En 1953 Ray Bradbury publicaba un libro destinado a convertirse en un clásico del siglo XX, Farenheit 451. Como distopía, la novela plantea un futuro en una sociedad autoritaria en el que los bomberos serían los encargados no de apagar el fuego, sino, por el contrario, de encenderlo para quemar libros. 

Quizá esta fantasía no lo fuera tanto y por eso la novela tuvo tanto éxito. Libros se quemaron desde su aparición misma. Lo hizo la Inquisición y lo han hecho casi todas las dictaduras del mundo, incluidas las argentinas. Nada hace pensar que esta práctica tan arraigada no continuará llevándose a cabo en diferentes lugares del planeta mientras existan gobiernos autoritarios que consideren la circulación de ideas como un peligro.

Tampoco nada hace pensar que no se pondrán en marcha mecanismos para preservarlos, como aprenderlos de memoria como en Farenheit 451 o en ocultarlos en microdispositivos electrónicos luego de haberlos procesado.

El texto de Bradbury  ha sido un texto tan transitado que parece agotado. Sin embargo, no es así. La editorial francesa Super Terrain es la responsable de una edición totalmente original de este clásico: un libro quemado que renace y permite ser leído cuando está próximo al calor del fuego, tal como se muestra en el video de esta nota. 

El proyecto, que recién estará disponible para los lectores el año próximo, fue realizado en colaboración con el laboratorio Charles Nypels en Jan van Eyck Academie, un instituto de investigación que se caracteriza por experimentar con materiales muy diversos.

Quizá no sea cómodo ni seguro tener que leerlo con un encendedor, ni tampoco sea el libro ideal para leer en un medio de transporte público  o, menos aún, en un avión, pero la propuesta es interesante no sólo como demostración de lo que puede hacer la tecnología llevada al terreno de la imaginación sino, sobre todo, como metáfora: los libros quemados son capaces de renacer de sus cenizas y su contenido nunca se pierde. 

No se sabe cuál es la temperatura exacta a la que un libro deja de arder. Si el papel se quema al alcanzar el fuego los 451 grados Farenheit, renace a temperaturas más modestas y eso, sin duda, es una gran ventaja. Bradbury sentía un respeto reverencial por los libros y aseguraba que eran más importantes que las universidades. De hecho, él se formó en la lectura, porque no tuvo el dinero suficiente para pagar una universidad. Saber que los libros pueden renacer de las cenizas, como el Ave Fénix, seguramente lo hubiera tranquilizado.