El dibujante de cómics, guionista, realizador de cine de animación, pintor, escultor y escritor Carlos Nine falleció el sábado al mediodía a los 72 años y sus restos serán velados en la localidad de Olivos, provincia de Buenos Aires. Nacido en la localidad bonaerense de Haedo el 21 de febrero de 1944, reconocido mundialmente y con una obra profusa publicada en varios idiomas, Nine fue una de las de las grandes plumas que dibujaron la historia argentina y recibió importantes premios en el país y el exterior. Entre ellos el Premio Konex de Platino en el año 2012, que lo distinguía como el más destacado ilustrador de la década en la Argentina. Con una mirada mordaz de la realidad supo ilustrar entre el año 1983 y 1990 la tapa de la revista Humor, pero publicó también su obra en la legendaria revista Fierro, entre muchísimas otras.

Los dibujantes Fernando Sendra y Rep, entre otros colegas y amigos, aseguraron que el historietista, pintor y escultor fue «el mejor de todos» y destacaron la impronta plástica de su obra, ya sea en los colores, la acuarela o las formas escultóricas de sus trabajos. «A veces se muere un médico, a veces un arquitecto y otras un dibujante, pero pocas veces se muere el mejor. En el mundo hay pocos como él y en Argentina es el mejor. No hay referentes para compararlo. La única comparación que se me viene a la mente son los artistas renacentistas: Nine era una bestia del color», dijo conmovido Sendra, creador de la tira Yo Matías que se publica todos los días en la contratapa de Clarín. Algo parecido acerca de esa impronta plástica la marcó Rep, quien también publica sus trabajos en la contratapa de un diario porteño, en este caso Página/12. Rep destacó que Nine «fue el mejor acuarelista que ha dado esta tierra. Un mago de la técnica del color. Nuestro Lyonel Feininger sin cubismo ni Bauhaus. Él no era de este tiempo. Un Super-Yo paralizante, inalcanzable».

Por su parte Daniel Divinsky, fundador y hasta el año pasado editor responsable del sello Ediciones de La Flor, planteó «la paradoja» de que su obra es más reconocida en Francia que en Argentina: «Él es mucho más conocido en Europa que acá. El nombre de Nine en el círculo de cómic francés es Dios y en Argentina no lo conoce tanta gente como allá». «Era un tipo de una dignidad y un enorme respeto de su obra”, agregó Divinsky, “con una gran originalidad, un prodigio de humor misterioso».

Cientos de usuarios también homenajearon a Nine en distintas redes sociales como Facebook y Twitter, subiendo ilustraciones suyas y frases de despedida. En dicha red social el reconocido historietista y escritor Horacio Altuna lo conceptualizó como «un gigante» y se lamentó con una frase ya convertida en una verdad colectiva: «Se fue el mejor».

Los múltiples oficios terrestres que desempeñó a lo largo de su prolífica vida lo convirtieron en una figura icónica de la cultura nacional, a la que dotó de un corpus de obras como Fantagas, Keko el mago o El patito Saubón, que combinan la destreza técnica con una poética ligeramente nostálgica y al mismo tiempo reveladora de la naturaleza humana. Tan venerado en la Argentina como en Francia -donde publicó una veintena de libros y su nombre equivale al de un prócer indiscutido- Nine fue tal vez el más plástico de los historietistas argentinos de su generación, pero lejos de abastecer un imaginario elitista reivindicó su condición de autor popular y de ahí que sus filiaciones conduzcan a la historieta antes que a la pintura de caballete.

Creador compulsivo de historias, escritor, autor de varias obras teatrales, caricaturista e ilustrador de clásicos literarios, Nine moldeó su imaginería observando meticulosamente las obras de artistas como Francisco Goya, Odilio Redon y Max Ernst. Acaso su vocación diletante sea una herencia de su padre, violinista y zapatero al mismo tiempo. Durante su infancia, el ilustrador solía pasar las tardes ayudando en la zapaterí¬a de la calle Juan B. Justo, pero también solía acompañarlo los sábados cuando tomaba su violín y se reunía con sus compañeros de la orquesta de tango que animaba bailes multitudinarios en los suburbios de Buenos Aires. «Mi afición por el dibujo era inocua, casi una gracia infantil, hasta que mi viejo tomó la decisión, un día cualquiera, de quitar los zapatos de la vidriera del negocio y exponer para el barrio mis dibujitos. Esa mañana de sábado, pasando casualmente por ahí, no podía creer lo que veía. Dos o tres vecinos ponderaban mi ‘obra’ desde la vereda. Me puse colorado y seguí mi camino, pero ya era otra persona», evocó alguna vez.

El ilustrador templó su ojo mano artista en las escuelas nacionales Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón y desplegó un derrotero profesional que abarca medios nacionales y del extranjero, como El Periodista, Clarín, Le Monde o The New York Times. En los ochenta, integró el equipo de la mítica revista Fierro. También por esos años fue artífice de algunas de las tapas más logradas de la revista Humor, donde leyó en clave satírica el clima enrarecido que marcó la transición de la dictadura a la democracia recuperada en 1983. El ilustrador también escribió e ilustró sus propios libros, entre los que figuran Crímenes y Castigos (1991), Fantagas (1995), Gesta Dei, y ¡Oh merde, le lapins!, una producción que le valió numerosos premios.

Las producciones de Nine mixturan las preocupaciones centrales del artista plástico -el claroscuro, la forma, el color o la composición- con las herramientas del arte gráfico, que a través de la caricatura o la historieta alcanzan a un público más amplio y heterogéneo. «Hay gente que nace surrealista, así como otra gente nace hiperrealista, o cabalmente racional. Yo cuando me tengo que definir digo que soy un tipo superficial. Cosa que suena raro, porque yo no creo que piense superficialmente, sino profundamente, pero a la vez creo que soy un tipo muy superficial. Sucede que de lo externo, de la superficie de las cosas, extraigo los datos necesarios para saber qué hay atrás. No quiero que el tipo me hable tanto. Prefiero mirarlo y sé que la voy a embocar», se definió en una entrevista.

Nine ganó terreno también como ilustrador de textos literarios, desde Crónicas del ángel gris, de Alejandro Dolina hasta Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski, pasando por Elsa Bornemann y William Shakespeare. En la última edición de la Feria del Libro, realizada en abril, el ilustrador presentó su última obra, Informe visual de Buenos Aires y sus alrededores, que atraviesa toda su historia y recorre una serie de personajes porteños atravesados por su singular poética. «Este libro se puede leer desde la plástica, desde la gráfica, pero también se ve la personalidad y yo soy un tipo más bien cínico, no me avergüenza decirlo porque es lo que tuve que encontrar para sobrevivir en una sociedad dura como esta donde a veces los valores en los que uno cree viene alguien y los despedaza», señaló Nine durante esa presentación, en la que estuvo acompañado por los artistas Daniel Santoro y Lorenzo Amengual.