Nacida hace casi un año, Plaza se especializa en comunicación y política “para promover una comunicación a la altura de la democracia”. Sus objetivos se enmarcan dentro los objetivos y principios de la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual. Su responsable, Flavio Rapisardi, dialogó con Tiempo Argentino acerca de los objetivos de esta publicación digital

-¿Cómo definirías a la revista Plaza?

-Es una revista nativa digital que trabaja sobre la articulación, medios y política.

-Un medio periodístico tiende a llenar un hueco o una carencia. ¿Cuál es ese hueco o carencia en el caso de Plaza?

-Nosotros notamos que hay una saturación y una repetición en los modos de producción digital de publicaciones. Hay un amplio nicho o una larga cola de nichos: revistas de tecnología, de Internet, de medios, millones de publicaciones de política, pero no había una que hiciera una articulación entre Internet, medios y política. El modo en que hoy las tecnologías digitales son inmanentes a los medios y a la política nos pareció que era el terreno baldío que teníamos que ocupar.  

-¿Cómo se logra en lo concreto esa articulación?

– A través de un equipo de redacción que está formado por personas que vienen de la industria, del sector audiovisual,  del sector académico de investigación, de la técnica, del periodismo. Es así como se dan una serie de discusiones en las que la relación entre política, medios e internet se convierte en una perspectiva para analizar algunos temas.

-¿Podrías darme un ejemplo?

-Sí. Podríamos, por ejemplo, hacer una lectura de la “Gestapo macrista” en provincia de Buenos Aires desde esa articulación: cuál fue el uso de las redes en su relación con los medios en la construcción de un enemigo sindical. Se arman así links súper interesantes. Recurrimos a firmas conocidas del mundo académico o del mundo del periodismo, pero también a nuevas investigaciones, nuevas personas que están trabajando, redes alternativas. Todavía hay un amplio campo por explorar.

-¿La revista apunta entonces, al aportar claridad ideológica, a desarticular ciertas relaciones?

-A lo que vos llamás “desarticular”, yo lo llamo “desnaturalizar”. La revista apunta a la desnaturalización de ciertas construcciones de sentido que suelen darse como construcciones de sentido común. En la Argentina la discusión  sobre la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual dejó en claro que no hay imparcialidad en la noticia. Hoy todo el mundo que consume noticias sabe que son producidas desde un punto de vista.  El problema es que hay una retroalimentación de esas discursividades, no hay posibilidades de contraposición. Cuando se propone una desarticulación de los discursos hegemónicos, muchas veces el discurso argumentativo no funciona. Nosotros apuntamos a ver cómo se construyen ciertos “estados de ánimo”, que más allá de las argumentaciones lógicas que puedan usarse para desarticularlos, a veces se presentan como una especie de pared, de no entendimiento. Por ejemplo, no hubo gobierno más anti republicano que el gobierno anterior en lo que respecta a la división de poderes. Pero eso no hace mella porque hay un clima y una inmanencia de los sujetos a ese clima. Nosotros hablamos de que allí hay una construcción desde el punto de vista de los sentimientos. ¿Cómo desnaturalizamos esos estados de ánimo en torno a ciertos problemas que se construyen en la articulación de los medios, el mundo digital y la política? La política es la clave a partir de la cual comenzamos a leer y a desandar esas construcciones de sentido a la que los sujetos son inmanentes. Para poder desnaturalizar esto hay que hacer un esfuerzo que tiene que ver con la lectura, con la producción de debate, con la puesta en funcionamiento de mecanismos institucionales. Desentrañar la inmanencia en la cual estamos viviendo que es una inmanencia política articulada en medios y digitalidad es el objetivo de la revista.

-¿Alcanza entonces un discurso racional de académicos y gente prestigiosa como modo de desarticulación de ese sentido común impuesto con trampa?¿Cómo abordan ese desafío?

-Lo abordamos desde el momento en que somos parte de un organismo creado por la Ley de Servicio Audiovisual. Los insumos que tomamos para producir notas pueden ser por temas, por tontería o por reflexión tienen que ver con proceso de construcción de recomendaciones que hace la Defensoría del Público. Hay una relación, a veces directa y otras, indirecta, de esas notas periodísticas o ensayísticas que produce Plaza con la actividad y la acción política, jurídica y de cabildeo legislativo que realiza la Defensoría del Público. Por ejemplo, este es el año de Malvinas, por lo que en la reunión de redacción de Plaza nos hemos propuesto trabajar imágenes de Malvinas, contactando a ex soldados, viendo la gran operación de fake news que montaron en aquel momento varios medios de comunicación. Eso va a salir en una recomendación que va a producir la Defensoría del Público en relación a los medios de comunicación. Todos sabemos que, sobre todo los medios monopólicos no se rigen por estándares de Derechos Humanos. La función de la Defensoría como organismo que depende del poder legislativo de producir políticas públicas para esos sectores en articulación con otros organismos públicos que tienen capacidad de sanción como puede ser el Enacom o el Observatorio de Discriminación en Radio y Televisión que es una articulación multilateral entre el Ministerio de las Mujeres, el Inadi, la Defensoría del Público y el Enacom. Todas las temáticas que aborda la revista tienen que ver con temáticas que toma la Defensoría como casos, ya sea por denuncias o como parte de las potestades que la ley le da a la Defensoría de observar y corregir en relación a los medios de comunicación. Por eso dividimos la revista Plaza en seis secciones: Quinto poder, que analiza la relación entre política, economía y medios de comunicación; Juego de espejos, donde trabajamos en la configuraciones o representaciones mediáticas  de temáticas, sujetos y colectivos; Falso/verdadero donde trabajamos sobre las campañas de desinformación y fake news que en nuestro país es un tema que legislativamente  está en pañales y en Hitos, donde abordamos algunos hitos mediáticos como, por ejemplo, el nacimiento de la televisión y qué pasa hoy con ella. Volviendo a tu pregunta de cómo entramos a la batalla, entramos en ella a través de la relación entre reflexión y acción política de la Defensoría.

-Decís que nuestro país está legislativamente está en pañales en lo que se refiere al tema de las fake news. ¿Cómo abordan este tema países que han avanzado más en él?

-Hay una distinción muy clara. Argentina, por pertenecer al Sistema Interamericano de Derechos Humanos tiene una tendencia más liberal hacia las regulaciones. Hay un  modelo jurídico-político de activismo judicial más orientado por las libertades proclamadas por Estados Unidos. En Europa, en cambio, sí se trabaja con la regulación de la información y hay, incluso, sanciones, cosa que en nuestra tradición es mucho más difícil. En el ámbito europeo sí se están pensando regulaciones sobre desinformación, sanción y hay toda una serie de normativas que son muy interesantes y que como Defensoría proponemos como parte del debate en la Argentina. Si hay un discurso que dice que prefiere las mafias a los políticos, cuando hablamos de regulaciones ese sector se pone un poco nervioso. Ese sector ha dejado de ser el felino que rondaba a ser parte del sistema político argentino. Ese es un alerta. Son personas que hablan de una libertad ficticia. La libertad libertaria es una contradicción en los términos porque es una libertad en términos económicos, una desregulación del mercado, propone la desaparición de los entes reguladores y que todo sea regulado por la fuerza de la competencia, cuando sabemos que el mercado no soluciona los problemas. Muchos discursos de derechos se proponen como antisistémicos. En Estados Unidos hay muchos estudios hechos sobre cómo a Trump lo votaron sectores de la clase trabajadora. Acá, muchos sectores de trabajadores votaron a la ultraderecha. ¿Qué núcleo de sentido hay al interior de esos discursos que terminan siendo reaccionarios que una política progresista debe atender. El discurso trumpista que es claramente fascista, es proteccionista en lo económico. Allí hay un núcleo que el progresismo había abandonado y que levantó Trump. Un problema es que los discursos de derecha nos repelen tanto que no los podemos analizar. Pero deberíamos analizarlos para ver qué núcleos sensibles han tomado, núcleos, por ejemplo, que han sido bandera de la izquierda que históricamente fue antisistema. La política no puede consistir en administrar la miseria y las privaciones, tiene que ser antisistema, pero hoy los que se presentan como antisistema son ellos. La izquierda ha marchado a  un posibilismo de centro o a  un progresismo que se basa en la idea de que la Historia progresa, pero la Historia solo progresa si la hacemos progresar.

-¿A qué lectores apunta Plaza?

-Nuestra intención es que vaya a las mismas personas que se acercan a la Defensoría a presentar una denuncia  y que sea utilizada como material de aquellos colectivos y sectores sociales para los que nosotros realizamos actividades de capacitación. En la Dirección que coordino vamos a escuelas, gremios, comunidades, movimientos sociales. Nuestro objetivo es tener un lenguaje no academicista pero que tenga un contenido reflexivo que sea proveedor de herramientas y que pueda ser leído por amplios sectores. Apuntamos a que sea una revista-herramienta que sirva para la capacitación, para despejar dudas, entrar en debates coyunturales… Queremos llegar al sector más amplio posible y por eso es tan variada su producción. Tenemos pensado aparecer un mes al año en papel con los mejores debates de acuerdo con el momento político.  

Plaza: plazarevista.com.ar