Entre la imagen  y la palabra es una oportunidad para acceder a la “cocina” de la poesía de Alejandra Pizarnik, a su laboratorio poético. En esta muestra  no solo es posible ver el proceso de su escritura desde el origen a la obra publicada, sino también el continuo deslizamiento entre la escritura y la plástica.

El material expuesto incluye, además de los libros de la biblioteca de Pizarnik que pertenecen a la Biblioteca Nacional, reproducciones de los dibujos y collages conservados en la Universidad  de Princeton, originales que le obsequió a Ivonne Bordelois y Graciela Maturo y obras de Juan Batlle Planas, quien fuera su maestro. De esta forma, la muestra saca a la luz el costado menos conocido de una de las grandes autoras argentinas de repercusión internacional.

Tiempo Argentino dialogó Evelyn Galiazo, curadora de la muestra y directora de Investigaciones de la Biblioteca Nacional, sobre las características de la exposición que reúne materiales de distintas procedencias permitiendo tener una visión más completa y rica de la obra de la poeta.

-¿En qué consiste la muestra sobre Alejandra Pizarnik que se inaugura el jueves 22 en la Biblioteca?

-La Biblioteca Nacional  tiene parte de la biblioteca personal de Alejandra Pizarnik, alrededor de 850 libros que le pertenecieron. Son libros profundamente subrayados por ella y con muchas anotaciones. Aunque parezca un tecnicismo, quiero aclarar que son lo que se llama “textos pre-redaccionales”, porque a veces se confunde el concepto con el de textos manuscritos y luego pueden surgir problemas con los editores que tienen sus derechos.

-¿En qué consiste la diferencia?

-Un manuscrito es un texto que el autor considera ya terminado y está a la espera de ser publicado. Los textos pres-redaccionales quizá luego derivan en una publicación, pero están en proceso o son papeles de trabajo, con indicaciones, con posibles itinerarios a seguir,  ya sea en una escritura ficcional o en una escritura crítica, a partir de otra lectura. Para los investigadores este es un material sumamente provechoso porque es útil para poner de relieve, precisamente, los procedimientos de un escritor o escritora. Lo que se ve allí son muchas cosas, sobre todo la “cocina” de la escritura: los cambios de rumbo, las tachaduras, las reformulaciones, es decir los caminos por lo que iba a avanzar ese escrito, las idas y vueltas que dio hasta llegar a determinado texto. Este material funciona como documento del proceso de trabajo y también como monumento porque estuvo en contacto con el escritor o escritora y formaron parte de su intimidad. Los libros de una biblioteca, cuando tienen tantas marcas como en este caso, pertenecen a este tipo de material pre-redaccional, dado que muchas veces se usan como soporte alternativo para escribir textos propios. Alejandra hacía mucho eso. En las páginas de guarda, que son las páginas en blanco que están antes de la portada y al final del libro, hay muchos escritos de ella que tienen distintas funciones, desde indicaciones de trabajo como “pasar tal cosa” a sistemas de código en los que las distintas letras refieren a diferentes temas que ella estaba siguiendo en la lectura de un texto. Sobre este material se puede hacer un trabajo “detectivesco” rastreando las distintas etapas: qué marcó primero en los libros que leyó, cómo lo transcribió en sus papeles de trabajo, en sus cuadernos y cómo terminó eso en el texto publicado.

Es decir que es material permite rastrear el derrotero de la escritura, en este caso, de Pizarnik.

-Exacto, desde la génesis textual hasta el texto publicado en el caso, por supuesto, de que se haya publicado, porque también hay textos que permanecen inéditos.

-¿Cómo llegaron esos libros a la Biblioteca Nacional?

-La mayoría fueron comprados en 2008 durante la gestión de Horacio González. Luego, en 2018, la hermana de Pizarnik donó otros  libros más y una enorme cantidad de archivos, carpetas que contienen no solo escritos, sino también material de prensa que Alejandra cortaba e intervenía. Esto es muy interesante porque, además de tener versiones de poemas que nunca fueron recopiladas en libros  y que estaban medio perdidas, da cuenta de un perfil muy profesional de Alejandra que, en general, no se conoce. Se la conoce más por el mito relacionado con su muerte trágica. Sin embargo, tenía un lado B muy profesional: archivaba todas las notas que salían sobre ella, todas las publicaciones que hacía en revistas nacionales y extranjeras.

– ¿Qué más había en esas carpetas?

-Su aplicación a la beca Guggenheim, cartas de otros escritores, cartas no enviadas dirigidas a sus amigos escritores, en fin, cosas muy diferentes que integran el fondo Pizarnik de la Biblioteca. Otra parte de sus libros están en la Biblioteca Nacional del Maestro.

-¿De qué forma  va a estar expuesto este material?

-Van a estar expuestos sus libros y sus papeles de distintas maneras, en vitrinas, en gigantografías… En este caso contamos con la colaboración de la Biblioteca del Maestro y también con mucho material que vino de la Biblioteca de Princeton. Es muy importante poder reunir todo este material que estaba en dispersión, en diáspora. Hasta ahora, los investigadores de Argentina solo teníamos acceso a  un porcentaje muy pequeño de sus papeles. Contar con el apoyo de esas instituciones fue fundamental para poder terminar de armar el rompecabezas. La muestra va tener una impronta muy visual porque ella pensaba la escritura de una manera muy visual. Para ella el acto de escribir y el de mirar están muy relacionados. Ahora parece algo muy obvio, pero antes el texto se trataba solo como una entidad intelectual. Ahora, con el auge del estudio de los archivos, la materialidad tiene mucho peso. En Argentina, Alejandra junto a otros escritores fue la pionera en la concepción visual de la escritura y esto aparece reflejado en sus manuscritos y también en el contenido de la obra que incluye reflexiones metapoéticas sobre la escritura donde vincula los procedimientos de la escritura con los procedimientos que vienen de la pintura. Hay una necesidad de ver el poema, escribirlo en un pizarrón, de ir tachando palabras y, a veces, hacer un dibujo en el lugar de la palabra borrada. Nosotros tomamos esa impronta para darle a la muestra el impacto visual que se merecen los papeles de Pizarnik. Por eso hay muchas imágenes de obras de arte que ella menciona  y que aparecen diseminadas a lo largo de toda su obra. La sala fue acondicionada para poder acceder al préstamo de obra plástica, por ejemplo, de Roberto Aizenberg o Juan Battle Planas con el que estudió Alejandra. De la obra plástica de ella vinieron digitalizaciones de Princeton y armamos una galería que mezcla originales con reproducciones justamente porque para ella la reproducción es una forma de la creación. Esto aparece en su obra donde se ven que fragmentos que subraya en los libros que leía reproducidos de manera textual. Era muy irreverente y tenía una concepción muy moderna de los procesos creativos. No creía en la creación ex nihilo. El procedimiento plástico que mejor la define es el collage en el que fragmentos de distintas procedencias vienen a conformar una totalidad nueva. El hecho de que esos elementos están insertos en un lugar que no es el habitual hace que el resultado resulte tan perturbador como los personajes de El Bosco que tienen, por ejemplo,  una cabeza humana y una cola de pájaro. Estas figuras hibridas también aparecen en su obra poética como la viajera con corazón de pájaro.

-¿Qué lugar ocupaba la plástica en la obra de Pizarnik? ¿La consideraba al mismo nivel que la poesía?

-Es muy complejo responder a esa pregunta. Lo que puedo decir es que en su escritura hay una recurrencia a procedimientos plásticos, tanto del collage como de la intervención, es decir con la idea de cambiar algo de una obra de arte para producir una obra nueva. Estas estrategias que vienen de las disciplinas plásticas le sirven mucho para pensar su propio trabajo. Desde el punto de vista teórico se podría decir que la pintura juega al mismo nivel que la escritura, pero es difícil decir si se equiparan. En su obra hay muchas referencias a cuadros, a pinturas, a pintores; hay poemas que tienen entre paréntesis el nombre de algún pintor sin hacer referencia a una obra específica. Es como si el poema estuviera inspirado en un determinado pintor sin que haya una descripción de una obra concreta. Pero ella no se define a sí misma como pintora, sino como escritora.

-¿Qué te parece importante subrayar de esta muestra?

-Que era muy necesario reunir todo el material que estaba disperso porque era algo a lo que los investigadores de este país no teníamos acceso y que no íbamos a poder leer o ver de primera mano, si no teníamos acceso a una beca. Tener hoy ese mapa completo en una sala me parece un logro inmenso de la Biblioteca Nacional. Llevó mucho tiempo porque hubo que gestionar con los albaceas, con las familias de Pizarnik y de los otros artistas como, por ejemplo, la de Batlle Planas. La muestra tiene un impacto visual que le recomiendo a todo el mundo que no se lo pierda. Pizarnik es una de nuestras grandes escritoras y es reconocida en todos lados.  La muestra es interesante tanto para la gente que no la leyó, como para la que la conoce bien. Incluso es una muestra divertida para los chicos. Siendo  una escritora un tanto oscura, tiene su parte luminosa.

Alejandra Pizarnik. Entre la imagen y la palabra se puede visitar desde el 23 de septiembre de 2022 y hasta el 30 de abril de 2023 en la Sala Juan L. Ortiz de la Biblioteca Nacional,  de lunes a viernes de 9 a 21 y sábados y domingos de 12 a 19 hs. La entrada es libre y gratuita.