El músico, cantor y compositor Gilberto Gil, una leyenda viva de la música de su país que trascendió ampliamente sus fronteras,  vistió la chaqueta verde con bordados dorados que marca su pertenencia a “los inmortales” de la Academia Brasileña de Letras (ABL).

La ABL, institución fundada en el siglo XIX,  otorga de por vida el título de “inmortal” a quienes ingresan a ella.

Gil, que es el segundo hombre negro en ingresar a esa institución,  lo hizo a los 79 años y su discurso de aceptación del cargo fue una enérgica diatriba contra las políticas culturales de Bolsonaro. «Pocas veces en nuestra historia republicana los escritores, los artistas, los productores de cultura fueron tan hostilizados y despreciados como ahora», dijo el artista en la ceremonia realizada en la sede de la ABL, en Rio de Janeiro. Pero «a pesar de los tiempos políticamente sombríos que vivimos –agregó-, apuesto por la esperanza contra las tinieblas físicas y morales».

Aseguró, además, que la Academia tiene la «responsabilidad» de «fortalecer una imagen intelectual del país que se imponga a la marea de oscurantismo, ignorancia y demagogia de rasgos antidemocráticos».

El músico, nacido en Salvador, Bahía, en el seno de una familia muy pobre, fue elegido por mayoría en noviembre de 2021 cuando la Academia Brasileña de Letras lo reconoció como un «traductor» del diálogo entre la «cultura erudita» y la «cultura popular».

Exponente del «tropicalismo”, un movimiento que produjo una gran transformación estética en el arte, Gil  es autor de canciones emblemáticas como  «Aquele Abraço», editó casi 60 discos y obtuvo dos premios Grammy, además de cinco nominaciones.

Durante el gobierno de Lula da Silva, entre 2003 y 2008  se desempeñó como ministro de Cultura. En ese cargo fue el creador de los famosos Puntos de Cultura, una forma de estímulo a las manifestaciones culturales populares que luego fueron aplicadas en la Argentina durante el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Además obtuvo diversos reconocimientos internacionales como su  nombramiento como Artista por la Paz (Unesco) en 1999 y Embajador de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

En 1968 conoció la cárcel por razones políticas y se exilió durante cuatro años en Londres. Fue y continúa siendo un luchador a favor de la democratización de la cultura.