupos. Digo esto sin establecer oposiciones maniqueas como “los dos grandes grupos son los malos y nosotros somos los que hacemos los libros interesantes”. Ese tipo de oposición no me interesa y los grandes grupos también publican libros maravillosos. Sí creo que en las editoriales independientes hay una concepción distinta respecto del libro.

-¿Cuál esa concepción?

-Es un libro que no satisface necesariamente una demanda, que no sale de focus groups o de modas coyunturales. Con mucho esfuerzo económico, es un libro que va a estar mucho tiempo en las estanterías de las librerías porque lo que hacemos es construir catálogos, no editar libros que a los seis meses quedan saldados. Además, trabajamos con los autores a largo plazo pensando en todos sus libros y tratando de que sean traducidos a muchos idiomas. Nos interesa que nuestros libros lleguen al resto de América Latina y España.

-¿De qué forma llegan a otros países?

-A veces a través de exportaciones, pero también de alianzas que hacemos con otras editoriales independientes amigas o de traducciones que hacemos de manera compartida con editores de otros países.

-¿Cómo está constituido el catálogo de Eterna Cadencia? ¿De qué modo lo estructuraron?

-Pensamos en cuatro colecciones. Una es la colección de crónica dirigida por María Moreno; otra, la colección de música dirigida por Diego Fisherman. Las otras dos son las columnas vertebrales que son ficción y ensayo. Dentro de la ficción está la traducida, la escrita en lengua castellana, los clásicos como Flaubert, los grandes escritores del siglo XX como Rulfo, Roa Bastos o Felisberto Hernández y la nueva narrativa argentina y latinoamericana con autores como Gabriela Cabezón Cámara, Hernán Ronsino, Lina Meruane, Julián López, Liliana Colanzi, Federico Falco. En ensayo hay un rescate de libros que quedaron fuera de circulación, nuevas traducciones y libros actuales sobre filosofía, teoría y crítica literaria. Hay también una línea que intenta interrogarse sobre cuestiones de géneros. Ya hace unos años sacamos el libro de Sylvia Molloy, Poses de fin de siglo, donde interroga el concepto de género como pose, como valor a construir, como algo que se performa. También hemos publicado a Judith Butler.

-¿Qué tipo de lector es el que lee los libros de Eterna Cadencia?

-Es una pregunta difícil de responder. Tenemos algunas intuiciones pero no lo conocemos al dedillo y me encanta que sea así porque si lo conociéramos a la perfección posiblemente entraríamos dentro de una lógica del cálculo. No publicamos para satisfacer los intereses de un lector determinado. Creo que lo que una editorial tiene que hacer es publicar cada tanto algo inesperado tanto para los lectores como para la editorial misma porque es la forma de no volverse redundante. Más allá de eso, imagino al lector o lectora de Eterna Cadencia como alguien curioso, inquieto, exigente y que acepta la literatura que tiene cierta complejidad y a veces demanda tiempo. Lo que te voy a decir es un deseo: me gustaría que nuestros libros, tanto de ficción como de ensayo, les sirvan a los lectores no sólo para ser más felices, sino también para pensar, para que se les revele algo del mundo, que les ayude a construir alguno de esos momentos epifánicos en que uno levanta la cabeza del libro y dice “ah, claro, así funciona el mundo”.

-¿Qué relación hay entre la librería Eterna Cadencia y la editorial?

-La librería se fundó dos años y medio antes que la editorial. Entre las dos, al ser hermanas, hay vasos comunicantes. Es una gran ventaja tener la librería aquí y poder observar los lectores que vienen aunque no compren nuestros libros, y tener una exposición destacada.

-¿Tienen alguna estrategia particular para sobrevivir en estos tiempos de crisis?

-La realidad de hoy es tan vertiginosa y cambiante que no hay estrategia que valga. En medio de la Feria del Libro, por ejemplo, tuvimos una devaluación importante. Eso fue en abril y hoy la situación es otra. Es muy difícil prever en estas circunstancias. Para tener una estrategia es necesario pensar en un mediano plazo y eso no es posible en este momento. Las reglas de juego cambian permanentemente. Ni hablar de las retenciones a la exportación de libros. Obviamente estamos muchos más cautos con las tiradas tanto de los libros nuevos como de las reimpresiones, pero no hemos cambiado el plan editorial.

-El trabajo del editor es generalmente desconocido para quienes no están en el ámbito del libro.

-Sí. Hay familiares que preguntan ¿y vos que hacés?, ¿imprimís libros? Hay una definición que es casi un lugar común que es que el editor es alguien que interviene con un catálogo en una sociedad determinada. A partir de esa idea rectora, el editor elige qué libros va a publicar en función de la forma en que quiere intervenir en un momento determinado en esa sociedad. La elección la hace también en función del catálogo que es el espacio en que los libros dialogan entre sí.

-¿Y cómo se forma un editor?

-Ahora hay muchas posibilidades de formación. Yo no hice la carrera de Edición de la UBA porque no existía cuando  comencé a estudiar o quizá era una tecnicatura. Soy licenciada en Letras. En las últimas décadas del siglo pasado nos formamos gracias a la generosidad de los colegas que nos iban enseñando en el día a día. Hoy hay disponibles una serie de herramientas que permiten tener sistematizados varios saberes y eso es muy bueno a la hora de comenzar a trabajar como editor. Los egresados de la carrera de Edición son gente con un saber envidiable y con una reflexión muy interesante sobre el libro y la lectura.

-¿Cuál es el balance que hace Eterna Cadencia luego de diez años de vida y cuáles son los desafíos futuros?

-La verdad es que no nos hemos sentado a hacer un balance pormenorizado. Pero, como decía, tanto Pablo como yo tenemos una enorme alegría. Armar un proyecto editorial desde cero no es algo que sucede todos los días. He trabajado en grandes editoriales, es decir que me he sumado varias veces a proyectos que ya existían. En lo personal asistir al nacimiento de una editorial es una experiencia única. Con Pablo hemos ido armando proyectos y reajustándolos a la realidad. Recuerdo que cuando comenzamos dijimos que no queríamos hacer un manifiesto porque una editorial es algo que se va construyendo con los lectores, los autores, las librerías, el mercado. En todo este tiempo hemos hecho muchos amigos lectores, periodistas, distribuidores, editores de otros países y eso fue modulando el camino que hemos hecho. Estamos muy orgullosos de cada uno de los libros que hemos publicado. En cuanto al futuro, es difícil imaginarlo en un contexto en el que no sabemos qué pasará de aquí a diciembre, pero nuestro deseo es seguir consolidando la editorial, mantener nuestros autores e incorporar otros nuevos, afianzar nuestra presencia en la Argentina y en otros países en los que ya estamos. Para todo eso hace falta cierta calma en lo económico y lo financiero, por lo que lograr esa calma también está dentro de nuestros deseos.