“A comienzos de los años 70 empecé a tener la firme sensación de que Les Luthiers era un grupo sumamente peculiar, por no decir único en su género. Fue así como comencé a llevar una especie de diario de ruta, donde anotaba y consignaba absolutamente todo: la génesis de las obras, la creación de los instrumentos informales, los programas de los espectáculos, pero además llevaba un registro de adónde íbamos, que tocábamos y hasta cuánta gente nos veía noche tras noche. Estos registros fueron creciendo hasta convertirse en un alud de información: 7.500 presentaciones en casi 150 ciudades del mundo. Las anécdotas y recuerdos personales de este recorrido de cincuenta años alimentaron una historia que ya es leyenda. Una esencia de esa crónica es la que ahora, hacia el final de mi carrera, volqué en este libro.” 

Las palabras pertenecen a Carlos Núñez Cortés y el libro al que alude es Memorias de un Luthier, recientemente publicado por Planeta.

El autor, nacido en 1942 y en retirada del grupo humorístico que constituye un sello de identidad del humor argentino, es concertista de piano, compositor y arreglador, cualidades que se impusieron a su título de licenciado en Química Biológica. Está en el grupo fundado por Gerardo Massana desde el principio y es un confeso amante de la naturaleza. 

Podría decirse que el libro, lejos de ser un recorrido convencional del grupo o de su función dentro de él, redobla la apuesta y trabaja sobre la obra de un personaje imaginario, el famoso Mastropiero, autor prolífico si los hay, que compuso las obras más diversas y desopilantes interpretadas por Les Luthiers.

El prólogo del libro es de Marcos Mundstock, quien se ha encargado de presentar con voz grave las múltiples creaciones  de Mastropiero y que ha trabajado junto a Núñez Cortés, a quienes sus compañeros llaman “el Loco”, en la autoría de diversas piezas. “No voy a negar -dice Mundstock- que hemos tenido nuestras diferencias en tantos años: que si ese verso es muy largo, que si la música es muy corta, que si le quito esas sílabas no se entiende el chiste y cosas de ese tenor. Y de este barítono. Es cierto, discutíamos. Nada serio, a veces me daban ganas de matarlo pero nunca llegué a hacerlo. Lo normal, las cosas que le pasan a cualquier libretista con su compositor, Daponte con Mozart, Tim Rice con Lloyd Weber, Serrat… consigo mismo.”

Por su parte, Núñez Cortés cuenta en la Introducción: “Mis primeros recuerdos de Les Luthiers datan de 1963, durante el Festival de Coros Universitarios llevados a cabo en la ciudad de Bahía Blanca. En ese entonces yo era un joven estudiante de química biológica, con inquietudes artísticas, que cantaba en el Coro de la Facultad de Ciencias Exactas. Durante los conciertos del festival había confraternizado con algunos de los integrantes del Coro de Ingeniería y me encantó el ambiente cultural que allí reinaba, por lo que decidí pasarme al coro de ellos. En el coro conocí a quienes serían mis compañeros de toda la vida: Gerardo, Marcos, Daniel y Jorge. Pucho,  Ernesto se agregarían más tarde. Aquellos fueron años intensos, llenos de descubrimientos y de placeres estéticos y culturales. Reuniones donde “se hacía música”, ensayos, conciertos, viajes a los festivales universitarios, amistades juveniles y, naturalmente, escarceos amorosos con las sopranos y contraltos.”

Lejos de ser un libre fluir de recuerdos, el libro de Núñez Cortés tiene una estructura fija que se repite capítulo a capítulo y que él mismo anuncia en la introducción. Cada uno comienza con la ficha técnica de la obra a que va a referirse, luego se consigna el Reparto, más tarde el ítem De la carpeta roja donde se documentan los textos previos a las obras musicales leídos invariablemente por Marcos Mundstock, la sinopsitis (sic) que refresca el argumento teatral de la obra, el corpus que es un popurrí de materiales, desde anécdotas a los modelos musicales parodiados y, finalmente, Les Luthiers clarividentes un apartado que da cuenta de la frase de Oscar Wilde “la naturaleza imita al arte”. Aparecen allí las coincidencias entre la realidad y ficción cuyos límites no son fáciles de precisar. El libro consta de 50 capítulos, un epílogo y cuatro apéndices que corresponden sucesivamente a los discos, los videos, las partituras y los espectáculos. 

El libro de Núñez Cortés es también una despedida. Tal como lo anuncia en el epílogo. El 4 de septiembre se irá de Les Luthiers, dejará de subirse a los escenarios. “He elegido esa fecha –explica- porque ese día y por esa extraña fascinación que tenemos los humanos por los números redondos, se habrá cumplido 50 años de la fundación del grupo. Asegura que ignora qué pasará con el grupo después de su partida y si se acostumbrará a vivir “fuera de la vidriera”, pero quiere darse varios gustos que viene postergando, entre ellos, el de ser espectador de un grupo que le gusta tanto como Les Luthiers.

Les Luthiers fue durante medio siglo una propuesta humorística única y exquisita que triunfó y quedará en la historia. Pero quizá lo más destacable de la fórmula de su éxito, además del gran talento de sus integrantes que supieron potenciarlo en una agrupación, cosa que no es nada fácil, es que no recorrieron ninguno de los caminos que, se supone, conducen al éxito. No se presentaron en televisión, no mostraron su vida íntima en las revistas del corazón, apenas si concedieron escasas entrevistas, no hicieron concesiones, no le temieron a «lo culto», hicieron un humor absolutamente alejado de cualquier chabacanería, no cortaron tangas en la pantalla chica ni recurrieron a ningún tipo de facilismo. A priori, cualquier productor promedio hubiera podido creer que su propuesta estaba condenada al fracaso. Nadando a contrapelo de la corriente ellos demostraron que existen caminos menos trillados y más eficaces para lograr el reconocimiento sin subestimar al público.